Campeones de Europa. Y con pocas o ningunas ganas de celebrarlo.
En días como hoy, cualquiera con un mínimo de sentido común puede pasar horas patidifuso, asombrado, absolutamente incrédulo ante la cantidad de idioteces que hay que oír y ver en este santo país. A horas de un acontecimiento deportivo importante, pero que al fín y al cabo no afecta a nuestras vidas lo más mínimo, el domingo amanecía con ese fulgor rojizo en el horizonte que indicaba, una jornada más, nuestra triste realidad: nos quemamosirremediablemente y nadie puede arreglarlo. No sólo literalmente, por desgracia.
Los incendios de Andilla y Cortes de Pallás han servido como trasfondo ideal este domingo para hacernos una ligera idea de la sociedad en la que vivimos. Mientras unos cuantos luchaban contra las llamas con la única ayuda demangueras, cubos, manos y voluntad, los responsables se batían en retiradacon varios destinos: unos, los de aquí, ocultos en sus madrigueras (con honrosas excepciones) a dejar pasar las horas e intentar esquivar sibilinamente cualquier llamarada de indignación ciudadana; otros, los que nos rigen a nivel estatal, decidían que un partido de fútbol era, cómo no, infinitamente más importante que unos cuantos árboles quemados. 50.000 hectáreas de nada. Poca cosa, desde luego insuficiente como para que el señor presidente del Gobierno español se perdiese el España-Italia. ¡A dónde vamos a parar!
Durante todo el día, la sanidad mental iba perdiendo la batalla contra laesquizofrenia. Políticos partidistas intentando sacar tajada de la tragedia.Héroes anónimos incapaces de plantar batalla porque, oh casualidad, se han recortado las partidas destinadas a tal efecto en los últimos años. Medios de comunicación desnortados por aquellos que rigen sus destinos.Descerebrados que se ríen de las desgracias que han azotado a la Comunitat en la última semana, más aún cuando las enlazan con los casos de corrupción y derroche en los últimos años. "¡Os lo tenéis merecido!", nos dicen. Quizá tengan razón.
"Paco, me parece muy bien todo lo que has puesto... pero yo vengo aquí a leerte escribir sobre fútbol".
¿Y qué debería escribir? Seguramente sea un rasgo español y castizo como pocos: el hecho de no valorar lo que tenemos cuando lo extraordinario se convierte en rutina. Hemos ganado la Eurocopa con la gorra, señores. Con latanda de penaltis ante Portugal contabilizando como único "susto" con enjundia suficiente, ver la final hoy contra los italianos ha supuesto un remanso de paz absoluto. Imposible articular un discurso coherente mientras los minutos pasaban: todo eran pensamientos erráticos y dispersos, en una cadena que podría resumirse de la siguiente manera...
"Golazo de Silva. No nos aprietan. Ahí está Rajoy en el palco, se le ve preocupado. La bola es nuestra. Jordi, Jordi, Jordi... ¡gol de Jordi! Qué cagada haberlo vendido tan pronto. Qué cagada no haberlo renovado. Hoy vale veinte kilos. Ellos están muertos. Balotelli se ha creído su propio personaje y no da ni bola. Más minutitos para Torres. Partidazo de Xavi, el mejor. Gol de Torres. ¡Sale Matita! ¡Gol de Matita! Bien está lo que bien acaba".
O algo así.
Hace cuatro años, vimos el partido ante Alemania en los alrededores de Mestalla. Cuatro años que se han pasado en un suspiro, como una sombra en la pared.Lo celebramos por todo lo alto en el Ayuntamiento, con amigos, conocidos, con los míos, con los tuyos. Hace dos, algo similar. No todos los días ganas unaCopa del Mundo. Hoy no era día para festejar nada. Con el paso de los años valoraremos este momento histórico con más perspectiva y el habitual barniz de nostalgia que recubre los buenos recuerdos.
Pero hoy, a esta hora, en este momento, las pocas ganas de celebrarlo se han esfumado. Será la edad. O el fuego, presente en los últimos días en el aire, en la tierra, en el cielo, pasando la vida a través de un filtro dorado y desolador. Metiéndote el desasosiego en el cuerpo sin remedio. Como esos amaneceres decielo encapotado y lluvia golpeando la ventana, en los que tu único deseo, por el que darías la vida entera, es cerrar los ojos y permanecer en la camamientras escuchas las gotas chocar contra el cristal.
Pensándolo bien... no nos vendría mal que mañana lunes el día comenzase así. Nada mal.
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