27 años han pasado desde que Mestalla disfrutara por última vez de sus elegantes zancadas, de su garra, de su zurda dura y prodigiosa, de su instinto goleador, de su leyenda... Entre 1976 y 1984 se fraguó el mito de Mario Alberto Kempes. El argentino, con su estilizada figura y su característica melena, compone una imagen inmortal en la memoria de la afición ché. Ayer, el coliseo blanquinegro se puso en pie para homenajear al que, para muchos, es el mejor futbolista de la historia del Valencia.
Era un tributo esperado y merecidísimo. Todo estaba listo para el gran día. Se acercaban las diez de la noche y la emoción embargaba a Mestalla. Los jugadores del Valencia y el Espanyol formaron un pasillo en el césped para recibir al ídolo de varias generaciones. La megafonía lo anunciaba con verdadera pasión. Ni un espectador sentado en su butaca. Todos bien erguidos. Entonces el Matador salió del túnel de vestuarios. En ese mismo túnel, justo antes de la escaleras, el exjugador pudo comprobar la devoción que siente esta ciudad por él al observar una impresionante foto suya en las paredes. Su rostro y sus brazos levantados sirven de inspiración al actual equipo. Representa el éxito y la lucha.
Kempes salió acompañado de niños con la camiseta de la Senyera y el dorsal 10 a la espalda. El que fuerapichichi en dos ocasiones como valencianista se detuvo en el punto central y, agradecidísimo, repartió saludos a los cuatro vientos. Entonces, para añadir una buena dosis de emoción, saltaron al campo sus viejos compañeros de fatigas. Sus once amigos, Cervero, Tendillo, Ciraolo, Sempere, Arias, Felman, Aliaga, Miguel, Giner, Payà y Pablo, también crearon un pasillo. Mestalla coreaba su nombre de forma incansable. Justo enfrente de Tribuna, la Agrupación de Peñas había colgado una pancarta que rezaba «Mario, estás en casa». En uno de los goles ondeaba una enorme tela con su rostro dibujado. Mientras, el marcador reproducía imágenes y vídeos con los mejores momentos del carismático atacante.
La guinda la puso el presidente blanquinegro, Manuel Llorente, quien le hizo entrega de la nueva elástica de la Senyera. Un diseño clásico que traslada a una época gloriosa que tenía a Kempes como protagonista. «Me trae recuerdos lindos esta camiseta. Una de las pocas veces que la usamos salimos campeones», admitió el argentino. Con los colores de la bandera y con dos goles del Matador, el Valencia ganó ante el Real Madrid la Copa de 1979.
Justo antes de abandonar el terreno de juego, Kempes se fundió en un abrazo con el entrenador Unai Emery. Como sintonía de despedida, sonó una canción argentina dedicada a sus éxitos. El Matador se sentó en el palco junto a Llorente para presenciar el partido. Pero no lo vio completo, pues en el descanso se marchó de Mestalla al sentirse indispuesto y mareado como consecuencia del largo viaje.
Antes de irse al hotel comentó lo que había sentido durante el homenaje. «Ha sido muy lindo y emocionante. Sabía que iba a recibir una sorpresa, pero no sabía que era tanto. Me he encontrado con mi público y mis compañeros. Es una noche especial. El reencuentro siempre es lindo», comentó Kempes, quien vería con muy buenos ojos trabajar para el Valencia: «Sí me gustaría. Las posibilidades siempre están. Siempre me he sentido valencianista. Estaría dentro de mis posibilidades, pero eso debería decirlo la gente del club. Yo siempre que vengo me paso por aquí».
Llegó a Valencia sobre las cinco de la tarde tras un largo viaje. Apenas pudo descansar, ya que antes del partido tenía una cita con los veteranos. Acudió a la sede de los exjugadores, donde se descalzó para que la asociación elaborara un molde de sus mágicos pies. Los mismos que llevaron a Argentina a ganar el Mundial en 1978 y al Valencia a conquistar una Recopa y una Supercopa de Europa.
Luego se dejó caer por las oficinas del club. Allí le esperaba Llorente, quien pidió al Matador que firmara un cuadro con su imagen. Kempes entró al estadio atravesando una marea de seguidores que le tocaban, le aclamaban, le pedían fotografías...
Kempes se conmueve al pensar que, generación tras generación, el templo de Mestalla le rinde culto: «Es asombroso porque es algo que va de abuelos a padres y de padres a hijos. Es la familia valencianista». Su leyenda es eterna. Y el club la ensalzó ayer. Como tocaba.
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