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ORGULLO

ORGULLO

miércoles, 30 de diciembre de 2009

La sanción máxima a Miguel que baraja el Valencia asciende a 150.000 euros

El consejo quiere mano dura. El luso, que gana 5.000 euros netos diarios, no pagó la multa de Café Cantante


La penúltima salida de tono de Miguel Brito puede hacer más daño al Valencia del que inicialmente se pudiera pensar. La indignación que ha provocado su juerga en Lisboa, con tiroteo incluido, ha hecho que algunos miembros del consejo de administración pongan el grito en el cielo. No están dispuestos a continuar aguantando que se siga hablando más del club por asuntos que suceden fuera del terreno de juego que por los resultados deportivos. El enésimo altercado protagonizado por el incorregible futbolista portugués ha dado la vuelta al mundo y el malestar en varios dirigentes es importante. Algunos se han puesto en contacto con Manuel Llorente, para exigir al presidente que se debe poner coto definitivamente a la indisciplina crónica del futbolista.

Miguel Brito le cuesta esta temporada al Valencia cerca de tres millones y medio de euros. A saber, su contrato federativo asciende a 1.842.104 euros netos anuales, con una amortización de fichaje que se eleva a 1.547.125 euros.

En el caso de que el Valencia decida suspender al portugués de empleo y sueldo durante un tiempo, sea el que fuere, el montante económico que supondría para el jugador sería la cifra más elevada con que se haya sancionado jamás a un futbolista de la plantilla. Miguel cobra 4.997 euros diarios, casi cinco mil euros, de ahí que si el consejo opta por una suspensión de 15 días, al lateral le costaría la broma 74.963 euros. Si el castigo alcanza un mes la cifra se doblaría, es decir, 149.926 euros. Un buen pellizco.

Pero lo que desean los miembros del consejo de administración del Valencia es que las sanciones se cumplan de una vez por todas, por elevadas que sean. Alguno de ellos lamentaba ayer en conversación mantenida con LAS PROVINCIAS que, en el caso de Miguel precisamente, no pagara los 40.000 euros que se le impusieron de multa, al igual que a su compañero Manuel Fernandes, por el incidente en el que ambos se vieron envueltos en enero de 2008 en otro local de ocio, Café Cantante, el cual desembocó en detención y posterior juicio rápido.

Algunos dirigentes valencianistas temen que, con el paso del tiempo, Miguel siga jugando, se enfríe el altercado y termine sin sanción de ninguna clase. No ha sido la primera vez que ocurre. Por otra parte, les preocupa que se descargue toda la responsabilidad en el entrenador, como también ha sucedido -sin ir más lejos el día que llegó tarde a la foto oficial de la plantilla-, para que sea quien decida al respecto.

Por el momento, parece que se abre una tregua con motivo del fin de año. Los máximos responsables de la entidad de Mestalla -Manuel Llorente, Javier Gómez y Fernando Gómez-, están de vacaciones, de ahí que sus compañeros de viaje aguarden con interés el final de las fiestas y que, cuanto antes, se convoque una reunión del consejo de administración, para debatir sobre el caso de Miguel Brito.

Del mismo modo, se espera conocer lo que opina Fernando Gómez, como máximo responsable que es de la parcela deportiva. El ex futbolista ha mantenido algún contacto telefónico con el presidente del club durante los últimos días, pero todo queda pendiente para la primera reunión que celebre el consejo, con la asistencia de todos sus miembros.

Por otra parte, los dirigentes valencianistas tienen la intención de aprovechar también los próximos días para realizar diferentes consultas jurídicas y laborales dentro de la ordenanza por la que se rigen los futbolistas profesionales.

Otro punto álgido que entraña el comportamiento de Miguel, que no escapa a los dirigentes del Valencia, es el que hace referencia a la trascendencia que tenga el asunto en el resto del mapa futbolístico, europeo principalmente, que es donde puede tener mercado el lateral portugués, pues en el club blanquinegro ya no queda nadie que defienda su continuidad. La unanimidad es total en lo que se refiere a desprenderse del futbolista, a traspasarlo, y ahí es donde se teme que su particular tarjeta de visita eche para atrás a los clubes que puedan estar interesados en contratarlo. Por poco que sea, se le quiere extraer una cantidad de traspaso.

El representante de Miguel, Paulo Barbosa, es consciente de como está la situación, sabe que las horas de su representado están contadas en el Valencia y trabaja para encontrarle un nuevo destino. Si llegara una oferta mínimanente interesante para las arcas valencianistas el próximo mes de enero, el club no se pensaría desprenderse del futbolista portugués, a pesar de que la plantilla se quedaría un tanto huérfana en la posición de lateral derecho, demarcación para la que tan sólo se dispondría de Bruno. Y si en este aspecto se impusiera el criterio del entrenador, tal vez Miguel permanecería en la plantilla hasta el final de la presente temporada.

Quizás por esa necesidad de disponer del portugués, Emery se puede ver obligado a convocarlo ante el Espanyol. Incluso podría aparecer en la alineación, momento a partir del cual habrá que ver la reacción de los aficionados valencianistas hacia un jugador más protagonista fuera que dentro del campo.

Un Valencia con garantías

La llegada de Llorente ha cambiado la postura de las instituciones y entidades financieras con respecto al club.
El día en el que Vicente Soriano presentó en sociedad a Dalport en el hotel Westin, Jose Luis Olivas se negó a compartir mesa y mantel por la noche con Víctor Vicente Bravo. Tal negativa sirve como reflejo de cómo ha cambiado el cuento entre el Valencia y las instituciones y entidades financieras a lo largo de los últimos doce meses. Un año en el que el club de Mestalla ha pasado por un sinfín de avatares a los que en las últimas semanas se les está dando en parte la vuelta porque, entre otros motivos, hay voluntad de que la nave capitaneada por Llorente llegue a buen puerto y desde las altas esferas se le da credibilidad al actual proyecto.

El año 2009 pasará a la historia del Valencia más por lo social que por lo deportivo. En los últimos doce meses la entidad ha pasado, entre otras coyunturas, por tener a los jugadores sin cobrar, por ver cómo se paralizaban las obras del estadio, por tener preparada en un cajón la documentación necesaria para presentar voluntariamente el corcurso de acreedores, por dos cambios de presidente y sus respectivos consejeros de administración —cuanto menos parte de ellos— por un préstamo de una empresa privada con el que evitar entrar en causa de disolución (Fomento Urbana de Castellón), por una ampliación de capital de 92 millones de euros, por un préstamo concecido por Bancaixa para cubrirla en su totalidad vía Fundació VCF (entidad que también sufrió un relevo en su presidencia, Mariola Hoyos por Társilo Piles), por la aparición en escena de un comprador uruguayo, por demandas entre ex presidentes, llámese Juan Soler y Vicente Soriano, como también entre lóngevos ex directivos, como Jesús Barrachina y Vicente Silla.

Con el paso de los años, la historia irá olvidando unos y acentuando otros acontecimientos y posiblemente una de las conclusiones a las que se llegará es que parte de todo lo sucedido en 2009 tenía como punto de partida darle el último y definitivo empujón del Valencia a Juan Soler. A fin de cuentas, la ampliación de capital sirvió para dar un vuelco al panorama accionarial del club, además de para dotar a la entidad de líquido con el que subsistir a corto plazo. Con los nuevos títulos puestos en el mercado, Soler pasó de controlar el 37 por cien del club a un porcentaje simbólico.

El principio del fin de la era Soler se puso en escena el 2 de abril. Ese día, el Consejo de Administración que aún presidía Vicente Soriano (aunque el ex presidente había ya entonces perdido voz y mando) aprobó dos puntos claves para entender el transcurrir posterior del día a día del club. Por un lado, la mencionada ampliación de capital. Por otro, el préstamo de 50 millones de euros por parte de una de las empresas del castellonense Eugenio Calabuig, préstamo en el que como garantía no se incluía ninguna parcela de Mestalla sino los derechos federativos de los jugadores de la primera y segunda plantilla. Dicho de otra manera, se ponía la primera piedra para quitar el control accionarial de Soler y, además, comenzaba a quedar patente que con Javier Gómez aglutinando cada vez más poder ejecutivo (hasta el punto que dos meses después, aunque fuera por dos días, se convirtió en presidente del Valencia), las ayudas en forma de préstamos llegaban a las arcas de la misma entidad a la que semanas antes no le aceptaban como aval un nuevo contrato de televisión firmado con Mediapro.
Tras la efímera presidencia de Gómez llegó Manuel Llorente y con él una serie de modificaciones al plan de viabilidad ideado por el actual vicepresidente. De primeras, ni Villa ni Silva se venden, salvo oferta «escandolosamente escandolosa», la cual en su criterio no llegó a producirse. El verano, además de tener al Guaje de protagonista, fue un toma y daca entre el Consejo y Dalport, una partida póker en la que ganó quien de verdad ´los´ puso sobre el tapete. La empresa uruguaya no suscribió en la primera ronda su paquete de acciones (llegó a aglutinar entorno al 46 por cien) y entonces entró en escena la entidad presidida por Jose Luis Olivas, Bancaixa, con el respaldo de la Generalitat. La era Llorente tomaba cuerpo y forma.

Faltaba un último capítulo para quitar de un plumazo todo lo que recordase a Soler: recomprarle la parcela de Mestalla, aunque se hiciera por necesidad ante el peligro de que Soler entrase en ley concursal. Todo sea dicho, solo el tiempo dirá si ello tiene o no relación con la cesión en exclusividad de la venta de la parcela a Richard Ellis, como también el acuerdo alcanzado como Regalo de Reyes anticipado con la UTE.

