JV Aleixandre
Ni afloraron nuevas certezas, ni se despejaron viejas incógnitas. El partido ante el Kuban Krasnodar, a parte de proporcionarle los tres primeros puntos de la competición europea, apenas le sirvió al Valencia para algo más. A este equipo de Miroslav Djukic sólo le vale aferrarse al resultando puro y duro para justificar su pobre imagen. El marcador final de los partidos es lo único que salva su trayectoria. Y en tres de ellos ha sido muy apurado (ante Málaga, Granada y Rayo); discreto frente a este Kuban de marras; cómodo en una única ocasión (el 3-1 al Sevilla) y vergonzoso en Cornellà y Villamarín. Teniendo en cuenta, además, la entidad de los rivales derrotados, todos clasificados por debajo de la mitad de la tabla, tampoco es como para disparar cohetes a la conclusión de los partidos. Al contrario: hay más razones para el mosqueo que para el jubileo.
En Rusia, y comenzando por el entrenador, no se observaron muchos datos que inviten al optimismo. La alineación inicial de Djukic fue tan convencional como sorprendente, al situar como punta de ataque a Pablo Piatti, un futbolista prácticamente desahuciado, al que no le acomodó ninguno de los clubes a los que le propusieron marcharse este verano (que, a decir verdad, tampoco eran nada del otro mundo). Se quedó, como quien dice, «a falta de buenos». Ahora, tras haber gozado de sobradas oportunidades (68 partidos jugados y 6 goles marcados), Djukic le rescata del olvido. ¿Para qué? ¿Para que vuelva a mostrar sus carencias? Le conviene explicar a Djukic el motivo de esta decisión tan estrambótica, si no quiere que la atribuyamos a un alocado ataque de entrenador. Y en ese caso, dejaremos de confiar en su racionalidad. En cambio, el técnico no se atrevió a contar de salida, sino hasta bien entrada la segunda parte, con Paco Alcácer, un canterano que apenas ha tenido ocasión de, al menos, ir fogueándose. La del jueves era su cuarta aparición oficial con el primer equipo. En cambio, en las categorías inferiores, tanto del VCF como de la Selección, se ha comportado como un goleador contrastado. Y Djukic debería cuidarle porque con 20 años recién cumplidos, él si que merece las oportunidades que otros han desperdiciado de sobra.
Sigue el equipo provocando incertidumbres y sumido en la indefinición. No se sabe muy bien a qué juega y urge que adopte algún estilo, el que sea. No se trata de una exigencia retórica, ni es una cuestión baladí, sino que tiene que ver con la competitividad. El futbol tosco y primitivo que practica este VCF, dista mucho de aquello que prometió y se esperaba de Djukic. Mañana, en su estreno en el flamante San Mamés, el equipo ha de encontrar la brújula. Y colocar en el puente de mando a alguien que, como Dani Parejo la otra tarde, demuestre que sabe manejarla.
En Rusia, y comenzando por el entrenador, no se observaron muchos datos que inviten al optimismo. La alineación inicial de Djukic fue tan convencional como sorprendente, al situar como punta de ataque a Pablo Piatti, un futbolista prácticamente desahuciado, al que no le acomodó ninguno de los clubes a los que le propusieron marcharse este verano (que, a decir verdad, tampoco eran nada del otro mundo). Se quedó, como quien dice, «a falta de buenos». Ahora, tras haber gozado de sobradas oportunidades (68 partidos jugados y 6 goles marcados), Djukic le rescata del olvido. ¿Para qué? ¿Para que vuelva a mostrar sus carencias? Le conviene explicar a Djukic el motivo de esta decisión tan estrambótica, si no quiere que la atribuyamos a un alocado ataque de entrenador. Y en ese caso, dejaremos de confiar en su racionalidad. En cambio, el técnico no se atrevió a contar de salida, sino hasta bien entrada la segunda parte, con Paco Alcácer, un canterano que apenas ha tenido ocasión de, al menos, ir fogueándose. La del jueves era su cuarta aparición oficial con el primer equipo. En cambio, en las categorías inferiores, tanto del VCF como de la Selección, se ha comportado como un goleador contrastado. Y Djukic debería cuidarle porque con 20 años recién cumplidos, él si que merece las oportunidades que otros han desperdiciado de sobra.
Sigue el equipo provocando incertidumbres y sumido en la indefinición. No se sabe muy bien a qué juega y urge que adopte algún estilo, el que sea. No se trata de una exigencia retórica, ni es una cuestión baladí, sino que tiene que ver con la competitividad. El futbol tosco y primitivo que practica este VCF, dista mucho de aquello que prometió y se esperaba de Djukic. Mañana, en su estreno en el flamante San Mamés, el equipo ha de encontrar la brújula. Y colocar en el puente de mando a alguien que, como Dani Parejo la otra tarde, demuestre que sabe manejarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario