FOTOS DE CARLOS REYES.
Este Valencia, definitivamente, es un misterio indescifrable, un tormento surrealista para sus aficionados. Apenas tres días después de sentar cátedra en San Mamés, y tumbar con una sobrada batería de argumentos al Athletic Club, el conjunto de Unai Emery se dejó (nuevamente) remontar en Mestalla, pero esta vez se encargó de complicar el guión hasta lo kafkiano. El Zaragoza, hundido y resignado colista con una honda crisis institucional, levantó un partido en el que empezó perdiendo y en el que tuvo que jugar durante casi 70 minutos con inferioridad numérica, con las expulsiones de Álvarez en la primera mitad y Zuculini en el tramo final. Ni con esas fue capaz un Valencia tan voluntarioso como previsible y lánguido para levantar la situación, ante el asombro de un estadio, primero paciente, pero que acabó encolerizado con su equipo, y gritando "fuera fuera" al palco, donde Manuel Llorente, hierático y con la mirada perdida, aguantó el chaparrón.
El Zaragoza respondía a un engañoso perfil de colista, propio del drama de los equipos grandes metidos en situaciones comprometidas, ante las que no saben reaccionar. No es una contienda para la que esté diseñado, ni para la que probablemente sirvan muchos de sus futbolistas, pero no deja de ser un grupo competitivo, especialmente con un marcador igualado. La velada arrancó entonada. El Valencia encontraba huecos con mucha facilidad, especialmente por la banda derecha, donde las combinaciones entre Pablo y Barragán, con el apoyo de Soldado, caído al costado, siempre creaban superioridad. A la tercera aproximación, en solo diez minutos de partido, llegó el gol valencianista. Soldado, muy combativo, robó la pelota, trianguló con Barragán y cedió a Pablo, que remató de primeras a gol. El tanto debió ser anulado, porque Aduriz, aunque no participase de la jugada, obstruía el ángulo de visión del meta visitante Roberto.
Sería la primera de las muchas decisiones discutibles del colegiado Del Cerro Grande, que sí acertó en cambio con la expulsión del lateral visitante Álvarez, que era el último defensa cuando empujó a Aduriz en la frontal. El Valencia no podría saborear por mucho tiempo su superioridad numérica ni la del marcador, con el penalti con el que fue castigado a la media hora por Del Cerro Grande. Una jugada que ni los propios zaragocistas protestaron. Un centro desde la izquierda que acaba estrellándose en el brazo de Aranda, en su intento de remate ante la oposición de su marcador Dealbert. El colegiado, ante la incredulidad de un Mestalla con media entrada, vio manos del central. Apoño, todo un especialista, engañó con habilidad a Guaita y dio inicio a un nuevo partido en el que el Valencia no sabría poner orden en lo que quedó de primera parte. El juego se contaminó con interrupciones y con Soldado traicionado de nuevo por su temperamento, al ser sacado fácilmente de sus casillas por Paredes. El central le provocó su primera amarilla y a punto estuvo de cocinarle la segunda.
El delantero valenciano templó sus pulsaciones, volvió al partido y protagonizó una de las dos claras ocasiones con las que el Valencia, a trancas y barrancas, contó antes de marcharse al descanso. En la primera, remató de espuela un centro desde la izquierda, bien desviado por Roberto, muy atento en la colocación. Aduriz tuvo su tercera opción clara en la primera mitad con un cabezazo, buscando el palo contrario, después de un buen envío de Barragán, de nuevo muy aplicado en tareas ofensivas. La pelota se marchó fuera por muy poco.
Solo había un encuentro imaginable para la segunda mitad. El Valencia tenía que encerrar, como así sucedió, al Zaragoza, que se defendió con todo el coraje posible. Los jugadores contaron con el apoyo decidido de Mestalla, con buena conexión con el equipo tras la alegría de San Mamés pero a quien acabó enfureciendo. Con dos delanteros sobre el campo, el guión fue claro. Parejo, no tanto Jonas -desubicado en un extremo- surtió de balones a las dos bandas, en las que aparecían Barragán y Mathieu con el objetivo de ensanchar a la defensa rival y centrar balones al área. Con esa previsibilidad, los remates forzados de Aduriz y Soldado morían blandos en los guantes de Roberto, por lo que Unai buscó más improvisación con la entrada de Jordi Alba y Feghouli, dos jugadores eléctricos cuya salida al campo fue muy bien recibida por la grada. Antes, todo Mestalla, y un enfervorecido Unai, reclamaron penalti por unas posibles manos de Djumovic. El Zaragoza no podía apenas ni respirar y Manolo Jiménez vio necesaria la entrada de Obradovic y Luis García para ganar tiempo con algún contragolpe. Lo que el técnico visitante ni ningún espectador imaginaba era que el Zaragoza acabaría dando la vuelta al marcador. Lafita recogió un mal control de Dealbert e hipnotizó la pelota ante el castellonense y Rami hasta ver la entrada de Apoño, un excelente pateador que vio mal colocado a Guaita y mandó la pelota a la escuadra.