El día en que un inglés compró el Valencia CF

SUPER desvela la operación entre J. Soler y Kevin McCabe que pudo suponer un cambio radical en la historia del club.

Pocos, o seguramente nadie, imaginaban que lo que había detrás de esas imágenes era la venta del Valencia a un magnate inglés, a un gurú de los negocios con ganas de gastarse su dinero en el Valencia.

Puede que sea algo tarde para contarlo, pero dicen que nunca es tarde si la dicha es buena, y la historia lo es. La historia y la dicha son buenas, y reales. Tan buenas y reales que de haber fructificado el asunto, el Valencia CF no sería ahora como es. Si esta historia que SUPER desvela en las próximas líneas hubiera llegado a buen puerto, el valencianismo se habría ahorrado los episodios de Villalonga y su famosa rueda de prensa, las promesas incumplidas de Vicente Soriano y el tormentoso verano de Inversiones Dalport. De haberse cumplido el libro de ruta que Juan Soler y Kevin McCabe —el inglés protagonista de esta historia— trazaron, Manuel Llorente tampoco sería en estos momentos presidente del Valencia. No toca valorar ahora si fue bueno o malo que este cuento del pasado no llegara a buen puerto, y si no toca es porque la realidad es la que es y dice que el Valencia parece estar en buenas manos. Esto es tan solo una historia escondida que este periódico desvela hoy, mucho tiempo después, para interés de sus lectores.

El Valencia acababa de ganar la Copa del Rey con Ronald Koeman pero Juan Soler buscaba casi desesperadamente una salida. Buscaba alguien que le pagara lo que él había gastado en acciones del Valencia y desaparecer del mapa. En esta coyuntura, un empresario valenciano cuyo nombre permanecerá en el anonimato y con intereses económicos en Hungría, contactó con Kevin McCabe, un tipo en busca de inversiones y con ganas de gastar dinero en el mundo del fútbol. Sin ir más lejos, meses antes de que se gestara lo que ahora relatamos, el tal McCabe poseía el Shefield United, actualmente en la segunda división inglesa.

El anónimo empresario valenciano ya mencionado anteriormente habló a McCabe de la posibilidad de comprar el Valencia CF. Se buscó un hombre puente entre McCabe y el Valencia y comenzaron las negociaciones. El elegido en cuestión fue Luis Miguel Romero Villafranca, personaje clave de ahora en adelante en todo el entramado. Abogado en la actualidad, Romero Villafranca ha sido decano del colegio de abogados de Valencia y letrado de Paco Roig. Y abogado de Jesús Wollstein, dato súmamente significativo.

Fueron días de eternas negociaciones para fijar el precio final de una operación que oscilaba entre los 70 y los 80 millones de euros. Pactada por tanto la cantidad, McCabe quiso saber cómo estaba aquello que se disponía a comprar. Encargó una auditoría con la que conocer el estado de salud de las finanzas del club y otra con la que conocer también de primera mano la nómina de empleados de la empresa —sueldos y temporadas de contrato de trabajadores y futbolistas—.Varias semanas pasaron los abogados de McCabe campando a sus anchas por las oficinas del Valencia sin que nada se supiera. Solo un trabajador de la parcela deportiva supo de la historia, pero se le pidió que permaneciera callado, «no vayas a estropear la operación» le dijeron. Así hizo. Un ejecutivo del momento sí sabía lo que en aquellos días se cocía; el entonces consejero delegado del Valencia Jesús Wollstein, hombre de confianza de Juan Soler y que aparece en las fotografías junto al propio Kevin McCabe, un asesor del empresario inglés y Luis Miguel Romero Villafranca.

Acuerdo privado

Las negociaciones avanzaron hasta el acuerdo total. McCabe compraba el Valencia. Quería hacer de él un grande de Europa y nombres como los de Mourinho o Drogba salían a la palestra. Y como no hay más prueba que la que se puede ver, ahí están las imágenes; Kevin McCabe —después de aterrizar en Manises sobre su avión privado— visita la ciudad deportiva del equipo de fútbol que se acaba de comprar. Era mayo de 2008 y las cámaras de SUPER están de testigo. Como convidado de piedra si se quiere, pero testigos de aquella operación que ahora se desvela. ¡El que salía en aquella foto era el dueño del Valencia en ese momento! Sí, era el dueño porque McCabe no viajó a Valencia hasta que el acuerdo privado fue total. Y si visitó Paterna fue para ver la cocina de lo que acababa de adquirir; el vestuario donde todo se cuece, el Santa Santorum de un equipo de fútbol... aquello que si eres escocés y no eres ni futbolista ni entrenador solo se puede visitar si es tuyo.
Satisfecho como estaba el magnate con lo que acababa de comprar, solo quedaba darle formalidad a la operación. Primero que la UEFA aprobara la compra y segundo que el Consejo Superior de Deportes español hiciera lo propio. Situación que, por ejemplo, sí se dio con la compra de Dalport aunque no hubiera ni un duro de por medio. Los formalismos legales, son así…

