BAR TORINO
Recuerdo leerlo durante la pretemporada en algún periódico. Sinceramente, no recuerdo cual. Fue unos días después del sorteo del calendario de Liga. El artículo venía a decir que la plantilla del Valencia se había conjurado para ganar los dos primeros partidos de la temporada a Málaga y Espanyol. Después, apelar a la épica contra el Barçay llegar al parón de septiembre habiendo lanzado un serio aviso a todos los rivales por la Champions.
Como suele suceder en estos casos, las cuentas de la lechera acaban convirtiéndose en una 'leche' que para qué contarte. El golpetazo contra la realidad ha sido tremendo. No ha habido más avisos que los de Miroslav Djukic a sus aburguesados jugadores. Y, qué quieren que les diga, si yo fuera el Cholo Simeone o Jagoba Arrasate, no estaría demasiado acongojado por el Valencia.
No sé hasta qué punto en las entrañas de Mestalla han pasado de la ocupación a la preocupación. Sí me consta que hay inquietud porque el equipo transmite más bien poco. Siendo sinceros, ha involucionado. Como los cangrejos.Descendió a los infiernos en el desastre de Cornellà, pero los primeros 44 minutos contra Messi, Neymar y cia. fueron directamente para bajar la persiana y marcharse a casa.
Un colador detrás: si Messi tiene la noche, se lleva dos balones firmados. De la sala de máquinas mejor ni hablar: perdidas constantes, exceso en la conducción y un ritmo tedioso en la elaboración de juego que convierte al equipo en lento y previsible. Me consta que Djuka lo ve parecido, aunque –obviamente- sus respuestas en público son más comedidas.
Pero el serbio sabe que no puede cometer los mismos errores que le costaron el cargo a Pellegrino. El Valencia no puede transitar in eternum en la indefinición. O carne o pescado. Debe tener un sello identificable. Si elige ser protagonista y defenderse con balón, en las alineaciones de Djukic debe abundar otro tipo de materia prima.Sobran mediofondistas y faltan artistas. Jugadores como Míchel y Javi Fuego se vacían, dan todo lo que tienen, son válidos dentro de la segunda unidad, pero chirrían en el papel de líderes creativos. Prescindir de Oriol Romeu y, sobre todo, de Parejo es difícil de explicar.
Si –parece poco probable- la apuesta cambia y el técnico vira hacia un modelo más físico y aguerrido buscando las salidas a la contra con la explosividad de Pabón, la plantilla no está bien confeccionada. Para ese libro de estilo,sobran mediaspuntas y falta músculo.
Y luego está el vestuario. Pellegrino empezó a cavar su tumba decantándose por uno de los 'lobbies' de poder la temporada pasada. Afortunadamente, el grupito está casi diluido. Djuka es la antítesis. No se casa con nadie. Sino todo lo contrario. Pero ojo. Ha apretado tanto las tuercas que a más de uno en el vestuario le ha faltado el tiempo para rajar del mister. “Los trapos sucios se lavan dentro”, chismorrean. En el fondo es lógico. No están acostumbrados a ser señalados tras esperpentos como el de Cornellà. Y ese es mal negocio para un entrenador. Sobre todo si no es Guardiola y la pelotita no acaba de entrar. Esos mismos a los que critica son los que tendrán que salvarle el cuellocuando vengan mal o peor dadas. Los diez días para Heliópolis se van a hacer muy largos.
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