El club alienta la peregrinación de aficionados al convertir su templo en un museo que recoge la huella histórica de la entidad El Valencia culmina el lavado de imagen del viejo estadio ante las dificultades para reanudar el nuevo
LOURDES MARTÍ | VALENCIA..-
LOURDES MARTÍ | VALENCIA..-
El viejo Mestalla vive atrapado en la paradoja. De la mano de la crisis inmobiliaria, el estadio blanquinegro ha ganado la batalla contra el tiempo y muchos años después de la fecha señalada para su demolición se ve convertido en reclamo turístico. «Un día nos iremos de Mestalla», profetizaba ayer Amadeo Salvo. Y por el bien del Valencia, mejor que ese día no se eternice. Pero mientras tanto la crisis agudiza el ingenio y el club ha decidido emprender un lavado de cara a su desvencijada casa, consciente de que la mudanza puede ir para largo. La tarea, que pretende rescatar el orgullo valencianista, culminó ayer.
Tras la desaparición de San Mamés, el Valencia cuenta con el estadio más viejo de Primera o, lo que es lo mismo, «el de más historia de la Liga BBVA». Por eso el 27 de septiembre, mientras en la sede del club se decidía el futuro de Rami, los operarios descubrían una lona en la puerta cero que reza: «Desde 1923, l'estadi amb més història d'Espanya».
A pocos kilómetros, en la avenida de las Cortes, continúa paralizado el que está llamado a ser nuevo emblema de la ciudad. Allí se levantará un estadio que poco tiene que ver con esa maqueta que el 11 de noviembre de 2006 Juan Soler desvelaba en un acto repleto de personalidades. Tan convencido estaba el constructor de que el Valencia jugaría allí pronto que incluso dejó de lado el cuidado del césped del viejo coliseo pensando en el gigante de 70.000 butacas que tenía planeado. Obviamente, al final hubo que recurrir a los jardineros.
Ahora, y con la intención de atraer a todos los aficionados del fútbol a Mestalla, el club ha reinventado la visita turística que puso en marcha hace años, rebautizando el nuevo concepto como 'Mestalla Forever Tour'. Es, en definitiva, una invitación para que la afición comience a ir despidiéndose de su icono. «Dejaremos una casa de la que nos hemos sentido siempre muy orgullosos. Nos quedará el recuerdo de que fue un estadio en el que el Valencia vivió noches mágicas llenas de éxitos. A partir de hoy, este 'tour' será disfrutado por miles y miles de visitantes, unos valencianistas y otros simpatizantes del que es para nosotros el mejor club del mundo».
Louis Douwens, nuevo director de marketing del club, vivió su primer acto oficial en compañía de los consejeros Manuel Peris y Juan Cruz Sol, del director general Luis Cervera, de la responsable de negocio de Mestalla y promotora de este proyecto, Sandra Sousa, y de gran número de invitados, entre ellos el exfutbolista Ricardo Arias o el socio número uno, José Benet. También asistió una de las sobrinas de Antonio Puchades y la hija de Pasieguito. Todos ellos disfrutaron de casi una hora de recorrido por la historia del Valencia, en el que pudieron bucear en los secretos de Mestalla.
De todos ellos, el vestuario es el más preciado. Se trata de una de las zonas más restringidas del estadio. Los días de partido nadie puede pisarlo, excepto los futbolistas, el cuerpo técnico y, en contadas ocasiones, los dirigentes. Por eso el Valencia lo cuida con mimo, apostando por el diseño 'estilo NBA' que han desvelado las ya famosas fotos de Joao Pereira en su impagable afán por unir al grupo.
Lejos quedan los bancos de madera que trajo consigo Rafa Benítez. En el año 2000 el madrileño pidió un vestuario menos 'cómodo' para que los futbolistas no perdieran en su interior ni un minuto de su tiempo en él y saltaran al terreno de juego con ganas de pelea.
En ese vestuario se aprecia ya el cambio de última hora, marcado por la eliminación del rastro de Rami. La oveja negra ha perdido su taquilla, que se ubicaba entre las de Piatti y Pabón. Generalmente por superstición, aunque a veces debido a una simple coincidencia, desde Juan Sánchez hasta Villa, Soldado o ahora Postiga todos los delanteros centro del Valencia se atan los botines en el mismo lugar. También tiene su 'reservado' el carismático Españeta, un espacio privado en el que mima la indumentaria del equipo.
«Ningún jugador es tan bueno como todos juntos». La frase, que hizo célebre Alfredo di Stéfano, es la última consigna que leen los futbolistas antes de acceder al túnel de vestuarios. Enfrente aparece el lugar donde se reúne el equipo contrario. Ayer ya lucía al lado de la puerta el escudo del próximo rival: la Real Sociedad.
Minutos antes de empezar el partido, tanto los jugadores de Djukic como los donostiarras continuarán viendo la imagen del túnel que se inauguró en 2011 con el objetivo alentar a los valencianistas e inspirar respeto entre los rivales que visitan el viejo coliseo.
En esta zona, los jugadores y hasta los colegiados toman conciencia de en qué consiste eso del Gloval Respect que pretende implantar Amadeo Salvo. «Nuestros valores: respeto y tolerancia, trabajo en equipo, búsqueda de la excelencia, ilusión», ha serigrafiado el club en una de las paredes, frente a un decálogo en el que se recogen algunas consignas dedicadas a los jugadores, con un guiño hacia los colegiados: «Sé educado antes, durante y después de los partidos, ayuda en su difícil tarea a los árbitros aceptando sus decisiones».
El Valencia también quiere mimar a los 'jueces' de los encuentros y en su despacho penden fotos de todos los árbitros de Primera.
Paradójicamente, junto al decálogo del Gloval Respect aparece la escalera metálica de caracol donde hace casi 20 años, en febrero de 1996, Paco Roig, entonces presidente, y Lubo Penev, exblanquinegro que en ese momento militaba en el Atlético, intercambiaron algo más que palabras tras un caliente partido de Copa del Rey.
En el 'tour' los aficionados también pueden visitar la capilla, donde Voro, Giner o Arias eran habituales. Un pequeño y austero espacio en el que está presente la imagen de la Mare de Déu junto a otra más pequeña, cedida por el hoy granota David Navarro y una imagen de San Blas. Pese a ser uno de los espacios más arraigados del estadio, algún exjugador que recientemente militó en el Valencia preguntó en una visita tras colgar las botas si la capilla era «algo nuevo». Nada más lejos de la realidad. Tiempo atrás el Valencia contaba con el padre Elías, párroco del club.
El Valencia también ha reservado un entrañable hueco para las reliquias, como los maletines y baúles de madera donde se portaban los equipajes antaño o una pizarra verde con el terreno de juego dibujado y en la que todavía se aprecian las directrices que Di Stéfano daba a sus futbolistas, leyéndose nombres como Sol o Barrachina entre otros. La acompañan banderines históricos, como los del partido inaugural contra el Levante. En el pequeño museo histórico llaman la atención la peluca naranja con que el eterno Carboni celebró los títulos de la era dorada, el póster con dedicatoria de Rafa Benítez o la enorme foto de Di Stéfano mostrando su aprecio hacia la afición.
Una vitrina muestra camisetas históricas, en especial una de Puchades, así como la triste medalla de plata que Cañizares se arrancó con rabia tras perder la final de Champions de 2001.
Aquellos que pasean por los aledaños ya se hacen una idea del cambio de imagen por las lonas gigantes con los rostros de doce de las leyendas blanquinegras. Y por encima de todas Kempes, quien aparece durante el recorrido en más de una ocasión para acentuar la carga emocional.