Sí, gran parte de los equipos rinden armas en Mestalla nada más entrar por la puerta. Lógicamente luego el partido te da momentos y oportunidades, pero hablamos en líneas generales de una predisposición mental: el estadio condiciona al equipo visitante, esta temporada, a ver la vida en clave derrotista.
Otro partido a domicilio, otra decepción para la lista. Ni siquiera la imagen (poderosamente evocadora) del pequeño Gonzalo, bufanda al viento, dando una capa de dignidad a una noche indigna sirvió para levantar un poco el ánimo. Tras la debacle, los análisis. Sesudos, furibundos, iracundos, resignados, de todo un poco.
Llegó este febrero de bajas temperaturas y se repite la pregunta: ¿a qué juega el Valencia de Nuno? ¿Qué características podemos atribuirle? ¿Tiene un patrón o esquema definido? ¿Tiene un once que seamos capaces de recitar de carrerilla? ¿Es flexible y amoldable a las particularidades de cada rival al que se mide? ¿Por qué hay tanta diferencia entre el Valencia imponente como local (28 puntos cosechados de 33 disputados) y el equipo timorato que ha perdido en A Coruña, en Orriols, en Cornellà y el lunes en Málaga, dejándose también infinidad de puntos en tristes empates que apenas suman?
Un segundo... ¿La hay? ¿Existe realmente tanta diferencia entre el Valencia de casa y el de fuera?
EL CAMPO JUEGA
Se trata de una teoría a la que llevo dando vueltas ya un par de meses y que guarda relación directa con lo que vemos semana tras semana en este equipo, ya sin otras competiciones en las que centrarse (para nuestra desgracia) y que focaliza toda su atención en el torneo liguero. Una teoría que apunta con alarmante claridad a que las victorias en feudo propio se deben, simple y llanamente, a que el campo 'juega'.
"¿Cómo dices?"
Sí, el campo juega. El campo, la grada, la hinchada, todos juegan. Por eso casi nadie saca puntos de Valencia. Para empezar, porque los equipos rivales llegan a Mestalla, como pasaba hace muchos años, con la sensación de estar pisando territorio vedado. Los rivales se han acostumbrado esta temporada a tomarse la escenografía previa a los partidos como un aviso de que no van a tener una tarde plácida.
Pónganse ustedes en su pellejo. Imaginen que salen del hotel y se montan en el bus para transitar unos minutos camino al estadio. A su llegada, hordas de aficionados enfervorecidos jalean al equipo local, envueltos en bufandas, banderas, un clima de excitación máxima, alguna bengala suelta (con el correspondiente 'chivato' de la LFP detrás, encantado de sentirse útil por unos instantes) y cánticos intimidatorios para el forastero. El primer pensamiento es evidente: "Hoy lo vamos a pasar mal". El segundo, más que lógico: "Que se acabe esto rapidito".
Sí, gran parte de los equipos rinden armas en Mestalla nada más entrar por la puerta. Lógicamente luego el partido te da momentos y oportunidades, pero hablamos en líneas generales de una predisposición mental: el estadio condiciona al equipo visitante, esta temporada, a ver la vida en clave derrotista. Y ese mérito hay que atribuírselo a los aficionados, a los artífices de un clima que hace volar a los de casa y hunde psicológicamente a los de fuera.
No es la primera vez que pasa. La radio y las obligaciones profesionales me han llevado a compartir discusiones futboleras de forma habitual con un tipo que se ha vestido más de quinientas veces la elástica del Valencia, como es Fernando Gómez Colomer. Y recordaba que, en aquella época del 'Made in Valencia' con Carlos Martínez y Michael Robinson al frente de los comentarios en el Plus y Guus Hiddink en el banquillo, el equipo se comportaba de forma muy similar: intratable en Mestalla, con exhibiciones de forma habitual ante cualquier equipo grande que se atreviese a pisar feudo blanquinegro, pero un equipo de Hermanitas de la Caridad a domicilio. Veinte años después, la historia se repite, de nuevo con el estadio como principal punta de lanza.
Por eso, precisamente por eso ganas casi todo lo 'ganable' en Mestalla: porque al equipo sólo se le piden dos, tres arreones de buen juego en noventa minutos que, apoyados en la presión ambiental y en rivales típicamente temerosos, crean una tormenta perfecta que otorgan un par de goles de ventaja, renta más que suficiente para sacar adelante el partido. Nadie, absolutamente nadie puede decir que el Valencia haya practicado un fútbol brillante esta temporada, ni en casa ni fuera. Pero sí hemos visto partidos intensos del equipo ante Real Madrid, Sevilla, etc. Con esa intensidad, orden sobre el césped, un portero que las pare (San Diego es, a día de hoy, el mejor meta de la Liga) y tres o cuatro ramalazos de la calidad que se puede comprar con 125 millones de euros invertidos en fichajes, es más que suficiente.
Fuera de casa, evidentemente, no lo es.
