NUEVO Y A ESTRENAR
Los cambios de entrenador en el mundo del fútbol suelen despertar un no sé qué en los aficionados. Generalmente significan un fin de ciclo debido al desgaste y conflictos con directiva y/o afición - Emery es bien sabedor de ello, e incluso el mismísimo Don Rafael Benítez -. O por el contrario, es el resultado de una debacle deportiva a los pocos meses de tratar de encauzar un nuevo proyecto - como los recientes casos de Mauricio Pellegrino y Miroslav Djukic -. Y desgraciadamente, en Valencia, nos estamos acostumbrando a ellos de manera alarmante.
Mentiría si dijera que lo del serbio se veía venir. Cuando se confirmó su fichaje como nuevo técnico del conjunto che pocas eran las voces que desautorizaban su contratación. El discurso de Djuka el día de su presentación avivó una llama en mí que llevaba años apagada, la de la ilusión. Creí en su mensaje, el problema fue que Miroslav dejó de creer en sus palabras horas después del esperpento de Cornellà. Tras haber dado dos cornazos a la plantilla en los ridículos ante Betis y Espanyol, el ahora exentrenador del Valencia, cambió de discurso convirtiéndose en Clara, la mejor amiga de Heidi.
Personalmente me he llevado un chasco de narices. A Djukic el traje del Valencia le ha venido grande, tan grande como a Pizzi el suyo el día que fue presentado ante los medios. Vaya por delante que no entiendo de moda, ni lo pretendo. Pero sé que Juan Antonio jamás tendrá un artículo dedicado en la revista GQ o Esquire alabando su porte y elegancia con el chaqué. A los valencianistas no debería importarnos ni lo más mínimo que el míster vaya con tres tallas de más. No es ese tipo de traje y estilo el que me quita el sueño. El traje que sí lo hace es el que el hispanoargentino tendrá que hacer a medida, cual reputado sastre, para sacar al Valencia del agujero en el que está metido.
Soy optimista por naturaleza. De igual modo que deposité mi confianza en Djukic, volveré a hacerlo una y otra vez con cualquiera que venga a defender este escudo. Nadie esperaba que Valverde, tras su descalabro en Villareal, cosiera con bordados de oro un final de temporada casi perfecto. Espero y deseo que Pizzi haga uso de su misma aguja y dedal. Todavía hay tiempo para confeccionar y darle la puntada al traje que luciremos el año que viene en las mejores pasarelas de las principales capitales europeas, la Champions League.
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