AMPARO BARBETA Emery tiene un sueño: ganar la
Champions. Pero, si sus equipos juegan cómo anoche lo hizo el
Valencia CF en Genk, éste anhelo tardará en materializarse. El Valencia, en su estreno europeo, fue incapaz de trenzar una jugada y, como si de un novato se tratara, se vio superado por la presión. Y es que, cuando las ideas no estan claras y se renuncia, sin un por qué, al estilo más válido, todo puede pasar.
Y eso, que enfrente tenía al rival más débil del grupo. La Cenicienta. El equipo más deseado porque, a priori, ese partido era sinónimo de victoria. Pero una cosa es la teoría y otra la practica. Los 400.000 euros que anoche ingresó el Valencia por empatar pueden, a la larga, salir muy caros porque la liguilla es corta y el calendario caprichoso. Dentro de dos semanas, visitará Mestalla el líder del grupo, el Chelsea. Y tras arrancar con un empate, urge ganar. Y no será sencillo.
En Genk, el Valencia frenó en seco toda la ilusión acumulada y expectativas desatadas sobre el devenir europeo. Para caminar con fuerza y mirar de frente hacia la final de Munich hace falta mucho más. Pero para eso, queda un largo recorrido.
Emery, para conquistar su sueño y el de todo el valencianismo, confió la portería a Diego Alves y apostó por el sistema en el que él más cree pero en el que más incómodo se siente el equipo: el 4-3-3. Pero él, erre que erre. Y, si mantuvo la misma defensa que jugó contra el Atlético, echó mano del fondo de armario para revitalizar al equipo. Parejo, inédito hasta el momento, se estrenó en la máxima competición en un trivote con Topal y Banega. También debutaron en la elite Feghouli y Piatti. Soldado, enrachado, se mantuvo.
Y el guión se cumplió. El partido arrancó loco porque los equipos, ofensivos, descuidaron sus defensas y de ello se aprovechaba el contrario. Pero en el tuya-mía, la calidad del Valencia doblegaba al Genk. De ahí la aparente y engañosa superioridad. Y el carrusel de oportunidades. De todo tipo. Rami, con la cabeza, remató fuera un centro desde la derecha de Feghouli (m. 1); Soldado, con el pie, al no llegar a un pase desde la izquierda de Piatti (m. 5); Victor Ruiz, de suerte, al tocar el balón en un centro de Parejo a Soldado ( m. 17).... , el Valencia se plantaba una y otra vez ante Koteles en jugadas aisladas que, se gestaron en las bandas, pero que carecían de profundidad. Se llegaba, pero más por impulsos que por juego. Y faltaba acierto. Y en el fútbol mandan los goles.
Atolondrado en ataque y despistado en el centro del campo, el equipo se encomendó a la rapidez de unas bandas que, con sólo pisar el acelerador, congelaba a sus defensores. Y es que, el Genk era un equipo limitado. Y el Valencia de anoche, un grupo en construcción. De ahí los desajustes. Pero esto, se supone, lo debió ponderar Emery que, sin temor, rescató a jugadores que para la Liga BBVA no estaban preparados para una competición considerada mayor. ¿Depreciaba el técnico al Genk?, ¿o aprovechaba el partido para entrenar? Fuera lo que fuera, el resultado le dio la espalda.
Como ocurrió la pasada temporada, con trivote, el equipo se estanca y no crea juego, lo que unido a la falta de carácter —un jugador como Albelda fue el descarte—, convirtió la primera parte en un entretenido pero insulso acto. Para ganar, hacía falta mucho más. Casi, una reconversión. Pero no la hubo.
Con la reanudación, el Genk trató de sorprender con un lanzamiento desde lejos de Vossen que atrapó Alves. La Cenicienta del grupo quería desquitarse del cartel que Chelsea y Bayern Leverkusen le cuelgan. Para ellos, el empate ya era un éxito; para el Valencia, un traspiés que no entraba en ningún guión. La victoria y casi la goleada se daba por segura, pero el equipo no funcionaba.
El Valencia, que empezaba a ver cómo la victoria se escapaba, trató de dormir el partido e hilvanar, sin éxito, alguna que otra jugada. Pero el equipo estaba espeso. Y roto. Emery, desquiciado desde la banda, dio entrada a Pablo y sentó a un explosivo pero inexperto Feghouli. Se mantenía el dibujo, pero con el castellonense el once ganaba profundidad.
El Valencia dio un paso adelante y se volcó sobre la portería de Koteles. Y , en las botas de Rami, pudo estar el gol. El central, todo un seguro de vida en la defensa —parece que lleve toda la vida jugando con Victor Ruiz—, se transformó en delantero para, de chilena, rematar al poste un balón que, desde la esquina, había sacado Pablo Hernández.
Con Aduriz por Parejo y Canales por Piatti, Emery trató de sacar más mordiente para desequilibrar un partido que, por unas u otras cosas, se había atragantado. Con Canales, el Valencia ganó en el juego entre líneas y con Aduriz presencia, pero el gol se resistía. El equipo buscó reaccionar y enmendar al pifia pero era demasiado tarde y había dejado creer al Genk en sus posibilidades. Y, pudo ser peor, porque, a falta de siete minutos, Alves se reivindicó para salvar un gol cantado, cuando tras una falta a favor del Genk, el balón se quedó muerto para que lo rematara Simaeys. El empate, envenenado, era inamovible. El Valencia tendrá que nada contracorriente si quiere materializar el sueño de Emery. O se mejora, o se evaporará.