Un golpe demasiado fuerte para este Valencia, que se mostraría incapaz de meterle mano a un Zaragoza exhausto, desfallecido entre rampas, y que acabó con nueve sobre el campo con la expulsión de Zuculini. Todos los intentos de remates parecían, además, gafados. Incluso antes del pitido final, Mestalla dedicó su segunda pañolada del año, con los gritos más dirigidos al palco y no tanto al banquillo, buscando respuestas para explicar lo que nadie entiende, el misterio indescifrable de este Valencia.
El Zaragoza respondía a un engañoso perfil de colista, propio del drama de los equipos grandes metidos en situaciones comprometidas, ante las que no saben reaccionar. No es una contienda para la que esté diseñado, ni para la que probablemente sirvan muchos de sus futbolistas, pero no deja de ser un grupo competitivo, especialmente con un marcador igualado. La velada arrancó entonada. El Valencia encontraba huecos con mucha facilidad, especialmente por la banda derecha, donde las combinaciones entre Pablo y Barragán, con el apoyo de Soldado, caído al costado, siempre creaban superioridad. A la tercera aproximación, en solo diez minutos de partido, llegó el gol valencianista. Soldado, muy combativo, robó la pelota, trianguló con Barragán y cedió a Pablo, que remató de primeras a gol. El tanto debió ser anulado, porque Aduriz, aunque no participase de la jugada, obstruía el ángulo de visión del meta visitante Roberto.
Sería la primera de las muchas decisiones discutibles del colegiado Del Cerro Grande, que sí acertó en cambio con la expulsión del lateral visitante Álvarez, que era el último defensa cuando empujó a Aduriz en la frontal. El Valencia no podría saborear por mucho tiempo su superioridad numérica ni la del marcador, con el penalti con el que fue castigado a la media hora por Del Cerro Grande. Una jugada que ni los propios zaragocistas protestaron. Un centro desde la izquierda que acaba estrellándose en el brazo de Aranda, en su intento de remate ante la oposición de su marcador Dealbert. El colegiado, ante la incredulidad de un Mestalla con media entrada, vio manos del central. Apoño, todo un especialista, engañó con habilidad a Guaita y dio inicio a un nuevo partido en el que el Valencia no sabría poner orden en lo que quedó de primera parte. El juego se contaminó con interrupciones y con Soldado traicionado de nuevo por su temperamento, al ser sacado fácilmente de sus casillas por Paredes. El central le provocó su primera amarilla y a punto estuvo de cocinarle la segunda.
El delantero valenciano templó sus pulsaciones, volvió al partido y protagonizó una de las dos claras ocasiones con las que el Valencia, a trancas y barrancas, contó antes de marcharse al descanso. En la primera, remató de espuela un centro desde la izquierda, bien desviado por Roberto, muy atento en la colocación. Aduriz tuvo su tercera opción clara en la primera mitad con un cabezazo, buscando el palo contrario, después de un buen envío de Barragán, de nuevo muy aplicado en tareas ofensivas. La pelota se marchó fuera por muy poco.
Solo había un encuentro imaginable para la segunda mitad. El Valencia tenía que encerrar, como así sucedió, al Zaragoza, que se defendió con todo el coraje posible. Los jugadores contaron con el apoyo decidido de Mestalla, con buena conexión con el equipo tras la alegría de San Mamés pero a quien acabó enfureciendo. Con dos delanteros sobre el campo, el guión fue claro. Parejo, no tanto Jonas -desubicado en un extremo- surtió de balones a las dos bandas, en las que aparecían Barragán y Mathieu con el objetivo de ensanchar a la defensa rival y centrar balones al área. Con esa previsibilidad, los remates forzados de Aduriz y Soldado morían blandos en los guantes de Roberto, por lo que Unai buscó más improvisación con la entrada de Jordi Alba y Feghouli, dos jugadores eléctricos cuya salida al campo fue muy bien recibida por la grada. Antes, todo Mestalla, y un enfervorecido Unai, reclamaron penalti por unas posibles manos de Djumovic. El Zaragoza no podía apenas ni respirar y Manolo Jiménez vio necesaria la entrada de Obradovic y Luis García para ganar tiempo con algún contragolpe. Lo que el técnico visitante ni ningún espectador imaginaba era que el Zaragoza acabaría dando la vuelta al marcador. Lafita recogió un mal control de Dealbert e hipnotizó la pelota ante el castellonense y Rami hasta ver la entrada de Apoño, un excelente pateador que vio mal colocado a Guaita y mandó la pelota a la escuadra.
Un golpe demasiado fuerte para este Valencia, que se mostraría incapaz de meterle mano a un Zaragoza exhausto, desfallecido entre rampas, y que acabó con nueve sobre el campo con la expulsión de Zuculini. Todos los intentos de remates parecían, además, gafados. Incluso antes del pitido final, Mestalla dedicó su segunda pañolada del año, con los gritos más dirigidos al palco y no tanto al banquillo, buscando respuestas para explicar lo que nadie entiende, el misterio indescifrable de este Valencia.
No voy a comentar nada de este partido porque parece un calco al anterior disputado en mestalla contra el Mallorca .
El equipo maño muy inferior a los de mestalla lograron ayer llevarse los 3 puntos del coliseo valencianista,pese a jugar con uno menos casi mas de una hora y con nueve los últimos minutos de partido;el vcf muy superior durante todo el encuentro no encontró hacer valer su superioridad y con un error defensivo acabo perdiendo un partido que no lo debía de haber perdido.