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ORGULLO

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domingo, 13 de abril de 2014

No nos roben el Valencia

@kike_mateu


Lo confieso. El jueves por la noche lloré. Poquito, pero la emoción por el fútbol volvió a hacer brotar lágrimas de mis ojos muchos años después. Fue tras el cuarto gol. Alcacer se vestía de Juanito Sánchez y acudía al primer palo para levantar la eliminatoria a pase del resucitado para el fútbol Pablo Piatti.
Fue en ese momento, con los aficionados congregados en Mestalla abrazándose enloquecidos, cuando explotó la tensión acumulada que yo llevaba dentro. Todos somos humanos. Los narradores también.
Llevo 15 años narrando en la radio partidos del Valencia. Quince maravillosos años en la cabina 34 de Mestalla, y créanme que pocas veces he vivido una noche como esa. Y lo dice uno que sí creía que el Valencia iba a remontar. Recordarán que el pasado sábado, en mi rincón semanal en VLC News, escribía ‘No es más que un equipo suizo’. Así titulaba mi verdad tras volver de Basilea y ver con mis propios ojos a un rival endeble al que se le había aparecido la Virgen del fútbol. Esa que también se paseó el jueves por Mestalla, dicho sea de paso.
Yo estaba convencido de la remontada. No hay mal que dure cien años, y a poco que la suerte volviera del lado de Alcacer, Vargas y compañía, los goles darían la vuelta a la eliminatoria. Así fue pero, aunque yo creyera en el milagro, eso no cambió mi explosión de júbilo. Porque la noche fue épica, antológica, de las que recordará nuestra generación y que contaremos a la próxima. Uno de esos partidos que sueñas se produzcan para obrar una quimera deportiva, y que una vez cada muchos años se convierte en realidad. Y por si fuera poco, con un valenciano vestido de Braveheart encabezando a un ejército a pecho descubierto.
Quizá por eso no pude contener las lágrimas, por muchos partidos de rango máximo que haya vivido uno en su vida profesional y personal. Porque el jueves me hicieron feliz. Y eso es el Valencia.
Decía Rubén Darío Ciraolo, ex jugador del Valencia y mi maestro en los comentarios radiofónicos hace una década, que no recordaba una noche igual desde las semifinales de champions ante el Leeds. La gran noche por cierto de Juan Sanchez. Y no se refería al juego, a los futbolistas o al resultado. Hablaba de la gente. Ciraolo miraba el jueves a la grada y veía valencianistas abrazándose, llorando, saltando, y prácticamente asaltando la cabina queriendo compartir su momento de éxtasis con nosotros. Como si los goles fueran nuestros. Suyos. De todos a la vez. Y eso es el Valencia.
Y al lado de Ciraolo el gran Manolo Montalt. Periodista de primer nivel, articulista de VLC News, y comentarista impagable que, pese a llevar en el cuerpo más cicatrices del Valencia que José Tomas, tampoco pudo contener la emoción al terminar la segunda parte de la prórroga. Su corazón pudo a la razón, y puede casi también con su salud. Y eso, también es el Valencia.
Porque el Valencia es un sentimiento. Que durante muchos años las guerras políticas, las cuchilladas societarias, y la gestión de apagar luces mientras se apagaba la ilusión nos consiguieron robar.
El Valencia no es la venta, sus trileros y sus mangarrufas. Ni los bancos, ni los negligentes políticos, ni la retahíla de dirigentes que han pasado por el club en la última década. El Valencia es lo del jueves. Ir al fútbol a morir por un equipo al que probablemente vas a ver fallecer ante tus ojos. Acompañarle hasta el último momento aunque esté moribundo. No abandonarle aunque le den por desahuciado. Eso que se llama esperanza. Lo último que se pierde. Y cuando está todo perdido, resurgir. Resucitar del mundo de los muertos y recordarnos a todos que esto es ante todo un club de fútbol. Nada más. Nada menos.
Así que me permito el lujo de decirles a todos los que pretenden comprar el club, con más o menos oscuros intereses, que no nos roben el Valencia. Que no especulen con él. Que no lo utilicen a su antojo. Que no olviden que esto no es un solar que vale mucho dinero, que esto no es un proyecto inmobiliario. Que esto no son unas acciones de las que apoderarse, ni un aval del que liberarse.
Esto es un bendito jueves por la noche en el que futbolistas, periodistas, presidentes, ex jugadores… y sobre todo aficionados, le recordaron al mundo que ese club con un murciélago en el escudo es un modo de vida. Y como en la vida se sufre, se vive, se llora, se siente. Pero no se compra. No se vende. No se paga con dinero.

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