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lunes, 28 de septiembre de 2009
unai bajo una gran tempestad
Entra el taconazo de David Villa que escupió el palo, o la volea de Silva que se encontró Roberto; en el segundo gol no la pifia Alexis en el despeje y Mathieu no anda cazando mariposas, y ahora se percibiría un clima distinto. Es como si el rayo cae en el jardín y chamusca una rama o, por contra, se cuela por la chimenea y revienta la casa. La misma tormenta, se valora de forma distinta. También pudo empatar antes el Atlético, e incluso ganar, en cuyo caso, las consecuencias del temporal desatado sobre Mestalla hubieran sido devastadoras. Y, ¿qué culpa tiene Unai Emery de todo esto? Pese a sus publicitados errores, el entrenador no es responsable de la inspiración o la ceguera de un futbolista en un lance momentáneo. Sí lo es, en cambio, de que su defensa sea un coladero: alinea a Alexis que está como la Chata. La posición de central es básica, y uno tan inseguro como lo es ahora el malagueño —¿dónde tendrá la cabeza este chico?— desajusta toda la zaga, contagia al resto del equipo y convierte la victoria en misión imposible. Un cambio más o menos afortunado a falta de diez minutos no debería ser determinante. Reforzar el centro del campo con un jugador de perfil defensivo tiene sus riesgos, pero si sale bien, esa decisión no se cuestiona. Por contra, que el equipo baje los brazos en la media hora final, sí que tendría que ser preocupante. Emery es tozudo en sus principios y persistente en su filosofía futbolística: prefiere ganar 5-4 que 1-0, lo que conlleva evidentes peligros y comporta inseguridad. A ella se suma la que le generan sus futbolistas con sus desaciertos y sus despistes. Pero en el fútbol, en efecto, los resultados mandan. Aunque ningún técnico puede garantizarlos.
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