El director deportivo vive sus horas más delicadas desde que llegó al Valencia y el club no descarta un relevo aunque continúe Djukic
J. C. V. | VALENCIA..-
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Braulio Vázquez está viviendo sus horas más amargas en el Valencia. El director deportivo se marchó el pasado miércoles de Mestalla dolido por el reproche público de una parte de la afición, puesto que sigue considerando que la economía del club está condicionando su toma de decisiones desde que tomó la vara de mando en la parcela deportiva. Pero la confianza no se compra con dinero. Y Braulio, técnico de cabecera de Manuel Llorente, sabe que desde que llegó Amadeo Salvo a la presidencia su puesto peligra. Un final que, si se mira al pasado más reciente, no distaría mucho de su entrada al cargo. Llorente perdió la confianza en Fernando Gómez y ascendió en el organigrama a Vázquez. La situación podría volver a repetirse aunque el actual presidente aún no ha tomado la decisión.
Salvo no escondió cuando entró en escena para el valencianismo, como vicepresidente deportivo de la Fundación, su malestar con una configuración de plantilla que tenía muchos millones de euros sentados en el banquillo. Un discurso que suavizó al tomar posesión de la presidencia pero que el actual director deportivo no olvida. Salvo ha avalado desde entonces el trabajo de Braulio pero nunca ha pronunciado en público, ni ha deslizado en privado, argumentos de confianza tan contundentes como los que sí ha trasmitido sobre la figura de Djukic.
La primera crisis de resultados ya comenzó a agrandar la pérdida de confianza del presidente en su director deportivo, puesto que no entendía que la persona que llevaba dos años poniendo el nombre del serbio como primera opción para el banquillo de Mestalla dejara de opinar lo mismo con la llegada de los primeros resultados negativos. Y un mes después ambos vuelven a tener visiones distantes al respecto, aunque ninguna de las partes ha querido confirmar que el director deportivo haya redactado ningún informe aconsejando la destitución del técnico.
En el seno del club se tiene claro que una posible destitución de Djukic tendría que ir acompañada del cese de la persona que recomendó su fichaje. Una conclusión que parece obvia. Pero la decisión más delicada para Salvo es si se trata de un buen momento para tomar la decisión del relevo en la dirección deportiva aunque el serbio continúe el resto de la temporada en el banquillo. Ahí reside la gran duda para el presidente y es donde la figura de Rufete, un hombre de total confianza para Salvo, va tomando fuerza con la misma velocidad con que la va perdiendo Braulio. Aunque la decisión, la de apostar por la contuidad del actual director deportivo o la de provocar un relevo, no puede prolongarse mucho tiempo. El presidente tiene en mente comenzar la regeneración de la plantilla aprovechando el mercado de invierno, y para ese trabajo necesita una figura en la parcela deportiva que tenga la confianza del consejo de administración, puesto que habrá que comunicar la decisión a los agentes de los futbolistas afectados y, en paralelo, la búsqueda de los posibles sustitutos.
Braulio no pudo esconder ayer en la ciudad deportiva su estado de ánimo. Con gesto serio abandonó las instalaciones de Paterna tras presenciar el entrenamiento de la primera plantilla a puerta cerrada, donde se le vio atender de forma constante su teléfono móvil. El director deportivo sigue considerando que Djukic no saca el máximo rendimiento de la plantilla, en el plano colectivo y en el individual. Braulio no entiende el ostracismo al que han llegado jugadores como Parejo, Míchel, Alcácer o Víctor Ruiz dentro de una plantilla que no está sobrada de efectivos. La última palabra, como con Djukic, la tiene Salvo.
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