Pizzi ha logrado hacer del Valencia un equipo más competitivo
J. MONTORO
El juego del Valencia ha sufrido una auténtica revolución en sólo dos partidos y no es magia, no hay una varita mágica que de repente hace correr y funcionar como un reloj al equipo, todo tiene una explicación. ¿Puede un entrenador cambiar tantas cosas en apenas diez días? ¿Es una cuestión de trabajo o de actitud? Porque en el fútbol todo relevo en el banquillo trae consigo una reacción por parte de los jugadores, pero en este caso el análisis de los partidos lleva a la conclusión de que detrás de una cara o caras nuevas hay algo más. Se ve en el campo, pero por si acaso, un jugador como Javi Fuego que no es precisamente sospechoso de tener algo personal contra Djukic lo decía en público al final: «Tenemos las ideas claras, salimos sabiendo lo que hace el rival y lo que tenemos que hacer nosotros». Hay un plan y una metodología de trabajo que los futbolistas aplican en el terreno de juego, y que gira en torno a un concepto táctico clave: la presión tras pérdida. Es la baza que más sorprendió al Atlético de Simeone y hasta al propio aficionado de Mestalla, que lo celebró, lo vivió y se enganchó con su equipo como hacía tiempo no ocurría, acostumbrado como estaba a una manera de funcionar que no tiene nada que ver.
El Valencia de Pizzi parte de una misma filosofía de fútbol, que es la de ser protagonistas, llevar la iniciativa y dar un buen trato al balón, la diferencia está en todo lo demás. Es decir, una cosa es la intención y otra tener un planteamiento adecuado y a los jugadores enchufados para poder plasmarlo sobre el terreno de juego, sin acabar siendo inoperantes en ataque y vulnerables en defensa. Así pues, el equipo que vimos en el Derbi con el Levante y sobre todo la noche del Atlético fue más protagonista que nunca, con posesión de balón superior al 70%, pero esta vez esa posesión se tradujo en un arsenal ofensivo que puso a prueba la solvencia defensiva del equipo de Simeone, el menos goleado de la Liga, que no se llevó tres de Mestalla gracias a la soberbia actuación de su portero y a la falta de remate del Valencia en los metros finales. A cambio, al contrario que tantas otras veces esta temporada, el equipo cedió muy pocas situaciones de superioridad claras al rival, que casi se lleva el partido por un error no forzado de Guaita al intentar despejar un balón colgado con el puño.
Dos gestos de Joâo Pereira
El Valencia ataca, pero cuando pierde el balón dos, tres y hasta cuatro jugadores acosan al jugador contrario para intentar recuperarlo lo antes posible o, si no, impedir que lo puedan sacar rápido y con comodidad. Los primeros defensas son los hombres de arriba, por eso Pizzi acertó al renovar la línea formada por Fede, Míchel y Bernat con los cambios, lo que permitió al equipo pelear, ser intenso y conseguir el objetivo del gol casi al final. Dos gestos de Joâo Pereira revelan las consignas del entrenador, una bronca a Míchel por no haber cortado en falta una salida del Atlético que casi acaba en gol de Diego Costa y las indicaciones a Fede para que dejara de irse hacia el centro y buscara el desborde por la línea de banda. El juego con los extremos es otra de las señas de este nuevo Valencia, como estrategia ofensiva y también defensiva, porque los laterales sufren menos para recuperar el sitio que si han de estar contínuamente centrando desde la línea de fondo y en caso de pérdida la presión en la banda es mucho más fácil y efectiva que en el centro.
El Valencia ataca, pero cuando pierde el balón dos, tres y hasta cuatro jugadores acosan al jugador contrario para intentar recuperarlo lo antes posible o, si no, impedir que lo puedan sacar rápido y con comodidad. Los primeros defensas son los hombres de arriba, por eso Pizzi acertó al renovar la línea formada por Fede, Míchel y Bernat con los cambios, lo que permitió al equipo pelear, ser intenso y conseguir el objetivo del gol casi al final. Dos gestos de Joâo Pereira revelan las consignas del entrenador, una bronca a Míchel por no haber cortado en falta una salida del Atlético que casi acaba en gol de Diego Costa y las indicaciones a Fede para que dejara de irse hacia el centro y buscara el desborde por la línea de banda. El juego con los extremos es otra de las señas de este nuevo Valencia, como estrategia ofensiva y también defensiva, porque los laterales sufren menos para recuperar el sitio que si han de estar contínuamente centrando desde la línea de fondo y en caso de pérdida la presión en la banda es mucho más fácil y efectiva que en el centro.
El Valencia tiene un plan, hay un trabajo, un equipo mejor dispuesto en el campo que sabe a lo que está jugando y además lo hace al ritmo adecuado cuando tiene el balón y también cuando no, pero esto no ha hecho más que empezar. El reto de Pizzi a partir de ahora es mantener esta misma actitud y compromiso de todos los jugadores, necesarios para jugar a fútbol y funcionar como un auténtico equipo, algo que con el desgaste que produce el día a día no es fácil. Que se lo digan a Djukic. Si los futbolistas ven que hay un método y funciona, será mucho más fácil.
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