Finalizada la Liga, ahora sí, acaba el ciclo de Emery en el Valencia. El técnico vasco deja el equipo en manos de Pellegrino mientras él emprenderá una nueva etapa en el Spartak de Moscú. Criticado por su juego, los resultados respaldan una etapa en la que el Valencia se ha metido tres años seguidos en Champions.
AMPARO BARBETA VALENCIA Confiesa que no es de "ambiciones excesivas" y que se siente "feliz internamente". Finalizada su etapa en Valencia y tras ofrecerse a colaborar en la transición con Mauricio Pellegrino, Unai Emery emprenderá el próximo mes un reto "rebosante de ilusión" en el que busca ponerse "al límite". El Spartak de Moscú , que ayer se clasificó para jugar la previa de la Liga de Campeones, es su destino. Y es que, afirma el técnico, "uno no va donde quiere, sino dónde le quieren". Y allí le quieren, ya que además de ofrecerle un "proyecto ambicioso" le doblan las cantidades económicas que venía percibiendo en el Valencia. No tiene miedo, sencillamente porque el vasco destierra esta palabra de su extenso vocabulario ya que, confiesa, trata de no utilizarla porque sabe que ello le condiciona.
El Capitán Trueno, héroe de ficción con el que se identifica, se marcha de Mestalla habiendo dejado al equipo por tercer año consecutivo en la tercera plaza de una liga dominada, de principio a fin, por la hegemonía de Madrid y Barça y tras realizar a su juicio su "mejor temporada como entrenador". Tras rechazar una "interesante" oferta del Olympiakos griego y un "atractivo" proyecto de la Real Sociedad, el entrenador vasco busca "crecer" en una liga que se encuentra en constante evolución, desarrollo y crecimiento y que cada vez cobra más protagonismo en el panorama europeo futbolístico.
Emery, que ha terminado el curso sin repetir alineación en la Liga -38 jornadas y 38 onces diferentes- detesta la envidia y el rencor y reconoce que lo que menos le gusta de sí mismo es su "egoísmo incontrolado".
Sin timidez, en el libro "Mentalidad ganadora", el entrenador vasco se atrevió a desvelar sin tapujos su método. Secretos que le han servido para clasificar tres años consecutivos al Valencia tercero y con ello conseguir por la via directa el pase a la Liga de Campeones y con ello ayudar a la supervivencia económica del club. Eso sí, admite que a sus cuatros años en Valencia, le ha faltado "la guinda". "Hemos estado cerca de un título, pero no lo hemos conseguido", lamenta una y otra vez. De las ventas de sus mejores jugadores, ni un sólo reproche. "Nunca ha antepuesto su interés personal al del club", reconocía Manuel Llorente el viernes. Sin pudor se define como un trabajador y un entrenador de club que se dedica en "con alma y pasión" a un trabajo que adora.
Su credo es la mentalidad ganadora que no es "la que te hace ganar siempre, sino aquella por la que tú siempre piensas en ganar". Sus números en el Valencia lo corroboran. Tras cuatro temporadas ha cosechado, en 220 partidos oficiales (Liga, Copa, Uefa o Liga Europa, Liga de Campeones y Supercopa), 110 victorias, 58 empates y 52 derrotas, con un balance de 386 goles a favor y 262 en contra. Datos que, si se reducen a la Liga indican que ha dirigido al equipo en 152 partidos con un balance de 77 triunfos, 34 empates y 41 derrotas, con 250 goles marcados y 182 encajados.
Hace gala de "ser poco cariñoso y detallista" y ser "más de hacer que de decir", pero en su despedida, demostró todo lo contrario. En el acto del viernes, rodeado de su familia y en el mismo escenario en el que arrancó su andadura, se reveló como un sentimental y el sábado, tras perder contra la Real Sociedad, se llevó a la plantilla y a los trabajadores del club al restaurante más reconocido de Donosti para invitarles a una cena -en el Bokado de Juan Mari Arzak en el Aquarium de San Sebastian-. Declara que en el Valencia ha aprendido mucho, que el club le ha dado "más de lo que podía esperar" y que el Valencia "hace mejor a todos en todo"; eso sí, lamenta no haber podido irse como un ganador.
Con lágrimas en lo ojos, Emery -que se declara valencianista de corazón- se va pidiendo "perdón" a los ofendidos, "sin reprochar nada a nadie" y "mirando a todos a los ojos". Y se va, sobre todo, satisfecho porque, al margen de todo, cree que no ha fallado en "dedicación y honradez". Y de eso, afirma, sí se enorgullece.
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