El reto de Llorente en el bazar

Otra vez sin publicidad. Lo de Unibet y el Valencia es de verdad para hacérselo mirar. Como ya ha ocurrido en algunos partidos desde que esa empresa aterrizó en las camisetas blanquinegras, la vuelta del equipo a la Champions se jugará sin logotipo alguno por esa incómoda normativa que impide promocionar una casa de apuestas. Ni tan siquiera pudieron ayer ejercitarse los jugadores con camisetas con el logotipo. Es curioso pero en el país en el que todo se vende y se compra y, sobre todo se regatea y no en el sentido futbolístico (hasta hubo que negociar el pago del canon de entrada al país), el Valencia saldrá más inmaculado que nunca. No queda otro remedio que aguantarse.

Por nada del mundo dejaría Manuel Llorente que le cayera una multa. Sólo faltaba eso. Bastante tiene el presidente con hacer piruetas para cuadrar unos presupuestos que en otros tiempos gozaban de un aspecto más saludable, al menos en apariencia porque luego se ha visto que estaban vacíos. Que se lo pregunten si no a Jesús Barrachina, ex directivo que podría llenar un libro con las cosas que ha visto en la entidad. El ex consejero se unió ayer a la comitiva valencianista que puso rumbo a Turquía a primera hora de la mañana y en la que también estaban los directivos Társilo Piles y García Roig.

No fue desde luego el único aficionado. El avión, de hecho, iba casi lleno y entre el centenar y pico de pasajeros, para que no faltase de nada, hasta iban dos seguidoras japonesas que le dieron un nuevo matiz al viaje. Se nota que la Champions tiene tirón.

Ya se sabe que además de prestigio deportivo ofrece inyecciones económicas, de esas que a Llorente le encantan. Ganar hoy en Bursa supondrá un premio de 800.000 euros mientras que el empate se cotiza sobre 300.000. El Valencia, lógicamente, sólo ha metido en su presupuesto los ingresos por la primera fase. Lo que venga después, si viene, bienvenido sea porque el dinero es muy goloso. Que se lo pregunten a los turcos, unos verdaderos especialistas en el arte del negocio. No es que Bursa sea Estambul, ni mucho menos, pero la táctica otomana no se la quita nadie. Situada al Noroeste del país, la ciudad es de esas capitales que llaman poco, por no decir nada, la atención.

Con dos millones de habitantes (la cuarta más poblada de Turquía), lo que nadie puede negar nada más salir del aeropuerto (situado a 40 km) es su amor por el club de fútbol. Toda la ciudad está vestida de verdiblanco, los colores de los cocodrilos, como se les llama a los integrantes del Bursaspor. Con una industria floreciente, Bursa es la número uno en producción de seda y eso se nota cuando uno pisa el bazar local.

Nada más aterrizar pusieron rumbo al hotel. La cosa se retrasó un poco por aquello de que había que pagar en el aeropuerto los 15 euros preceptivos. Ahí, por cierto, se vivió un momento de ligera tensión por parte de Emery, que denota que el técnico palpa terreno desconocido. Ante la espera, Emery decidió cortar la cola formada por el resto del pasaje para que pasaran los miembros de la expedición. Lo hizo él en persona, llegando a producirse una situación tensa. Quizás el técnico piensa en los antecedentes de entrenadores que han debutado en Champions. Koeman y Quique lo hicieron con sendas derrotas ante Rosenborg (0-2) y Salzburgo (1-0).


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