Joaquín Ríos-Capapé
La suerte está echada. La Generalitat así lo ha decidido. Esas personas que saben, o creen saber, qué es lo que le conviene a la sociedad que gobiernan, los políticos que rigen los destinos de la Comunitat Valenciana, lo tienen claro. Cristalino. Vía libre al plan Newcoval-VCF. Si consideran que esa es la excelencia (¿para quién?, me pregunto yo), pues estupendo. Suerte y al toro. Lo que sucede es que la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia (y el de Ribarroja) que siempre han intentado ayudar al VCF con recalificaciones diversas, históricamente nunca han acertado con la persona que tenía que gestionar, desde una S.A., tales actuaciones.
La aventura comienza allá por el año 1994 cuando Paco Roig es alzado a los altares. Y continúa en el año 1997, cuando el grupo opositor Alternativa Valencianista —entonces era sano que hubiera oposición— planteó una moción de censura al populista presidente de aquel VCF. ¿Saben quién respaldó, desde la sombra, al señor Roig, por cuya gestión continuó apostando después? Ni más ni menos que el entonces presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. Como decía Alberti: «Se equivocó la paloma. Se equivocaba.»
Tanto es así que, años después, la propia Generalitat, presidida por Paco Camps, impulsa un cambio accionarial en el Valencia CF y para ello elige como sustituto a Bautista Soler. Éste, sin ningún tipo de oposición política, traspasa los poderes a su hijo Juan: «Toma, hijo, ahí te regalo tu futbolín». Como escribió el poeta gaditano: «creyó que el mar era el cielo; que la noche la mañana. Se equivocaba». Y a día de hoy, se ha vuelto a apoyar al presidente que eligió Bancaja para solucionar los problemas que el VCF venía arrastrando por culpa de aquellas aventuras, de aquellas equivocaciones. Esperemos que esta vez no tengamos que volver a citar a Alberti: «Por ir al Norte, fue al Sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba».
Hoy, el plan parece serio y eficaz (otra cosa es que sea estrictamente justo). Entonces, aquellos planes también lo parecían. ¿Se acuerdan de lo de «Per un València campeó», o de la torticera primera ampliación de capital, o de la presentación a bombo y platillo de la maqueta del nuevo Mestalla (con abrazos y alabanzas políticas), o de cómo se consintió que Soler desestimara lo de la sociedad mixta VCF-Ayuntamiento-Generalitat? ¿Se acuerdan ustedes? Yo sí me acuerdo.
Pero, dejemos al margen la historia, o sea, la pesadilla, y volvamos a centrarnos en el presente. Hace unos pocos días hemos observado lo sucedido en la junta de accionistas de Bankia, cuyo consejo de administración, a pesar de contar con abrumadora mayoría accionarial a favor de su plan, ha tenido que aprobarlo en junta general. Y, encima, ha tenido la obligación de escuchar a esa gran mayoría (en personas que no en títulos) de accionistas indignados con el trato recibido. Nada han conseguido, ¡faltaría más!, pero les han tenido que oir.
Sin embargo, en el Valencia CF, no ha sucedido así. En el VCF, la aprobación del plan se decicidió en consejo de administración —quina risa m´agarra!— con la anuencia, a lo que se ve, de otras entidades. Financieras y políticas. Y como decía al principio, ¡ojalá sea para bien! Para bien del VCF, claro está.
¿Y saben por qué en el VCF no es necesario aprobar la decisión más importante de la historia del club en junta general? Pues porque (según consta en los textos que se pueden consultar en www.levante-emv.com), en su día se aprobó, en otra junta general y siendo Juan Soler presidente y Manuel Llorente director general, un cambio del artículo 13 de los estatutos del VCF. Probablemente con la oposición más numerosa en contra de una propuesta del consejo de administración desde que el club se convirtió en SAD. Debido a ello, el presidente prometió que, una vez adquiridos los terrenos para permutarlos con el ayuntamiento por los de la avenida de las Cortes Valencianas (cosa que ya ha sucedido, la compra que no la permuta), se restauraría el articulado original. Palabras al viento. Mentira podrida.
Hoy, aquel director general (que entonces ya cobraba un potosí) y ahora presidente (por la gracia de dios), nos explicará el plan a toro pasado, a pesar de contar con el apoyo accionarial de la Fundación VCF, en una teórica junta decisoria, que ni se ha dado, ni se dará. ¡Total, ¡pá que!, debe pensar don Manuel. Y al que le pique, que se rasque.
Se comete de esta forma una indecencia societaria. Legal, pero indecencia. Este plan, aprobado de la forma que acabo de relatar, es al que desde la Generalitat (y desde Bankia) se le ha dado el visto bueno, sin permitirnos opinar a los pequeños accionistas, a la verdadera masa social. Hubiera sido lo justo, aunque nos hubiéramos quedado con el mismo palmo de narices con el que se han quedado los de Bankia. ¡Faltaría más, so pedazos de indocumentados y bocachanclas!
En cuanto al apoyo indirecto que, de esta forma, obtiene el actual presidente, que no sé si será el que ha elegido la paloma para los años venideros (se me eriza el vello solo de pensarlo), o si será otro... Sobre eso, crucemos los dedos y recemos. No vaya a ser que en el futuro, tengamos que volver a recitar a Alberti: «Que las estrellas eran rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba. (...) Se equivocaba»
http://www.levante-emv.com/deportes/2012/07/08/equivoca-paloma/918963.html
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