VICENT MOLINS. HOY La Curva ha hecho de detalles que a Mestalla ni le van ni le vienen, todo un debate geopolítico que ríete tú de nuestra riña en la mesa de Nochebuena
VALENCIA.
Cómo me anima la Curva Nord. Cómo leen las partituras y danzan juntos cual coreografía precisa. Cómo vociferan haciendo que en lugar de al Camp Nou (un estadio, se comenta, bajo el efecto 'Bye bye Barcelona')Mestalla se parezca a San Mamés (el nuevo, no, el otro). Cómo han influido para que el Camp del València sea un lugar vibrante al que ir y las sillas vacías sólo sean un mal recuerdo de los año de plomo. Cómo han hecho renacer el valencianismo entre una cohorte de edad, jóvenes y teens, a punto de desertar para pirarse al bipartidismo o, en el peor de los casos, al Atlético. Cómo nos gusta la Curva Nord, pero...
Asesorados por antiguos consejeros áulicos que no se resisten a pasar al cuarto plano (qué empeño en no dejar que las nuevas generaciones se equivoquen solas), la Curva ha hecho de detalles que a Mestalla ni le van ni le vienen, todo un debate geopolítico que ríete tú de nuestra riña en la mesa de Nochebuena. ¿Que tienen razón porque no había motivo para quitar la pancarta de allí y sí para dejar la bufanda de más allá que se ve si te fijas en la esquina inferior a la derecha? Tienen razón, casi con toda probabilidad, porque si se dirigen tan vehementes es por algo, si no de qué.
Seguro que llevan la verdad consigo cuando se muestran temerosos ante una supuesta caza de brujas del club, y cuando desconfían deAmadeo Salvo 'El Conqueridor'. Seguro que si recelan porque el nuevo orden les quiere hacer la vida imposible para acabar oprimiéndoles y orillarles hasta no tener sitio en el estadio es con justificación y en base a detalles que ellos sí habrán percibido. Seguro que merecen un trato mejor por todo lo que dan. Seguro que este ataque de importancia del que quieren hacernos partícipes es necesario para que la injusticia que se comete con ellos tenga la resonancia necesaria y nos enteremos de lo que padecen.
Pero seguro que tendrían más adhesiones ante ese problemón que les enfrenta con el club si la Curva siguiera recta en los principios fundacionales que nos arrearon, la hoja de buenas intenciones que nos creímos, cómo no nos las íbamos a creer. Seguro que si la Curva siguiera fiel a los mandamientos escritos en sus tablas de Moisés, la afinidad para con ellos crecería.
Porque una cosa es decir que no se iban a inmiscuir en la vida gubernamental del club, que ni tan siquiera tomarían partido en el casting para elegir propietario (por lo general así lo hicieron) y otra inmiscuirse en contra de la política del club, cargar contra el presidente ante un problema 'íntimo', cuando se reservaban -seguramente con buena vista- ante problemas generales. Porque una cosa es afirmar que jamás permitirían violentos entre sus filas, y otra, cisma mediante, volver a respaldar a quienes nunca los condenaron y que, en el mejor de los casos, los cobijaron. Porque una cosa es tener el mérito de aglutinar a la afición y otra aglutinarse para formalizar un poder fáctico. Porque la frontera entre la pasión y la coacción a veces es de paso fácil.
No hay demasiada gente en Mestalla que vea con malos ojos a la Curva Nord. Intuyo que todo lo contratrio. La aceptación masiva con la que fue acogida tuvo mucho que ver con su discurso lejano al barrabravismo, con su desapego de las malas prácticas que convertían la animación en una palanca de presión. Desperdiciar esa confianza para dar paso a lo de siempre -en manos de los de siempre-, buscando enemigos externos sin parar, supondría perder el norte de una Curva que si gustaba era porque quería ir recta.