J. V. Aleixandre
Regresa la Liga, a la que ya echábamos de menos, de tan despampanante como andaba. Con ella, se reabre la incógnita sobre qué Valencia CF nos deparará el destino. Carente de un proyecto deportivo a medio plazo, sin un plan de trabajo trazado con perspectiva de futuro, Mestalla vive al día y está a la que salta. Si se gana un partido, la afición entra en un estado de sopor expectante, hasta el siguiente encuentro que, como se pierda, hace estallar de ira a la peña. Así no se puede funcionar, supeditado al último marcador, porque éste es a veces caprichoso, y su inestabilidad contagia a toda la estructura del club.
De momento, esta tarde tiene que pasar la maroma en Los Cármenes, un campo evocador de agrios lances y ásperos choques, allá por los años 70, cuando en aquel equipo dirigido por Néstor Pipo Rossi, se enrolaron navegantes de fortuna procedentes del otro lado del Atlántico, como Mazurkiewicz, el legendario meta uruguayo recientemente fallecido, que apenas jugó y pasó de puntillas por España. No puede decirse lo mismo de Aguirre Suarez, el central argentino que había ganado la Intercontinental con Estudiantes de La Plata, al que utilizaban las madres para estimular a sus niños inapetentes: "O comes, o llamo a Aguirre Suarez". Y el vástago se apresuraba a devorar el plato, tal era la fama de ogro que precedía a aquel futbolística. Pero, en realidad, lo suyo era sólo eso: el nombre. Quien de verdad cardaba la lana en aquel Granada era el paraguayo Fernández, una de cuyas víctimas fue Forment, el espigado delantero de Almenara, goleador del Valencia de Di Stefano que ganó la Liga del 70, al que, en una entrada criminal, le partió la pierna. Aquel atentado pasó desapercibido hasta que Fernández eligió mal a su víctima y lesionó al madridista Amancio. Se montó la de Dios es Cristo en contra del granadista. En fin, parece que el tiempo no haya pasado. Porque esta noche y, dada su precaria situación, el Granada no va regalar dulces de Reyes, precisamente. ¿Le plantará cara el Valencia, o se acongojará? Veremos.
De momento, esta tarde tiene que pasar la maroma en Los Cármenes, un campo evocador de agrios lances y ásperos choques, allá por los años 70, cuando en aquel equipo dirigido por Néstor Pipo Rossi, se enrolaron navegantes de fortuna procedentes del otro lado del Atlántico, como Mazurkiewicz, el legendario meta uruguayo recientemente fallecido, que apenas jugó y pasó de puntillas por España. No puede decirse lo mismo de Aguirre Suarez, el central argentino que había ganado la Intercontinental con Estudiantes de La Plata, al que utilizaban las madres para estimular a sus niños inapetentes: "O comes, o llamo a Aguirre Suarez". Y el vástago se apresuraba a devorar el plato, tal era la fama de ogro que precedía a aquel futbolística. Pero, en realidad, lo suyo era sólo eso: el nombre. Quien de verdad cardaba la lana en aquel Granada era el paraguayo Fernández, una de cuyas víctimas fue Forment, el espigado delantero de Almenara, goleador del Valencia de Di Stefano que ganó la Liga del 70, al que, en una entrada criminal, le partió la pierna. Aquel atentado pasó desapercibido hasta que Fernández eligió mal a su víctima y lesionó al madridista Amancio. Se montó la de Dios es Cristo en contra del granadista. En fin, parece que el tiempo no haya pasado. Porque esta noche y, dada su precaria situación, el Granada no va regalar dulces de Reyes, precisamente. ¿Le plantará cara el Valencia, o se acongojará? Veremos.
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