A Emery se le podrán discutir sus conocimientos y decisiones deportivas tanto como sus discursos públicos, y hasta se puede incluso debatir su capacidad para sacarle jugo a la plantilla con la que se quedará el Valencia la próxima temporada, pero de lo que nadie duda ya es de que se trata de un entrenador cuya fidelidad a la empresa está por encima de muchos otros valores habituales en el fútbol. Sin cumplir las 24 horas del anuncio oficial del club en el sentido de que el proceso de negociación para renovarlo está en marcha, el técnico se mantuvo más estricto que nunca a un guión que, dicho sea de paso, hasta la fecha no le ha ido del todo mal. Ni una ligera duda sobre el desenlace positivo de las conversaciones ni tampoco un mal gesto cuando se le recuerda que pueden existir ventas de las estrellas ni tampoco las habituales exigencias económicas, sociales o deportivas de estos casos con las que se pudiera posteriormente extraer un titular periodístico. Por no haber, no hubo ni una ligera sonrisa.
Quizás el hecho de que la comparecencia pública del entrenador blanquinegro se produjera en un entorno diferente al habitual (se hizo en la sala de prensa del estadio de El Madrigal por el derbi que se disputa allí mismo mañana) impidió ver a un Unai algo más relajado, precisamente cuando ya parece despejarse ese futuro del que tantas veces ha tenido que hablar sin aportar ciertamente muchas cosas salvo su interés en quedarse. El Unai de ahora, pese a la buena noticia, es el de siempre: serio, disciplinado y con una corrección hacia la entidad tan exquisita que no pasó desapercibida para nadie. Manuel Llorente va a tener que negociar con Emery, bueno en realidad lo hará con su representante, Iñaki Ibáñez, pero desde luego la puesta en escena que ha hecho el entrenador invita a un noviazgo fructífero. Y por un año, que es lo que lleva en mente el presidente del Valencia.
En realidad, del bombardeo al que fue sometido ayer el técnico valencianista se extrae claramente la idea de que el presidente, acostumbrado a emplearse con dureza en cualquier negociación, lo va a tener más fácil de lo esperado. En teoría claro. Y es que, Emery trazó unas líneas que encajan a la perfección en lo que significa hoy en día la realidad del Valencia. Le parece bien que el club le vaya a poner en cima de la mesa un contrato hasta junio de 2011 (cumpliría de esa manera su tercera campaña en Mestalla); no parece disgustarse ante la posibilidad de que el Valencia del futuro se pueda llegar a escribir sin gente como Villa o Silva, y ha llegado a anteponer verbalmente en orden de importancia el proyecto de equipo y también de entidad a la cuestión económica personal. Vamos, por la impresión, es que le dejó a Llorente el balón botando dentro del área pequeña para que tan sólo tuviera que empujarla.
Ese es el panorama que se extrae. Lógicamente otra cosa será cuando el presidente tenga delante de la mesa al representante del entrenador. Ahí quizás aparecen las primeras rampas en el camino pero la base no pinta nada mal. Aún menos cuando a la hora de marcar los plazos se hace con docilidad. «Tenemos que darle tiempo a lo que cada cosa requiere. No sé el tiempo que requerirá, si son dos días o diez. Lo más importante es poder asentar esas bases para que el equipo vaya en una dirección».
La reflexión más clara la dijo Unai cuando se le preguntó claramente si él quería realmente firmar por solo un año (siempre se puede añadir la opción de hacerlo por una temporada más otra condicionada). Unai se lo puso en bandeja al presidente. «Estamos sujetos al juicio de los resultados. Ni un entrenador, ni siquiera un club, tiene la obligación de hipotecarse en un mundo donde el futuro es a corto plazo. Un año puede ser incluso mucho tiempo». Para justificar ese atrevido e inusual pensamiento, Emery añadió: «No hemos hablado y sin profundizar en si va a ser un año, dos o tres meses, el hecho de que el consejo apruebe nuestro trabajo es para estar satisfecho. En el examen de cada partido todos -jugadores incluidos- estarán expuestos a esos juicios constantes».
Desde luego, existe la sensación de que Unai va a aceptar cualquier cosa que le ofrezca el Valencia. Él matiza esa corriente pero no la aniquila. «No sé de dónde parte. Estoy muy agradecido. Considero que es una oportunidad, un reto para todos seguir ampliando este trabajo y seguir mejorando aspectos, independientemente de que sea un año o más y de que económicamente sea más o menos».
Precisamente, y tal y como está el Valencia en lo que a recursos económicos se refiere, no queda otro remedio que ajustar la propuesta y contemplar además la venta de activos (futbolistas). «Es un reto constante entrenar al Valencia. Es mucho más importante el proyecto, consolidar una idea en la que podamos ir avanzado y mejorando que lo de los años de contrato o el aspecto económico. Aunque se vayan jugadores importantes, el Valencia va a seguir siendo grande». El técnico está dando por hecho de que el club va a hacer caja (Villa y Silva son los productos estrella) este verano y por eso hasta en dos ocasiones utiliza ese mismo argumento: «Está sujeto -el Valencia- a unas necesidades, no sólo deportivas sino económicas. Desde el primer día que pisé Valencia era consciente de ello. Puede que haya jugadores importantes que tengan que salir pero vendrán otros a ocupar esos lugares».
El verano pasado, y eso es algo que provocó cierta tensión con la dirección deportiva, Unai insistió en que la plantilla debía reforzarse con un portero. Vino Moyá por media docena de millones de euros, una cantidad nada despreciable y más teniendo en cuenta los números rojos que tiene el Valencia. ¿Va a plantear alguna exigencia deportiva? «Lo importante es consolidar un proyecto deportivo de trabajo con la idea de continuar haciendo un Valencia para estar en el lugar que se merece. Progresivamente hemos ido de la Europa League a la Champions y ahora hay que mantener esa posición», como también mantener la confianza que dice tener ahora del consejo. «Puede tener su oscilación».
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2010-05-07/emery-pone-todo-tipo-20100507.html
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