LETRAS HERZIANAS
Recuerdo el Valencia CF desde que tengo uso de razón. Las primeras imágenes que llegan a mi cabeza son de la antigua General de Pie. Aquel mítico lugar formaba parte de un estadio mágico por su nombre y por su historia, pero sin reformar desde las mejoras que se llevaron a cabo para el Mundial 82.
Llegaban los noventa. La hora de evolucionar. De ampliar Mestalla y adecuarlo a los nuevos tiempos. Al nuevo 'València campeó'. Recuerdo que, entonces, alguien del Gobierno Valenciano aprobó el proyecto de ampliación de Mestalla. Años después, el Tribunal Supremo declaró ilegal la ampliación. Mestalla no ha sido derribado todavía porque Dios y no se que más no han querido.
Después de eso, mi memoria salta a la siguiente década. Tras ganar Ligas, UEFAs y demás torneos sin que faltara nadie en la foto, alguien del gobierno valenciano se sentó en una mesa con un tal Bautista Soler para que se hiciera cargo del Valencia CF. Los tiempos de palmitos y pelucas naranjas se quedaban pequeños para la grandeza del club de Mestalla. Era la hora de evolucionar de nuevo.
Y con la familia Soler llegó el inolvidable Don Juan Soler. Fue entonces cuando se gestó el gran legado. Un estadio cinco estrellas capaz de albergar una final de Champions. De la Eurocopa. Del Mundial. De una final interplanetaria. El sueño de una emocionada alcaldesa del consistorio valenciano. Se pidió un crédito multimillonario y adelante. A por todas.
Pero incomprensiblemente algo falló en el plan. El Nou Mestalla nació, creció, y se murió sin reproducir un solo partido. El Valencia pasó del doblete a la nada. El club pasó a ser el más endeudado de Europa en relación a sus ingresos. Llegó al borde de la quiebra. Y Soler, en un ataque de no se qué, le cedió el testigo a Vicente Soriano. Un presidente que, en un solo año, fue capaz de empeorar todavía más la situación hasta el punto de no pagar a los jugadores.
Recuerdo que fue entonces cuando -gracias a Dios- alguien del gobierno valenciano -que había pasado a director de banco- decidió tomar cartas en el asunto. Tras eliminar a Soler y Soriano de la ecuación, Javier Gomez se convertía en máximo responsable del club. Un hombre de números cuyas grandes reuniones de trabajo se llevaban a cabo en la sede central de Bancaja en Pintor Sorolla. La caja de todos los valencianos.
Soler, Soriano, ambos o ninguno, trajeron entonces a Valencia al nuevo enemigo: Inversiones Dalport. Y Gomez, junto al director del banco que antes estaba en el gobierno valenciano, decidieron combatir juntos a las nuevas hordas del mal. La solución fue endiabladamente buena: ampliación de capital, Manuel Llorente presidente y préstamo de setenta y tantos millones a la Fundación del Valencia para que se convirtiese en dueña de la mayoría accionarial. ¿Que quién pagaba la fiesta? Tranquilos. El gobierno valenciano avalaba la operación a través del IVF. Un movimiento de jaque mate propio de mentes privilegiadas. Paz social y a por la Liga. Newcoval lo arreglará todo.
Mi memoria da un salto de nuevo. El último. Cuatro años después. Alguien del gobierno valenciano da por finiquitados los años de Llorente al mando. Nadie paga el crédito de las acciones, el avalista tiene que hacer frente al primer pago y entonces surge una nueva y brillante idea: patronato nuevo, consejo de administración nuevo y vida nueva en el Valencia. Era la hora de evolucionar otra vez.
Pero llegó un juez y lo estropeó todo. Todos los esfuerzos del gobierno valenciano por ayudar al Valencia se iban al traste porque alguien anónimo -cuyo nombre supongo sí conocerá la parte demandada- había denunciado ilegalidad en el aval. Y ganó.
Atado de pies y manos, el gobierno valenciano ha tenido que arrojar la toalla. No puede hacer nada más. Anuncia Ciscar que no aceptarán pactos, que no llegaran a acuerdos. Que no asumirán nada si un juez no les obliga. Es normal. Tras pasar veinte largos años ayudando altruistamente al Valencia, no se le puede pedir más al gobierno valenciano. Ha ayudado tanto que me faltan palabras de agradecimiento. Imagínense que hubiera sido del Valencia si el gobierno valenciano no hubiera hecho nada desde que pisé por primera vez aquella extinta General de Pie. Impensable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario