J. V. Aleixandre
En estos albores de la andadura de Mauricio Pellegrino como entrenador del Valencia CF, parece un tanto aventurado hablar de cambio de ciclo. Ojalá, a la larga sea así, porque significará que dentro de un año estaremos celebrando algún título o, por lo menos, saboreando todavía el reencuentro con el buen fútbol que haya ofrecido el equipo a lo largo del curso. Pero, a expensas de lo que nos vaya a deparar la consabida expugnación de la plantilla para sanear la economía del club, y de los refuerzos que reparen las inevitables ventas, todos los factores apuntan a que el VCF seguirá moviéndose en los parámetros actuales. Parecido potencial futbolístico, distancia equivalente con respecto a los dos rascacielos de arriba y pelea cerrada con los equipos de similar pelaje, Athletic Club, que apuesta con Marcelo Bielsa por la consolidación del proyecto, y sobre todo Atlético, muy reforzado en su personalidad tras su título europeo. También idénticas metas desde los salones de Micer Mascó: el inevitable tercer puesto liguero que asegura la Champions, que a su vez garantiza los 20 millones de ingresos irrenunciables, etc, etc. El cansino discurso de los tecnócratas del club, tan próximos al fútbol industrial, como distantes del juego.
A no ser... A no ser que el cambio en el banquillo implique también una nueva mentalidad en el equipo. Pellegrino despierta expectación. Aunque faltan referencias para juzgarle por su nula presencia en el primer nivel, llega avalado por Rafa Benítez. Un punto a su favor. Su experiencia a las órdenes del mejor entrenador valencianista de la historia, así como a las de Héctor Cúper, experto armador de retaguardias, anuncian la superación de las flaquezas defensivas de antaño. Como, por su juventud, a Pellegrino se le supone ambicioso y estudioso, la apuesta —personal e intransferible de Llorente— es arriesgada, pero vale la pena. Dotar al equipo de identidad propia es su primer gran desafío.
A no ser... A no ser que el cambio en el banquillo implique también una nueva mentalidad en el equipo. Pellegrino despierta expectación. Aunque faltan referencias para juzgarle por su nula presencia en el primer nivel, llega avalado por Rafa Benítez. Un punto a su favor. Su experiencia a las órdenes del mejor entrenador valencianista de la historia, así como a las de Héctor Cúper, experto armador de retaguardias, anuncian la superación de las flaquezas defensivas de antaño. Como, por su juventud, a Pellegrino se le supone ambicioso y estudioso, la apuesta —personal e intransferible de Llorente— es arriesgada, pero vale la pena. Dotar al equipo de identidad propia es su primer gran desafío.
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