J. V. Aleixandre
Con el fin de declarar oficialmente inaugurada la Academia „antes Escuela de Paterna, ahora «Academy», así, en ingles„ el Valencia ha procedido a comprar un defensa central portugués de 19 años. Por lo visto, Djukic, de cuyo futuro todavía nadie sabe nada a ciencia cierta, había pedido un central joven, diestro y dispuesto a aceptar la suplencia. Por lo visto, en la Escuela „perdón, en la «Academy»„ no había ninguno disponible. O son zurdos, o a Rufete „flamante director de la «Academy»„ no terminaban de encajarle porque eran descubrimientos de Juanito Sánchez, anterior responsable de la Escuela, destituido por el actual. Tampoco valía Tendillo Jr., que no es titular en el Mestalla, pero entrena con el primer equipo? O sea, un cachondeo. Todo ello ha conducido al club a arriesgar 1,5 millones de euros en una promesa de 19 años, recomendada por Braulio, quien a su vez ha sido destituido „con argumentos más que sobrados para proceder de tal guisa, pero despedido con muy malas formas„ por falta de confianza. Urge que alguien nos explique este galimatías que se ha montado en la cadena de mando.
Pero así funciona ahora Paterna, convertida en un reino de taifas en el que cada uno cuida su parcela. Braulio no tenía jurisdicción sobre aquellas verdes praderas, con lo que todos esos minifundios, sin nadie que los coordine, campan a sus anchas. Allí se ha hecho fuerte Rufete, uno de los nombres que baraja Amadeo Salvo para encomendarle la dirección deportiva. Ni estos precedentes le avalan, ni su perfil parece encajar con las exigencias del cargo, ni tiene currículo para asumir tamaña responsabilidad. Pero allá el presidente con sus atolondradas decisiones.
En realidad, lo que a Salvo le gustaría es autoproclamarse a sí mismo director deportivo. Y hasta entrenador, si me apuran, para poder hacer y deshacer plantillas y alineaciones a su antojo, con total libertad. Ahí, sería feliz. Como casi todos los presidentes.
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