APUNTES SOBRE EL NUNISMO Y LA SITUACIÓN INTERNA
Con todo, nos asalta la sensación de que el problema a solventar no reside en el bajo rendimiento del Valencia a domicilio, sino en el hecho de que gran parte de los puntos amasados hasta el momento en la Liga puedan atribuirse al 'embrujo' de Mestalla y a la mística de los partidos disputados en la Avenida de Suecia. ¿Puedes vivir de rentas todo el año sin necesidad de un 'apretón' que mejore el rendimiento futbolístico del equipo? A estas alturas, ya no cuela el discurso del 'equipo en construcción': la pretemporada arrancó el 7 de julio de 2014, lo que otorga a Nuno y su cuerpo técnico exactamente siete meses de trabajo con el grupo a fecha de hoy. Tiempo suficiente para, al menos, dotar de un esbozo, un atisbo, un bosquejo, un trazo grueso de identidad a su plantilla.
Me preocupa el entrenador. No a los niveles críticos en que se ha erigido un sector de la afición, al que el portugués no podrá seducir porque, sin fútbol que lo respalde, su discurso por sí mismo no enamora. Me preocupa la lectura que hace de la situación actual. Se ha defendido desde el sector más acérrimo (y oficialista) la escenografía de Nuno tras aquellas actuaciones negativas de su equipo: su línea argumental en sala de prensa era incluso elogiada porque "seguro que las críticas que no hace en público a los jugadores, las hace de puertas para adentro". Ya hemos visto, como mínimo en dos ocasiones, que esto no es así ni mucho menos: tras la derrota ante el Levante en el derbi y esta semana tras el batacazo en Málaga.
Me preocupa el mensaje de que aquí no pasa nada que el técnico transmitió a la plantilla tras apenas disparar a puerta durante noventa minutos ante el Málaga. Me preocupan los ramalazos de "Mourinhito", de buscar un enemigo externo (en este caso la prensa, ¡viva la originalidad!) para salir en procesión ante el entorno y proclamar que "la mierda me la como yo" y que "la mierda me la tiren a mí, no me preocupa nada, vosotros a trabajar, a jugar y a ganar". Pero, sobre todo, me preocupa que la lectura a actuaciones como la del pasado lunes sea que "no hemos hecho un mal partido sinceramente" y que "ya les digo que ellos no fueron mejores". Si ese es el listón de la exigencia para esta plantilla, apaga y vámonos.
No creo que ni dentro ni fuera de la plantilla se busque un mártir para colgar del palo mayor ni un cabeza de turco al que echarle las culpas. Bastaría con un técnico que anticipase 'detallitos' como, por ejemplo, que Cancelo iba a acabar expulsado en La Rosaleda por reiteración de faltas. Un entrenador que decida de una vez cuál es el sistema que mejor potencia las virtudes de sus futbolistas y lo trabaje hasta la extenuación, hasta que los jugadores sepan interpretarlo con los ojos cerrados. Un entrenador que lleve a cabo una lectura más rápida y precisa del desarrollo de los partidos, para introducir cambios más acertados (o incluso ambiciosos) en las segundas mitades. Me gusta Nuno y tiene muchas más cualidades que defectos, pero si uno de ellos es la arrogancia (entiéndase bien) de cerrarse en banda a la posibilidad de que haya taras y defectos a corregir, el trabajo de muchos meses puede acabar por la borda en el tramo final de la competición.
El fútbol no son matemáticas. Si lo fueran, podríamos respirar tranquilos ante los ocho partidos que quedan en Mestalla, confiados ante la seguridad de que supondrán 24 puntos más al zurrón del equipo de aquí a final de año. Además, los rivales (Getafe, Deportivo, Real Sociedad...) son, en teoría, propicios para ganar, ganar y ganar. Fuera de casa, sin embargo, el drama podría acrecentarse. Hablamos de un Valencia con peores guarismos a domicilio que Rayo Vallecano, Málaga... ¡incluso que Almería y Eibar! El Almería, un equipo que ha sumado 13 puntos fuera y que lucha a la desesperada por no bajar. El Eibar, club con el sambenito del fortín de Ipurúa como principal argumento para salvar la categoría, ha sumado 15 puntazos fuera de su feudo. En una segunda vuelta en la que visitarás Bernabéu, Camp Nou o Vicente Calderón, entre otros, toca ponerse ya el mono de faena.
Viendo los números, hay que exigir un poco más. Viendo los números, hay que pedir, rogar si hace falta, un poco más de autocrítica interna, que ya hemos visto que apenas difiere en líneas generales de las palabras del técnico en las ruedas de prensa postpartido. Viendo los números, pedirle más juego, más ganas, más fútbol a esta plantilla no es, ni mucho menos, un imposible. Viendo los números, ni siquiera tener en tu arsenal un estadio que gane partidos podría ser suficiente para escuchar el año que viene ese mágico arreglo de Händel que precede a los partidos de la UEFA Champions League.
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