En Inglaterra han llegado las mayores fortunas con fichajes millonarios, pero en España hay precedentes para echarse a temblar La anunciada venta del Valencia crea incertidumbre sobre la fiabilidad del futuro comprador
JOSÉ MOLINS | VALENCIA..-
La bomba saltó en plena junta de accionistas del Valencia y confirmaba lo que nadie, ni en el consejo ni en la Fundación, quería ni en pintura. Bankia ha puesto a la venta el club y negocia con inversores extranjeros la propiedad de la sociedad blanquinegra. Por primera vez en sus casi cien años de historia, la entidad estará en manos de dirigentes que no sean valencianos -ni españoles- y por tanto con menor apego y sentimiento por el equipo y lo que representa. La firma TPG, un fondo de inversión con raíces estadounidenses que tiene sede en Europa, parte como gran favorita en el proceso de búsqueda de un comprador que se haga cargo de los problemas financieros que el club y su todavía dueño tienen con Bankia.
Será la entidad con más historia y más masa social que pasa a manos extranjeras en España. En la Liga los antecedentes de inversores foráneos ponen la piel de gallina, ya que hundieron a clubes como Racing o Alavés, y tampoco el Málaga actualmente puede tirar castillos de fuegos artificiales con el resultado de la llegada del jeque, así que sólo el Granada se presenta como un buen ejemplo de gestión.
Un inversor siempre busca una rentabilidad económica, como ocurrirá también en Valencia, donde están los caramelos de la venta del actual Mestalla o la explotación del futuro estadio a cambio del desembolso inicial. Pero entre los aficionados, con esos ejemplos que tiene cercanos en otros clubes, siempre hay dudas e incluso miedo de que la llegada de capital extranjero conlleve una mala gestión y el equipo se desmorone.
Así pues, los valencianistas quieren un inversor con 'ADN Premier'. Las grandes fortunas del mundo se han fijado en la liga inglesa y más de la mitad de los clubes que conforman la competición, que ya se ha convertido en la mejor del mundo, tienen dueños extranjeros. Jeques árabes y grandes potentados rusos dominan el mercado. Roman Abramovich fue el primero en llegar, en 2003, y ha convertido al Chelsea en uno de los mejores equipos del planeta. Le sigue de cerca el jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan, dueño del Manchester City, que ha gastado y sigue gastando lo inimaginable en fichajes estrella, como Silva o Negredo, para lograr el cetro mundial. Por el momento aún no ha conseguido ese ambicioso propósito, pero cada vez el potencial del equipo es mayor. Al United o al Liverpool, sin embargo, clubes con mucha más historia y palmarés, no les ha ido tan bien con la llegada de los Glazer o de John Henry. El Arsenal -actual líder-, Southampton, Cardiff o Hull, entre otros, también son ejemplos con extranjeros.
En Francia se han implantado en el PSG y el Mónaco con buenos resultados y tras comprar acciones a bajo precio, mientras que en Italia han aterrizado hace muy poco con las carteras llenas en Inter y Roma. Pero el territorio prohibido es Alemania, donde una ley impide a un grupo o a una persona controlar más del 49% de las acciones. No hay jeques, pero sí patrocinios importantes, como LG o Turkish Airlines.
Pero lo que en otros sitios ha sido un cuento de hadas, en España ha acabado en ocasiones en pesadilla. Piterman, tras el Palamós, hundió al Racing y después al Alavés, y ambos clubes han estado a punto de desaparecer. «Hacía de entrenador, tenían que jugar los que él decía. Chuchi Cos era una marioneta», señala Teo Delgado, utillero del equipo vitoriano. «Era excéntrico, quería poner una parabólica en el autobús, contrató a un psicólogo que hacía cantar a los jugadores 'La puta de la cabra' antes de los partidos y en carnavales no se disfrazó en el palco porque no le dejaron», recuerda. Dejó un agujero de 25 millones que el Alavés aún está pagando y al equipo en Segunda B.
En esa categoría se encuentra el Racing, que tiene la negra, y tras Piterman volvió a sufrir con Ali Syed. Nunca llegó a pagar ni un euro de los 15 millones que costaban las acciones, hizo fichajes millonarios como el de Giovani y sumió al club en una deuda y en un desgobierno brutal. «La gente debe ser cauta, que no piensen que un señor con un turbante puede ser la solución, porque igual es la perdición», apunta Jacobo Montalvo, actual dueño del Racing tras recuperar las acciones por orden judicial. «Estaba relacionado con la casa real de Bahréin. Le interesaba la marca Santander, pensó que iba a tener vía abierta con Botín y todo se vino abajo», señala.
En Oviedo todo ha sido diferente. El club se moría, pero Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, compró dos millones de euros en acciones en la ampliación de capital. «Nos tocó a lotería con él», cuenta Sabino López, presidente de la entidad asturiana. Por el momento no se ha implicado con el proyecto, pero si suben a Segunda en la ciudad están convencidos de que se ilusionará.
Pero los más sonados han sido Granada y Málaga. El jeque Al Thani llegó a La Rosaleda tras comprar por más de diez millones la propiedad a Fernando Sanz y provocó la euforia. Se gastó 160 millones en fichajes y la ciudad soñó con lo máximo. El club fue su vía de entrada y promoción ante la obra que iba a hacer. Invirtió en el puerto de Marbella, donde se quedó con la concesión para realizar un centro comercial y un hotel, a los que la Junta de Andalucía dio su aprobación. Pero el Gobierno central del PSOE lo prohibió, le pusieron muchos problemas en el proceso -que sigue parado- y cogió un gran enfado. Se indignó con los injustos repartos de derechos de televisión a su club y se marchó. Dejó a la entidad en la estacada, con jugadores impagados y deudas con Hacienda. Hubo que vender a las estrellas como Cazorla o Joaquín y la UEFA le impidió jugar en Europa por deudas. Ha vuelto 'a medias' y ha pagado lo que debía. Incluso quiere construir una ciudad deportiva.
En la tierra de la Alhambra el caso es peculiar. El italiano Gino Pozzo, propietario del Udinese, se alió con Quique Pina, con quien había adquirido el desaparecido Ciudad de Murcia, para quedarse el Granada y convertirlo en una especie de filial español, donde ceder a los jugadores que no tuvieran cabida para promocionarlos y sacarles beneficios. Compraron la deuda estando en Segunda B y al convertirse en S.A. la transformaron en acciones. Y han consolidado al equipo en Primera.