J. V. Aleixandre
Breve pero intenso viaje al País Vasco. Su fútbol, como su cocina,
están en plena efervescencia. Se puede comer a precio desorbitado en
uno de sus afamados restaurantes de moda, pero también picotear, por
unos euros, sus extraordinarios pintxos en las tentadoras barras de
cualquier bar. O acudir a sus acreditados asadores para satisfacer la
gula con una de esas extraordinarias chuletas de arroba la pieza, poco
más o menos. Todo lo que sale de aquellos fogones está rico „como
afirman ellos„. Xe, de categoria!, como diría aquí Rus.
Intentan rehacerse los vascos a marchas
forzadas de los tormentos sufridos, aunque el negro nubarrón de la
crisis ensombrece el panorama y no deja entrever los claros signos de
normalización social que se vislumbran, tal vez porque todo el mundo
anda ahora más preocupado por la recuperación económica que por la
cívica. Pero esta gente ha pasado tantas y tan cruentas fatigas que no
está dispuesta a doblegarse y se agarra a cualquier signo de
reequilibrio para no perder las ilusiones. Y entre estas, se incluye el
fútbol. Ha ascendido el Alavés, lo que permitirá a Anoeta volver a
entonar aquel lema de «ya somos tres, ya somos tres, sólo falta el
Alavés». Quiere decirse que en Primera ya están el Athletic, la Real y
Osasuna.
En la Real, tras
arrebatarle al Valencia la plaza de Champions, están eufóricos y se
agudiza su tradicional pique con los vizcaínos, porque, según éstos,
aquellos se les habían subido a las barbas.
El
Athletic anda estos días enterrando el viejo San Mamés. El peregrinar
de propios y extraños que acuden cada día a plasmar las últimas imágenes
del viejo campo, o a adquirir una pella de césped como recuerdo, es
incesante. Sobre una parte de esos restos, en un solar adyacente, se
trabaja a marchas forzadas para culminar el nuevo y desafiante estadio,
un obra extraordinaria de ingeniería, más que de arquitectura. Su
imponente estructura ya ha tocado cielo. Aquí, mientras tanto, aún
seguimos divagando sobre si lo que se vislumbra en Benicalap, son galgos
o podencos. Los capos de antes dejaron el asunto absolutamente
enredado; los de ahora no saben por dónde tirar.
En cambio, los vascos, lo tienen claro: reman a una, todos en el mismo sentido y, pese a las campañas que les orquestan desde la prensa madrileña, tratando de hacerles pasar por la gatera de sus intereses sectarios, no se achantan. En ese sentido, ahí esta por ejemplo, Fernando Llorente, que se dejó manejar por De la Morena en su batalla particular contra el presidente del Athletic, cuyo gran pecado era el de ser simpatizante del PNV. El ayatolá de las noches deportivas no logró desestabilizar a Josu Urrutia, y Llorente ha salido de Bilbao entre la indiferencia general. Maniobras tan truculentas no hacen sino acrecentar el desapego de muchos vascos hacia Madrid. Así, el reciente partido España-Italia de semifinales que se dilucidó por penaltis „más emoción imposible„ transcurría lánguido y solitario por televisión, en un bar de Arratia. La barra y el local donde estaba el televisor, libres; las mesas exteriores del local, a reventar. Esa es una parte de la realidad, por mucho que le pese a De la Morena, que trata de camuflarla
En cambio, los vascos, lo tienen claro: reman a una, todos en el mismo sentido y, pese a las campañas que les orquestan desde la prensa madrileña, tratando de hacerles pasar por la gatera de sus intereses sectarios, no se achantan. En ese sentido, ahí esta por ejemplo, Fernando Llorente, que se dejó manejar por De la Morena en su batalla particular contra el presidente del Athletic, cuyo gran pecado era el de ser simpatizante del PNV. El ayatolá de las noches deportivas no logró desestabilizar a Josu Urrutia, y Llorente ha salido de Bilbao entre la indiferencia general. Maniobras tan truculentas no hacen sino acrecentar el desapego de muchos vascos hacia Madrid. Así, el reciente partido España-Italia de semifinales que se dilucidó por penaltis „más emoción imposible„ transcurría lánguido y solitario por televisión, en un bar de Arratia. La barra y el local donde estaba el televisor, libres; las mesas exteriores del local, a reventar. Esa es una parte de la realidad, por mucho que le pese a De la Morena, que trata de camuflarla
Para acabarlo de arreglar, Osasuna vuelve a recuperar para su campo, la
denominación clásica y popular de El Sadar, en lugar de la impostura
polític0-partidista de Reyno de Navarra....
En fin, que en el País Vasco corren malos tiempos para las supercherías, tan habituales en estos parajes.
http://www.levante-emv.com/deportes/2013/07/07/futbol-pais-vasco-imposturas/1014029.html
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