J. V. Aleixandre
Con Juan Antonio Pizzi, el Valencia tiene al santo de cara. Por contra, a Djukic se le atravesaron los varales y se le descarrilaron las andas. Aparte de sus aportaciones tácticas, técnicas, estratégicas y anímicas, El Lagarto ha conseguido serenar el ambiente e invertir la tendencia pesimista que envolvía al VCF. Este equipo comienza a ser fiable, mientras que el anterior solamente trasmitía inseguridad y congoja. Djukic desperdició un abundante caudal de credibilidad, incluso de simpatía, para transformarlo en tirria, gracias a su perfil hierático e inexpresivo y a su obcecación. El djukismo ha sido una de las corrientes de opinión de menos calado y menor recorrido de la historia del VCF. Duró todavía menos que su promotor, porque al serbio le abandonaron sus seguidores antes incluso de que le finiquitaran. Ese día, a Miroslav no se lo creían ni sus partidarios más recalcitrantes.
Como la diosa Fortuna tiene intervenciones decisivas en el fútbol como en cualquier juego los vientos cambiaron favorablemente para el VCF con la llegada de Pizzi. Verbigracia, la otra noche, al equipo se le apareció la Virgen supongo que la Geperudeta un par de veces. Es más: un pestiño de partido como el que se contempló ante el Dínamo, hace un par de meses habría puesto Mestalla patas arriba y sacado de polleguera a las patums de la crítica. Ahora, en cambio, fue soportado con resignado silencio desde la grada y aceptado sin ningún rubor por selectos teclados y célebres micrófonos. Todos piensan ya en Turín (viaje a).
Este VCF vive en un ambiente almibarado, producto de la dinámica propicia en la que se ha instalado. Ni el navajero social, ni los enjuagues financieros, ni los embustes comerciales en los que andan enzarzados sus gobernantes en las diferentes escalas del club incluidas la bancaria y la política hacen mella en su crecida afición. Si el equipo funciona, la relevancia mediática otorgada a los demás factores, se desinfla. Es como pinchar un globo: su aparente magnitud y envergadura, se difuminan al instante. ¿Acaso carecen de importancia todos esos procelosos trances por los que atraviesa el club? En absoluto. Su trascendencia, para el futuro de la entidad es enorme. Pero fútbol es fútbol (Boskovdixit). Así que los lios societarios pasan a un segundo plano, en cuanto el juego vuelve a adquirir protagonismo y en los vídeomarcadores campean dígitos favorables. Un pastel complicado de hornear pero muy goloso. Por eso, Amadeo Salvo se lo quiere zampar él solito.
El segundo acto de la eliminatoria europea de la otra noche, que fue superado de manera bastante discreta, ha sido digerido y justificado en aras de la clasificación conseguida. En eso ha consistido el gran regalo de El Lagarto: ha devuelto al entorno la normalidad perdida.
Más vale caer en gracia que ser gracioso. Y Djukic no lo era. Su gracejo lo debía de tener invertido en fondos de riesgo noruegos, a un elevado interés. En cambio, Pizzi, ha sabido granjearse al personal configurando un equipo serio y responsable. Se trata de un entrenador que no transige con indolentes. Al revés. Pregúntenle a Jonas.
Como la diosa Fortuna tiene intervenciones decisivas en el fútbol como en cualquier juego los vientos cambiaron favorablemente para el VCF con la llegada de Pizzi. Verbigracia, la otra noche, al equipo se le apareció la Virgen supongo que la Geperudeta un par de veces. Es más: un pestiño de partido como el que se contempló ante el Dínamo, hace un par de meses habría puesto Mestalla patas arriba y sacado de polleguera a las patums de la crítica. Ahora, en cambio, fue soportado con resignado silencio desde la grada y aceptado sin ningún rubor por selectos teclados y célebres micrófonos. Todos piensan ya en Turín (viaje a).
Este VCF vive en un ambiente almibarado, producto de la dinámica propicia en la que se ha instalado. Ni el navajero social, ni los enjuagues financieros, ni los embustes comerciales en los que andan enzarzados sus gobernantes en las diferentes escalas del club incluidas la bancaria y la política hacen mella en su crecida afición. Si el equipo funciona, la relevancia mediática otorgada a los demás factores, se desinfla. Es como pinchar un globo: su aparente magnitud y envergadura, se difuminan al instante. ¿Acaso carecen de importancia todos esos procelosos trances por los que atraviesa el club? En absoluto. Su trascendencia, para el futuro de la entidad es enorme. Pero fútbol es fútbol (Boskovdixit). Así que los lios societarios pasan a un segundo plano, en cuanto el juego vuelve a adquirir protagonismo y en los vídeomarcadores campean dígitos favorables. Un pastel complicado de hornear pero muy goloso. Por eso, Amadeo Salvo se lo quiere zampar él solito.
El segundo acto de la eliminatoria europea de la otra noche, que fue superado de manera bastante discreta, ha sido digerido y justificado en aras de la clasificación conseguida. En eso ha consistido el gran regalo de El Lagarto: ha devuelto al entorno la normalidad perdida.
Más vale caer en gracia que ser gracioso. Y Djukic no lo era. Su gracejo lo debía de tener invertido en fondos de riesgo noruegos, a un elevado interés. En cambio, Pizzi, ha sabido granjearse al personal configurando un equipo serio y responsable. Se trata de un entrenador que no transige con indolentes. Al revés. Pregúntenle a Jonas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario