VICENT CHILET | VALENCIA
Con la llegada de Juan Antonio Pizzi el Valencia afronta la décima temporada con cambio de técnico a mitad de curso desde que en el año 85-86 el equipo descendiese a Segunda. En la mayoría de los casos, el relevo en el banquillo no ha ayudado a remontar la situación del equipo, aunque en otros ejemplos sí se sentaron las bases de posteriores proyectos duraderos. Sólo en una ocasión el equipo registró un cambio positivo radical. Fue la pasada campaña, cuando Ernesto Valverde volteó la mala trayectoria de Mauricio Pellegrino, su antecesor, con una segunda vuelta notable en la que casi se consigue la clasificación para la Liga de Campeones. El mismo objetivo que se le reclamará a un Pizzi que deberá firmar unos números casi perfectos, con mínimo margen para el error.
En la temporada 85-86 el Valencia se precipitó al único descenso a Segunda división de toda su historia. La sustitución de Óscar Rubén Valdez en el tramo final del campeonato por su compatriota Alfredo Di Stéfano no obró el milagro en un equipo tocado de muerte. «La Saeta Rubia» continuó en su cargo y devolvió al Valencia a Primera al año siguiente. La complicada readaptación a la máxima categoría obligó a la directiva de Arturo Tuzón a prescindir de sus servicios en la temporada 87-88, para esquivar la sospecha de otro descenso que no llegó a ser una amenaza real. Roberto Gil, otro nombre mítico y hombre de la casa, estabilizó al equipo.
En los años siguientes se prolongó un periodo de estabilidad Víctor Espárrago, que después de tres años en el club no renovó su contrato. Su sustituto, Guus Hiddink, amplió el periodo de prosperidad, con un buen juego que resistió a la exigencia de títulos y a decepciones como la eliminación en semifinales de Copa del Rey contra el Zaragoza. El preparador holandés, sin embargo, sucumbió en la temporada 93-94 a la grave crisis institucional que llegó con la debacle de Kalrsruher. El club pasó a tener tres presidentes y hasta cinco entrenadores. El recambio de Paco Real no obtuvo ningún resultado a corto plazo y la presidencia interina optó por otro viejo conocido como el uruguayo Héctor Núñez. El «Palomo» renovó el once con gente joven, liderada por Gaizka Mendieta, y poco a poco fue calmando los ánimos y recuperando el pulso a la clasificación. Frenada la caída libre, Paco Roig ganó las elecciones y, en su primera decisión, prescindió de Núñez para volver a colocar a Hiddink, el mismo que había iniciado la temporada, tras una breve transición de José Manuel Rielo.
En la temporada siguiente, la 94-95, el ambicioso primer proyecto de Roig, con Carlos Alberto Parreira como entrenador, tras ganar la Copa del Mundo con Brasil, no obtiene el resultado esperado. En la liga se está lejos de los objetivos y el técnico sólo avanzó en la Copa del Rey, con una épica eliminación al Real Madrid. No obstante, el pobre empate 1-1 en la ida de las semifinales de esa misma competición contra el Albacete le valió su despido fulminante. Rielo remonta el cruce y es el encargado de dirigir al equipo en la final, perdida contra el Deportivo por 2-1.
Roig entrega el mando a Luis Aragonés. En la primera temporada, la 95-96, el Sabio de Hortaleza rebasa expectativas, con un subcampeonato liguero con opciones de título hasta la última jornada y semifinales coperas, perdidas también contra el Atlético, el mismo verdugo en el torneo regular. La escasa complicidad en el proyecto del año siguiente, en el que Romario sustituyó al ídolo caído en desgracia Mijatovic, desengañó a un Luis triste, que dimite en noviembre tras un amago previo, que no consumó, en la pretemporada. Jorge Valdano acaba la temporada 96-97 sin alcanzar posiciones europeas y es el encargado de diseñar un proyecto a su imagen y semejanza, con el regreso de Romario y fichajes exóticos como Moussa Saib o Marcelinho Carioca. La pretemporada ofrece divertidas expectativas truncadas con la lesión de Romario en el Trofeo Naranja, luego de una desafortunada chilena ante el Flamengo. El equipo pierde los tres primeros partidos de liga y Valdano, en su última experiencia como técnico, es despedido.
En otro volantazo, Roig cambia de estilo y ficha a Claudio Ranieri. El técnico italiano, un auténtico sargento, poda al equipo de jugadores preciosistas y conforma una nueva base, con futbolistas de peso irrelevante para Valdano, como Mendieta, el Piojo López o Angulo, arropados por veteranos con apetito competitivo como Angloma, Milla, Carboni y Djukic, incorporados ese verano por Roig. La reconstrucción fue lenta y costosa, tanto que dimitió Roig por el camino. No se cumplieron objetivos pero el equipo quedó diseñado para dar guerra a partir de la temporada siguiente.
El Valencia entra en la mejor fase de su historia, con una etapa de continuidad en el proyecto y los triunfos. En siete años pasan tres entrenadores, Ranieri,Cúper y Benítez, pero ninguno de ellos es destituido y se marchan voluntariamente después de contribuir con títulos y finales a la edad de oro del club: dos ligas, una Copa, una Copa de la UEFA, una Supercopa de España y dos finales de la Liga de Campeones.
En el año 2004 el club da un vuelco accionarial y Soler asume todo el poder. Ficha a Ranieri, el técnico que todo lo empezó, pero que había perdido parte de su proverbial espíritu guerrero hasta el punto de ausentarse de un entrenamiento para llevar a su perro, estreñido, al veterinario. El costosísmo proyecto no arranca y Ranieri es despedido tras caer a la primera en todos los torneos: Liga de Campeones, Copa de la UEFA y Copa del Rey. Antonio López, exayudante de Benítez, es reclutado y renovado por Soler después de dos buenos resultados iniciales. El equipo vuelve a estancarse y el club prescinde de López al acabar el curso para fichar a Quique Sánchez Flores.
La debacle del curso 2007-08
Con Quique en el banquillo y Subirats en la dirección deportiva, el Valencia cumple objetivos, si bien su juego carezca, según un sector de la grada, de lucimiento. Todo cambia en la tercera temporada de Quique, la 2007-08. El técnico, condenado a la excelencia tras salvar el match-ball en el que fue despedido Amedeo Carboni, director deportivo y cercano enemigo, cae de su cargo en el mes de noviembre, con el Valencia a cuatro puntos del líder. Los acontecimientos se precipitan con la llegada de Ronald Koeman en el banquillo, tras dos partidos con Óscar Fernández de interino. El equipo cae en picado, Albelda, Angulo y Cañizares son apartados por orden de Juan Soler y sólo la buena marcha en la Copa del Rey, en la que el equipo acaba siendo campeón de un título que no se celebró, alivia la decadencia. Soler acaba dimitiendo y Koeman es destituido con el equipo metido en la dramática lucha por no descender. Como en ocasiones precedentes, Voro, un hombre de la casa como fueron en años atrás Roberto Gil o Rielo, acude al rescate. El Valencia gana dos partidos trascendentales en Mestalla ante Osasuna y Zaragoza y salva la categoría.
La calma regresa con la apuesta por Unai Emery. El técnico guipuzcoano no deja de estar discutido, sobre todo por el número de remontadas que marcan sus encuentros, o por no clasificarse para la Liga de Campeones en su primera temporada, justo cuando contaba con todos los referentes, como Villa, Silva y Mata. No obstante, a pesar de la sucesiva venta de estrellas, el Valencia de Unai logra consolidarse las tres temporadas siguientes como el tercer equipo de la liga, aunque lejos de la perspectiva de títulos por la distancia clasificatoria con Real Madrid y Barcelona y por eliminaciones inesperadas en los torneos cortos.
Manuel Llorente, en una decisión personal, contrata a Mauricio Pellegrino en el verano de 2012. Sin ninguna experiencia en la élite, se veía al Flaco, con su exitoso pasado reciente como jugador valencianista, como una apuesta parecida a la que el Atlético había realizado con Simeone o el Barcelona con Guardiola. El resultado sería deprimente. El equipo sólo transmite chispa en un gran partido contra el Bayern de Múnich en inferioridad numérica, pero no abandona su indefinición. Dos goleadas seguidas (4-0 ante el Málaga, 2-5 contra la Real Sociedad), dirigen la ira de Mestalla hacia el palco. Acorralado, Llorente decide prescindir de Pellegrino, exculpado por la grada. El recambio elegido, esta vez por Braulio Vázquez, es el de Ernesto Valverde, que firma hasta final de temporada. El Txingurri logra aislar al equipo de toda la convulsión societaria, que se cobra las dimisiones de dos presidentes de la Fundación (Társilo Piles, Federico Varona) y del presidente Llorente. Sobre el césped la recuperación del Valencia es notable y el equipo acaba el campeonato a gran nivel, remontando posiciones y disputando una apasionada lucha por la cuarta plaza con la Real Sociedad, decantada del lado donostiarra. Amadeo Salvo no logra convencer a Valverde antes de tomar posesión.
Miroslav Djukic, alternativa que se reservaba Braulio y avalada por Salvo, llega a Valencia en medio de la unanimidad general. Del serbio gustaba su pasado y militancia valencianista, su método y la expectativa de su rendimiento con el Valladolid. Los problemas defensivos y la inoperancia atacante atascan a un Valencia sin evolución, que no logra convencer en los encuentros ganados. Salvo decide reforzar al técnico con un mensaje contraproducente en el que garantiza su continuidad, pase lo que pase, hasta el final de la temporada, y recuerda, como atestigua este reportaje, que pocos cambios en el banquillo han dado el resultado deseado. El 3-0 contra el Atlético de Madrid rompe la cuerda. Es el turno de Juan Antonio Pizzi.