En abril de 2005, se abrían las puertas del paraíso para el Valencia. Juan Soler, entonces presidente blanquinegro, invitaba con orgullo a que se conocieran los entresijos de un fantástico lugar repleto de riqueza y éxito. Un proyecto magno que contemplaba suculentas operaciones inmobiliarias. Hoy, más de seis años después, el negocio finaliza con unas condiciones que nada tienen que ver con las anunciadas por el constructor. Aquel escenario que pintó resultó ser un castillo en el aire. Y se derrumbó dejando paso a un club al borde del abismo. La entidad despertó del sueño para afrontar la cruda realidad. Por ese motivo, pese a que las previsiones iniciales se estrellaron estrepitosamente, el acuerdo que han cerrado ahora Manuel Llorente y Bankia supone la panacea. El compromiso permite que la sociedad de Mestalla vuelva a echar a volar, aunque tanto ella como las demás empresas involucradas en el fracasado plan han resultado mermadas.
Las entidades bancarias han acabado apropiándose de gran parte del patrimonio como solución de urgencia. Bankia perdona al Valencia los 250 millones de euros que le debía en concepto de créditos a cambio de una buena suma de patrimonio: los terrenos del viejo Mestalla, la ciudad deportiva de Paterna y el suelo terciario de la avenida de las Cortes. Nozar, la empresa que pagó al club 180 millones por una superficie contigua a la futura ciudad deportiva de Porchinos, quebró en 2009. Unos meses antes, para rebajar su deuda, había vendido a BBVA ese suelo.
A Bankia no le ha quedado otro remedio. El préstamo concedido al Valencia penalizaba considerablemente a la entidad financiera de cara al examen que en verano realizará la autoridad europea.
Bankia se encontraba entre la espada y la pared. El Valencia descartó radicalmente la opción de devolver el dinero aduciendo falta de liquidez. Visto lo visto, el banco aceptó cobrar a base de activos inmobiliarios. La sociedad deportiva reduce su deuda desde los 370 millones hasta los 120. Un desahogo que permite la obtención de un crédito de 150 millones para terminar las obras del nuevo Mestalla.
El flamante estadio, la joya del proyecto presentado en su día por Juan Soler, cogía polvo desde que en febrero de 2009 se paralizaran sus obras. Los trabajos se reanudarán dentro de cinco meses. El que fuera presidente del Valencia valoró ayer la operación.
«El Valencia reanuda las obras, pero pierde muchísimo patrimonio. El valor de mercado es muy superior a las cifras barajadas. Había costado mucho tiempo reunirlo. Es un acuerdo beneficioso para Bankia y perjudicial para el Valencia. Pero el mercado es el que es. Son tiempos difíciles», comentó Soler, despagado: «Si el suelo terciario entra, el negocio lo ha hecho Bankia».
A finales de 2004, el constructor accede a la presidencia con una deuda algo superior a 100 millones. En marzo de 2008, cuando dimite, el débito ascendía a más de 500. Entre una fecha y otra, hay un periodo marcado por el pinchazo inmobiliario, la falta de previsión, los fichajes a golpe de talonario, los presupuestos calculados al alza...
«Se pensaba que, en un plazo de tres años desde la inauguración del estadio -prevista para 2009-, duplicaríamos los ingresos del club», añadió Soler, quien defendió su gestión: «Cuando me fui, habíamos creado un patrimonio de 700 millones. La crisis ha hecho que no valiera lo que valía. Tengo la conciencia tranquila. Si no hubiera habido crisis, habría salido a la perfección».
Soler, en 2005, proclamó que iba a convertir el Valencia en el club más saneado de España. Compró los terrenos de Porchinos por 60 millones, tejiendo un negocio al que denominó «pelotazo inmobiliario». Unos meses después, traspasó un sector a Nozar por 180. Pronosticó que esta jugada serviría para dejar a cero la deuda y centrarse en la venta del solar del viejo Mestalla por un precio estipulado de 400. A partir de ahí, construiría el nuevo campo, dispondría de una zona terciaria, levantaría una ciudad deportiva en Ribarroja y conservaría las instalaciones de Paterna.
Sin embargo, multiplicó el débito y dejó un patrimonio abundante pero infructuoso. Hoy, el Valencia puede sentirse satisfecho porque ha encontrado una salida que resuelve el colapso económico. Los números distan muchísimo de los imaginados en un principio, aunque saben a gloria. Iluminan el porvenir. Ahora, contando los 150 millones del crédito que recibirá el club para concluir las obras, la deuda quedará en 270. Y las propiedades se reducen al futuro campo y la superficie de Porchinos.
Tras la dimisión de Soler, el sucesor fue Agustín Morera, quien celebra el desenlace: «Todo lo que sea acabar el estadio es interesante. Hay que felicitarles. Quitar deuda y vender los terrenos a precio de mercado es importante, pero el Valencia no ha dado los detalles sobre la operación y no quiero aventurarme».
Sobre el papel, el Valencia deberá trasladarse próximamente a Porchinos. «Desde el pasado 3 de noviembre, tienen un año para iniciar las obras. Es la ley. Hay una cláusula por la que, en caso de que el Valencia no viniera, perdería la parcela. Al igual que el aval de 7,5 millones», afirmó el alcalde de Ribarroja, Francisco Tarazona, al corriente de que han surgido municipios alternativos: «No tengo miedo. Qué mejor que aquí, que está todo aprobado. Voy a defender mi pueblo. Yo creo que son serios y por tanto tendrán que cumplir».
Porchinos sigue poblado de naranjos. Uno de los principales terratenientes que vendió sus campos se llama Paco Albiach. Juan Soler no escatimó recursos, llegando a pagar cinco millones por hanegada: «Para mí, Soler ha sido el mejor presidente porque yo me he beneficiado económicamente. Pero el mejor para la gestión del Valencia es Llorente. He tratado con él y Javier Gómez y negocian muy bien. Llegué a un acuerdo en la época de Soler, pero firmé en 2010 con Gómez. Cambiaron algunas condiciones, siempre ganando el Valencia». Un ligero ejemplo de la pesada herencia blanquinegra.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2011-12-18/negocio-maldito-final-feliz-20111217.html