J. V. Aleixandre
09.04.2013 | 05:30
Desde tiempos inmemoriales „o sea, desde que el PP manda en la Generalitat„ el Valencia, como la mayoría de los clubes de fútbol emblemáticos „e incluso de otros menos icónicos„ ha recibidos sustanciosas aportaciones de dinero público. Bien de forma directa, con escandalosas ayudas, o de manera indirecta: publicidad institucional de cuestionable eficacia; lujosa construcción o ampliación de estadios y de instalaciones; exagerados contratos con la televisión autonómica de turno; recalificaciones urbanísticas bochornosas... Era la norma de aquel PP de los años de la opulencia: granjearse adhesiones políticas y obtener réditos electorales al precio que fuera „pagaban las arcas públicas„ para instrumentalizar demagógicamente los sentimientos del personal.
El escándalo había adquirido tales dimensiones que la Comisión Europea ha tenido que ponerle freno. Pero el intervencionismo de los diferentes gobiernos de la derecha en los clubes españoles viene siendo una constante histórica. Por eso sonroja „al menos a quienes todavía tienen capacidad para ello; los que, ni sienten, ni conocen la vergüenza, continúan tan anchos„ que algunos de los que hasta ahora compartían con Manolo Llorente el (des)gobierno del VCF, se hayan rasgado las vestiduras porque el Consell, ante el caos provocado en el club por la sentencia de la la estricta juez Alabau, haya decidido intervenir.
Es obvio que alguna determinación había que tomar para que el club no cayera en el desgobierno. En principio, y de manera provisional, se decidió que Llorente y su tropa se mantuvieran en el cargo. Llevaban ahí durante el largo periodo en el que la Generalitat les avaló para regir los destinos del VCF, sin que a nadie de los que ahora protestan, se le oyera alzar la voz. Al contrario: esa innegable intromisión política en el club, era aceptada con absoluta sumisión. !Ah!, pero ahora que el Consell ha decido cambiar de montura, apartar a Llorente y apostar por otra alternativa en busca de una mayor eficacia, los antiguos prebostes se enfurecen y protestan sin mesura. No tienen ningún decoro. Se ufanan de haber llevado a cabo «una gestión perfecta» „Andreu Fajardo dixit„ sin reparar en que han venido subsistiendo gracias, en buena parte, a la sopa boba de esa Generalitat de la que ahora abjuran.
El escándalo había adquirido tales dimensiones que la Comisión Europea ha tenido que ponerle freno. Pero el intervencionismo de los diferentes gobiernos de la derecha en los clubes españoles viene siendo una constante histórica. Por eso sonroja „al menos a quienes todavía tienen capacidad para ello; los que, ni sienten, ni conocen la vergüenza, continúan tan anchos„ que algunos de los que hasta ahora compartían con Manolo Llorente el (des)gobierno del VCF, se hayan rasgado las vestiduras porque el Consell, ante el caos provocado en el club por la sentencia de la la estricta juez Alabau, haya decidido intervenir.
Es obvio que alguna determinación había que tomar para que el club no cayera en el desgobierno. En principio, y de manera provisional, se decidió que Llorente y su tropa se mantuvieran en el cargo. Llevaban ahí durante el largo periodo en el que la Generalitat les avaló para regir los destinos del VCF, sin que a nadie de los que ahora protestan, se le oyera alzar la voz. Al contrario: esa innegable intromisión política en el club, era aceptada con absoluta sumisión. !Ah!, pero ahora que el Consell ha decido cambiar de montura, apartar a Llorente y apostar por otra alternativa en busca de una mayor eficacia, los antiguos prebostes se enfurecen y protestan sin mesura. No tienen ningún decoro. Se ufanan de haber llevado a cabo «una gestión perfecta» „Andreu Fajardo dixit„ sin reparar en que han venido subsistiendo gracias, en buena parte, a la sopa boba de esa Generalitat de la que ahora abjuran.
Alma de cántaro. Se dolía Miroslav Djukic el domingo de que el segundo gol del Valencia venía precedido de un saque de banda favorable al Valladolid, cuyo lateral no había ejecutado para que lo hiciera otro compañero. Eso cabe considerarlo como una antirreglamentaria pérdida de tiempo. Ante esa irregularidad, Joao Pereira decide poner el balón en juego y propicia el gol de la victoria. La jugada ocurre ante las narices de Djuka„como le llaman sus partidarios„ que no reacciona. Siempre fue un poco pazguato. A buenas horas permite Mourinho un lance similar.
Conclusión: el fútbol, como cualquier juego, también es cosa de pícaros. Y Djukic siempre fue un alma de cántaro. Dicen que los equipos suelen reflejar la personalidad de su entrenador. Afortunadamente para el VCF, en el caso del Valladolid, es así. Uns mitjafiga.
Conclusión: el fútbol, como cualquier juego, también es cosa de pícaros. Y Djukic siempre fue un alma de cántaro. Dicen que los equipos suelen reflejar la personalidad de su entrenador. Afortunadamente para el VCF, en el caso del Valladolid, es así. Uns mitjafiga.
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