En 1980, tras perder en Nantes en semifinales, la afición llevó en volandas al equipo para lograr una épica remontada por 4-0 en Mestalla El Valencia ganó la Recopa en Heysel hace 34 años el mismo día que tiene una cita en Turín
HÉCTOR ESTEBAN | VALENCIA..-
El camino de la remontada el jueves en Mestalla ante el Sevilla empieza por una fecha: el 14 de mayo. El Valencia tiene una cita con la historia, la misma que hace 34 años, porque ese día, en 1980, los valencianistas lograron en Heysel uno de sus mayores éxitos deportivos: la Recopa de Europa ante el Arsenal de Terry Neill. La mayoría de los jugadores del Valencia de hoy, seguramente, ni siquiera sabrá que un 14 de mayo un tipo de Onda llamado Enrique Saura, que jugaba por donde hoy lo intenta Feghouli, levantó como capitán uno de los trofeos logrados en una de las épocas doradas del club.
El héroe de aquella noche fue Pereira, un pontevedrés con pinta de leñador, levantado a hombros por Higinio para salir por la puerta grande tras detener a Rix sendos penaltis. La tanda de cinco finalizó con cuatro penaltis a favor para cada equipo y un fallo. El error de Kempes en el primer lanzamiento, que en teoría era el seguro de vida para el Valencia, lo enmendó Pereira al detener el de Brady inmediatamente después. Tras la tanda, llegó la hora de la muerte súbita. Ricardo Arias marcó y Pereira, otra vez, detuvo el de Rix para pasear a hombros por el césped de Heysel como José Tomás. Aquella parada evitó el trago a Pepe Carrete, que era el siguiente en lanzar: «Yo estaba mentalizado. Ni a colocar ni a nada. Yo le iba a meter un zurriagazo que iba a entrar para dentro como fuera. Con toda aquella gente que había allí no podía fallar».
La gente eran los miles de valencianistas que se desplazaron a Bruselas para acudir a la final. Carrete, un ovetense de Turón que hizo de la banda derecha de Mestalla una fortaleza, todavía recuerda la clave de aquel éxito: «La afición nos llevó en volandas. Allí en Heysel sólo veíamos senyeras. Fue espectacular. La gente en Bruselas y el recibimiento en Valencia».
El calor de la afición es el mismo que se necesita para la vuelta del 1 de mayo ante el Sevilla. Si más de 30.000 creyentes acudieron a Mestalla para vivir la remontada ante el Basilea cuando las puertas del infierno ya estaban abiertas, el club espera que la afición, como ocurrió en Heysel hace 34 años, lleve en volandas a los de Juan Antonio Pizzi.
Carrete, al que todavía Diego Armando Maradona busca debajo de su cama por las noches acobardado por el marcaje que le hizo en su debut con España el 4 de septiembre de 1982, le comió la moral a Rix en la inolvidable final. Tanto que el inglés, que jugó el Mundial de España, falló el penalti decisivo: «Recuerdo que amagó. Hizo una especie de 'paradiña', chutó y la paró Pereira. La tanda fue insoportable. Sobre todo después de fallar Kempes, que era el más seguro. Un calvario. No se lo deseo a nadie».
El Valencia de aquella época no es muy distinto al actual. Por lo menos en lo deportivo. En lo social, es otro cantar con un proceso de venta abierto en canal. Dos técnicos hispano-argentinos, Alfredo Di Stéfano en 1980 y Juan Antonio Pizzi, ahora, gestionan el banquillo. Dos caracteres muy similares para llevar al grupo. Viscerales, impetuosos, impulsivos. «A Di Stéfano no le hacía falta motivar. Con sólo su mirada era suficiente», apunta Carrete, confirmando la exigencia del argentino.
La Liga no fue un camino de rosas ni aquel año ni ahora. En 1980 el Valencia terminó sexto y en esta lleva camino de quedarse en la parte templada de la tabla, un fracaso para las aspiraciones del club.
Además, como ocurrió aquel año, la portería no tuvo un dueño fijo. Pereira y Manzanedo - 'Manzana' para Carrete- se turnaron sin un titular fijo. Esta temporada, el debate en la portería nunca se ha cerrado aún con más galones de Diego Alves sobre Guaita.
«La Recopa fue un bálsamo para todos los sinsabores de aquella temporada. Ganamos el título -una competición que jugó el equipo tras ganar la Copa del Rey del 79 ante el Real Madrid- y todo lo demás se olvidó», explica Carrete. Este es el mismo bálsamo que busca el equipo actual. Un título de la Europa League ibuprofénico para aliviar los actuales dolores del Valencia. Una copa borra todo lo demás.
Hace 34 años, el Valencia perdió en Nantes en el encuentro de ida. La vuelta, con un Mestalla rebosando de aficionados por las gradas altas, empezó a cocinar la gesta de Heysel con el 4-0 a los franceses. Desde ese momento, el equipo de los Tendillo, Botubot, Saura, Bonhof, Solsona, Subirats... empezó a creer que el Arsenal sería otra muesca más. El partido en Heysel, futbolísticamente, fue horroroso, como escribió el redactor jefe de LAS PROVINCIAS Ricardo Ros: «Los 120 minutos de juego fueron de escasísima calidad». Después, Rix y Pereira escenificaron que la distancia que hay entre el éxito y el fracaso se mide en once metros.
Hoy el 14 de mayo, el de 2014, está en el horizonte. Bruselas por Turín. Heysel por el Juventus Stadium. A Valencia le separa de la Europa League el partido de vuelta ante el Sevilla, remontar dos goles y 1.207 kilómetros, los que hay en coche entre la puerta de Mestalla y la capital italiana, donde la Juve es la señora y el Torino el equipo del pueblo.
Las similitudes entre aquel Valencia de Heysel y el de esta temporada son evidentes. Dos equipos que naufragaron en la Liga y que se agarraron a Europa como salvavidas de la temporada. El Sevilla todavía aspira a jugar la Champions League la próxima temporada. Para el Valencia, Europa es el todo o la nada. Al borde del precipicio, cuando uno no tiene nada que perder, la necesidad se presente con una sobredosis de necesidad que se puede convertir en virtud. La afición espera vivir, como hace 34 años, una remontada como la del Nantes.