El momento decisivo de la temporada ha llegado para el Valencia. El equipo se ha repuesto a la perfección de la derrota frente al Barcelona, como quedó demostrado en Palma de Mallorca. El triunfo en la isla -una vez más remontando un marcador adverso- sirve para reencontrarse con la victoria, aferrarse con fuerza a la tercera posición, continuar sumando en esta carrera de larga distancia y afrontar pletórico la visita a Gelsenkirchen, el compromiso más importante de la temporada.
Al Valencia le espera el miércoles su partido más importante en lo que lleva de ejercicio. En juego estará acceder a los cuartos de final de la Champions, algo impensable cuando inició su andadura allá por el mes de julio. Lo más alentador es que llega a la cita probablemente en su mejor momento, al menos de resultados.
El regreso de Mallorca fue la viva imagen de un equipo seguro de sí mismo y convencido de sus posibilidades europeas. Casi nadie habló del partido que acababan de ganar. Dentro de un ambiente distendido y alegre, cualquier comentario giraba entorno a lo que aguarda en Alemania. Pero siempre con un moderado optimismo presidiendo toda afirmación. El Valencia se considera superior al Schalke y viajará mañana dispuesto a demostrarlo con hechos sobre el terreno de juego alemán.
Esa sensación de superioridad la asumen los propios protagonistas, después de visto el desarrollo del enfrentamiento de ida disputado en Mestalla. Una sensación que hace suya también la afición valencianista, que en la jornada de ayer mostró su aliento al equipo en el transcurso del entrenamiento matinal que dirigió Unai Emery. «Representáis nuestros sueños, hacedlos realidad», rezaba una pancarta que presidió la sesión de trabajo de la plantilla.
El Valencia se encontrará en Gelsenkirchen a un Schalke del que no se debe fiar en absoluto de su mala trayectoria en la Bundesliga, en la que no consigue alejarse de la zona peligrosa de la clasificación con una diferencia de puntos que le conceda la tranquilidad definitiva. Pero por esto no va a ser un rival sencillo. Se centró de lleno en la Copa alemana y disputará la final. Hizo lo propio en la Champions y ahí está, con un resultado mínimamente favorable de la ida, pero que espera rentabilizar lo suficiente como para asegurar su continuidad en la máxima competición continental, con el apoyo de su afición. Será un partido el del miércoles en el que Raúl y los suyos sólo tendrán en la mente superar al Valencia y seguir en tan prestigioso torneo.
Bueno será también que los de Mestalla no acudan con exceso de confianza, por aquello de que el Schalke no anda bien. Es un equipo alemán y con esto está dicho todo. Con su mentalidad, su físico y su disciplina son capaces de superar la falta de buen juego. A base de balonazos largos, poniendo en marcha el rodillo, pueden destrozar a cualquier rival. Y el Valencia tiene experiencias suficientes acumuladas ante equipos teutones como para saber lo que significan.
El empate a un gol de la ida obliga a los de Emery a marcar. No hacerlo es despedirse de los cuartos de final de la Champions y olvidarse del prestigio y del dinero que hay a ganar. Pero este Valencia, como visitante, es un mal convidado; de medio campo hacia adelante sabe hacer daño. Lo está demostrando esta Liga, en la que ha logrado ocho victorias y dos empates en sus 13 salidas. Ha perdido en el Camp Nou, Sánchez Pizjuán y Santiago Bernabéu. La derrota ante el Real Madrid fue la última. Se remonta al 4 de diciembre de 2010. Los de Mestalla están a dos triunfos a domicilio para igualar las diez jornadas seguidas sin perder fuera, que se alcanzaron en las campañas 1941-42 y 1942-43.
Otro dato favorable a tener en cuenta en este Valencia es que en Mallorca volvió a ganar remontando un resultado adverso, por quinta vez, la cuarta como visitante. Ha repetido la gesta en los feudos de Real Sociedad, Atlético de Madrid, Athletic de Bilbao, y en Mestalla con el Málaga como rival. Gelsenkirchen espera ahora. Emery dispone para ello de toda la plantilla. La enfermería está vacía y la moral del grupo, por la nubes.