OK de Bancaja

Todo estaba preparado, Bancaja —principal acreedor del club entonces y ahora— había dado el visto bueno y la Generalitat Valenciana estaba perfectamente informada, pero los formalismos dieron al traste con la jugada. La UEFA no permite que una misma persona, jurídica o física, sea la propietaria de dos clubes que pueden luchar en la misma competición en un momento dado, —ya era dueño del Sheffield United—, pero dispuesto como estaba a salvar aquel escollo formal, McCabe presentó una empresa paralela para que se conviertiera en la nueva propietaria del Valencia, como hizo meses antes, en febrero, para comprar el Fenercvaros húngaro, equipo que compró por 45 millones de euros a través de la empresa inmobiliaria ´Esplanade Real Estate´. La aparición de otra empresa levantó los recelos de Soler y su hombre de confianza Enrique Lucas. ¿Un error? Jamás se sabrá, pero lo cierto es que meses después, en septiembre de 2008 y antes de que se firmara la opción de compra de Soriano sobre las acciones de Soler tras la salida de Villalonga, el propio Soler contactó de nuevo con un McCabe que por aquel entonces ya había perdido interés en la operación a pesar de que antes había asumido las condiciones impuestas por Soler, que entre otras, exigían que el consejo de administración del Valencia estuviera formado por valencianos, y a pesar de que a McCabe jamás se le pasó por la cabeza hacer una ampliación de capital dado que su intención era poner dinero contante y sonante. Sí, por dos veces estuvo firmada la venta del Valencia en favor de Kevin McCabe y por dos veces se rompió. Lo que vino después, es de sobra conocido…

Que esto no se vuelva a repetir

Llorente y Emery se reúnen con el jugador y le lanzan un mensaje claro; el portugués dio su versión.
Ciudad Deportiva de Paterna. A las 15.50 horas llega Manuel Llorente, cinco minutos después lo hace Unai y a las 16.15 horas se presenta Miguel Brito con uno de sus vehículos particulares en las instalaciones valencianistas, después de aterrizar en el aeropuerto de Manises una hora antes procedente de Lisboa en un vuelo directo. Minutos después se reúnen los tres para hablar de los incidentes del día Navidad, que acabaron con el jugador en la comisaría por un altercado en la discoteca RS Dreams de Lisboa. Tanto el técnico de Hondarribia como el presidente quisieron escuchar la versión de los hechos del propio jugador, y a renglón seguido, el presidente se puso serio y le dijo al portugués que no volvieran a ocurrir estos hechos porque dañan la imagen del Valencia. Tenga o no razón Miguel en su exposición de los hechos, lo cierto es que en los últimos días las noticias relacionadas con el club han tenido un cariz negativo, ya que los medios han recurrido a la hemeroteca para recordar todos los incidentes nocturnos realizados por el jugador en los últimos años. Unai está cansado de todo lo que le ha permitido desde que se hizo cargo del equipo, y en la conversación de ayer salieron algunos acontecimientos que le dolieron al jugador portugués.

Aunque pasen las semanas, la relación entre ambos se va a limitar a lo profesional porque siempre que mantienen una conversación nunca se entienden, de ahí que Unai no quiera dedicarle más tiempo al suceso y se va a centrar en el partido del sábado contra el Espanyol. Y si lo considera oportuno, contará en la alineación con Miguel Brito.

El futbolista se explica


Miguel le contó a Llorente y Unai los hechos. Cuenta que acudió a la discoteca junto a varios familiares, pero el vigilante de seguridad no le dejó entrar, momento en el que comenzó la discusión porque él le hizo saber que conocía al dueño, con quien mantiene una buena relación. En ese instante, el vigilante se negó: «yo no voy a hablar con nadie». Al insistirle, según dice el jugador portugués, recibió un puñetazo en su cara. Y apareció otro vigilante con una pistola que es quién realizó los disparos, antes de huir. Las versiones que da el futbolista no coincide con la de los vigilantes de seguridad, pero lo que la policía no pone en duda es que Miguel no realizó los disparos ni tenía el arma, como quedó claro tras los exámenes digitales realizados en las manos y en su ropa. Es más, el jugador ha presentado una denuncia sobre el responsable de seguridad que le golpeó en la cara por agresión.

Al Valencia, lo único que le interesa a partir de ahora es que rinda sobre el césped y no se vea envuelto en ningún incidente más, para que la imagen de la entidad no salga dañada. El presidente, que siempre estuvo correcto, no quiere que esta situación se repita.