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ORGULLO

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jueves, 7 de enero de 2010

negro,muy negro pero no imposible

El Valencia vuelve a flaquear en Mestalla y permite que el Dépor domine la eliminatoria


A ganar en Riazor porque sólo hay esa opción. Ah, y no sirve un 0-1. El Valencia va a tener la semana que viene que ir a por todas si no se quiere recibir el primer bofetón de la temporada al despedirse a las primeras de cambio de la Copa del Rey. Necesita un 0-2. ¿Es posible? Por supuesto que sí. El Valencia da miedo allá por donde va y ahora va a tener que demostrar que eso de ser el mejor visitante de la Liga sirve para conseguir un objetivo tan inmediato como tumbar a un Deportivo tan trabajado como seguro de sí mismo, tal como se vio ayer en el coliseo blanquinegro.

Es curioso pero esa confianza que ha conseguido contagiar Lotina a los suyos no la tienen los de Emery cada vez que les toca ejercer de anfitrión. Se les pone cuesta arriba todo, ya sea un rival de medio pelo liguero o uno con más peso del que aparenta en Copa. Y es que, el gran enemigo del Valencia en Mestalla es precisamente el mismo Valencia. Ayer estuvo a punto de meterse él solito en un serio y grave problema. Si no evitó al final fue por un taconazo de uno de esos jugadores capaces de marcar sin mirar ni siquiera donde está la portería. Volvió Silva, volvió Vicente y volvió el Valencia de los miedos y de las prisas. Ni mucho menos fueron estos dos jugadores los responsables de lo que se coció sobre el terreno de juego, al menos en el aspecto negativo. Ellos, si acaso, contribuyeron seriamente a la sensible mejoría que presentó un equipo que se permitió el lujo de tirar a la basura los primeros 45 minutos y que, además, se zampó dos goles por no estar ni acertado, ni concentrado ni bien situado.

Gol anulado con dudas


Lo sorprendente es que a punto estuvo todo de tomar un rumbo bien diferente porque a los dos minutos el árbitro y su auxiliar afinaron lo suyo para anular un gol a Marchena por fuera de juego. Desde luego, de entrar ese rebote tras el rechace de Manu a disparo de Maduro, la cosa se habría puesto de diferente manera. Es un supuesto, claro que sí, pero con lo oscuro que estuvo el equipo en ese primer tiempo, el haberse puesto por delante en el marcador le habría cambiado su dinámica. Falta le hizo porque por atrás Moyá fue el primer en dejar alguna que otra duda y, por delante, la apuesta de Zigic con Villa no dejó convencido a nadie y mucho menos al entrenador que pese a ir luego 0-2, a quien primero quitó fue al delantero serbio que el sábado salía de Mestalla casi como héroe y ayer como damnificado.

El Deportivo logró llevarse el partido a donde más le convino. Supo muy bien qué hacer en todo momento, desde que el pitido inicial hasta el final. Se adaptó a las circunstancias, tanto del Valencia como del marcador. De hecho, durante bastantes minutos, a muchísimos espectadores les dio la sensación de no estar viendo una eliminatoria de Copa. Faltaban esos ingredientes que han dado morbo a esta competición y que el Valencia pareció haberse dejado en el vestuario. Daba la sensación, además, como si unos y otros supieran que lo de anoche iba a ser menos importante que lo que se va a tener que jugar en Riazor. Y eso, a quien realmente llegó a perjudicar, fue con diferencia al Valencia.

Emery volvió a darle a esa tecla de las rotaciones. Pulsó el botón y en el once, con respecto a lo que viene siendo habitual, salieron Moyá, Maduro, Marchena y Zigic. Cuando acabó el partido, lógicamente a toro pasado, se vio que los cambios no dieron la consistencia deseada. Faltó más atención detrás, más presión en el centro y más participación arriba.

Por eso, lo mejor que pudo pasar fue la aparición del descanso. Con tiempo para reflexionar y para darse un lavado de cara, el Valencia tenía que asumir que para ganar al Deportivo, aunque fuera por la mínima, había que hacer muchísimo más porque los blanquiazules pueden perder el balón pero nunca la posición.

Errores defensivos


Y fue justo lo contrario lo que pasó. Cuando todavía muchos espectadores regresaban del bar o del servicio, Guardado enchufó el primero y sin tiempo para la digestión Pablo Álvarez hizo el segundo. Sobre el cómo llegaron ambos goles hay motivos suficientes para tomar buena nota. El primero, por ejemplo, nació de un saque de banda y tomó forma con un simple centro que pilló a Maduro a contrapié y que permitió a Guardado el toque definitivo. El segundo, a quien pilló fuera de sitio fue a Dealbert. El valencianista dejó a Pablo Álvarez el carril central y, por si fuera poco, no acertó en el recorte del rival.

Vaya día de reyes se estaba comiendo el Valencia. Ni regalo, ni roscón. Carbón y del más malo. Con 0-2, con 40 minutos por delante, con un Deportivo muy aleccionado y con el cuerpo para pocas bromas, lo normal hubiera sido naufragar estrepitosamente pero cuando la cabeza no acaba de funcionar es momento para recurrir al corazón. Es verdad que hubo un tiempo que el Valencia perdió su sitio y que Mestalla pasó del nerviosismo a la inquietud y de ahí a los pitidos. Demasiados elementos en contra, sí, pero cuando sobre el campo hay gente de talento todo puede pasar.

Lo que ocurrió fue simplemente lo que todos hubieran esperado desde el minuto uno. Con el dinamismo que dio Fernandes, con la sola amenaza de Silva y con la posterior pisada de Vicente, el Valencia fue capaz de frenar la caída libre y hacer un mínimo giro al partido y a la eliminatoria. Tiró mucho de su autoestima.

A veces no queda otro remedio cuando el resto de factores escasea. Eso, al menos, le sirvió para parchear sus defectos. Por eso llegó el gol de uno de los magos que no reyes, Silva, y con eso la esperanza. Mestalla se encendió y el equipo se dio prisa en vaciar todo lo que le quedaba en su reserva. Demasiado tarde, desde luego, pero justo a tiempo para meterle algo de miedo al grupo que ha cosido Lotina. Queda hora y media para ganarse la salvación. Ya habrá tiempo después de ver qué pecados no debe volver a cometer el Valencia si quiere, de verdad, hacer algo grande. Otras veces lo ha hecho y ahora lo tendrá fácil porque juega lejos de Mestalla, donde parece un equipo infalible.

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