VICENT MOLINS. HOY Mestalla se está ganando en unos meses la categoría de catedral del fútbol español. No es sólo por tratarse del estadio más viejo de Primera, que también, es sobre todo por su aroma a clásico.
VALENCIA.
San Mamés, querido, ya tienes recambio. Mestalla se está ganando en unos meses la categoría de catedral del fútbol español. No es sólo por tratarse del estadio más viejo de Primera, que también, es sobre todo por su aroma a clásico. Una vieja gloria de la ciudad, como al Aquarium, como el cine d'Or, pero a gran escala, y con coincidente función: hacer fruir de forma colectiva. Del lamento por otro partido más en Mestalla, a la celebración por una nueva cita en el antiguo mamotreto de hormigón. La liturgia, el rito, vuelve a celebrarse como si se tratara de una cita tomada por el Tinder; ya no es un pesado compromiso equiparable a verte los domingos con tu cuñado.
"Atmósfera de final de la FA Cup", escribía el sábado a las 15.49 el periodista inglés Sid Lowe desde la terraza de Mestalla. (El otro día en un programa de radio queriendo recitar esta frase dije 'fuck up'... en fin).
"Fabulosa atmósfera en Mestalla", escribía el inglés a las 16.19, en plena descarga.
Mestalla, y es ya casi literal, no se acaba nunca. La enconada rivalidad entre bandos, este deje cainita, quizá no ha permitido asumir desde un poco antes que el estadio ha pasado de ser el contexto para un espectáculo, a ser el espectáculo mismo, tanto que en ocasiones pareciera que los futbolistas son sólo los teloneros.
Para un club perdiendo aficionados a marchas forzadas, con nuevas generaciones huidas a favor de 'Los Manolos', recuperar músculo social, tonificar sus bases, es la mejor noticia que le podía ocurrir camino, como iba, de la inopia. Las calvas en las gradas en los últimos meses se han repoblado. Jueves a las 22 horas contra el Córdoba, lleno.
¿RAZONES PARA EL CAMBIO?
- El rendimiento deportivo, elemental. Los brotes verdes del pizzismo a través de eliminatorias a cara de perro ya sirvieron de adelanto. Cuando hubo un poco de fulgor, la hinchada se amotinó en sus asientos y respondió con gritos de aliento. Si la temporada, en cambio, hubiese comenzado en drama, todo la fuerza se desactivaría y de nada servirían los complementos. Pues eso. En cambio ver al Valencia desde su casa, atacando vertiginosamente y defendiéndose como un clan con malas pulgas, produce un efecto vitamínico. Los de Nuno cuentan con una gran ventaja: progresan a partir de una herencia nefasta. Así es más fácil conectar con las gradas.
- Otra razón para el cambio está detrás de la puesta en valor del estadio. Los más distantes al régimen se lo tomaron a chirogota. Sólo veían el dedo señalando la luna. No es la pintura, es la consideración hacia el recinto. Mestalla podría seguir siendo gris por fuera, y de hecho continúa teniendo decenas de triples by-pass, sus tripas están cosidas a parches, sus venas obstruidas de cemento. Pero es la exaltación en el día a día del club, la celebración de ir a él, lo que permite su nuevo éxito popular.
- Enlazado a esto aparece el mensaje populista de Nuno y sus jugadores. Una estrategia bien hilada. "Fantáashhtico, fantáashhtico", repite el portugués a ritmo de mantra. En lugar de pedir, agradecer. Entiende (tampoco era tan difícil) que convertir Mestalla en trinchera, glosar sus encantos, es más útil y da más puntos que cargar contra los aficionados.
- Y como colofón a todas las razones anteriores aparece una que las resume: la necesidad de recobrar el amor propio. En pleno trance de desprestigio total de todo aquello que tuviera que ver con las siglas VCF, poder recuperar Mestalla como hogar en el que enorgullecerse es la manera natural de reencontrarse con el club.
Por todo eso Mestalla huele a nuevo San Mamés, a vieja catedral.