Dios,el castigo y la lengua (columna de Joaquin Ballesta)

Dicen los católicos practicantes, los de verdad, que Dios no castiga. Los otros, siguiendo el dicho popular, aseguran que lo que más castiga Dios es la lengua. De una u otra forma, vaya usted a saber por qué, el Valencia recibió un duro golpe el pasado sábado. Golpe y castigo. A sus ínfulas de grandeza, que no hicieron otra cosa que distraerlo y sacarlo de un partido en el que entró descentrado y apenas estuvo un cuarto de hora.

Durante los días previos al choque fueron varios los futbolistas que se llenaron la boca proclamando la candidatura al título de Liga, asegurando ser alternativa a los dos trasatlánticos, dando por hecho un triunfo con el que se alcanzaba al Madrid y no sé cuantas naderías más. Y a la hora de la verdad, papelón.

No me gustó semejante explosión de euforia, lógica y hasta buena en la calle, entre los aficionados, pero tan absurda como perjudicial cuando parte desde el interior del vestuario. Se lo comenté a un compañero y amigo. Eso no ayuda. Es malo. Y desgraciadamente lo fue.

Hay que esperar que Emery y sus jugadores hayan aprendido la lección, sobre todo para no protagonizar otro patinazo semejante. Sólo faltó que el técnico hubiera enumerado los múltiples puntos débiles del Madrid. Por fortuna para él, se mordió la lengua. Ahora queda el consuelo de que nadie ha cometido el mismo error al aludir a Génova, donde el Valencia se juega su futuro europeo, por la mala fase de clasificación realizada. Al menos, la fuerza no se les irá por la boca.