El Valencia, que acaba el partido pidiendo la hora, elimina alAlcoyano de forma agónica tras padecer la expulsión de Alexis
Fiel a lo que se ha convertido en tradición, el Valencia volvió, por cuarta vez en lo que va de temporada, a dejarse remontar un 0-2. Y lo peor de este caso es que el rival no era ni el Sporting, ni el Atlético ni el Slavia. Era el Alcoyano. Un Segunda B, con un abnegado trabajo colectivo y una fe soberbia, estuvo a un paso de tirar a los valencianistas de la Copa del Rey y lo peor del caso es que a muchos de los que presenciaron el encuentro no les había sorprendido este batacazo. Porque cuando todo un Valencia se pasa buena parte de la segunda mitad perdiendo tiempo y acaba el encuentro pidiendo la hora es porque algo realmente no funciona bien. Quien tiene que sacar la lectura correcta de lo ocurrido es lógicamente Unai. Empeñado está el técnico en distribuir minutos a todo su vestuario y empeñado está ese grupo de jugadores de categoría B en demostrarle que no hacen las cosas igual de bien que los otros, los de la Liga.
Son las dos caras de un mismo Valencia que brilla en la Liga, sufre en la Europa League y casi estuvo a punto de hacer el ridículo en la Copa. Menos mal que a Joaquín se le ocurrió inventarse aquella mágica vaselina en El Collao porque se ha demostrado que ese gol ha sido la clave de la eliminatoria. Nadie se lo esperaba pero así ha resultado. Y menos aún cuando al cuarto de hora, el Valencia ya le había cascado dos goles al Alcoyano en esta dramática cita de vuelta.
Marchena había sacado petróleo de un defectuoso saque de esquina de Joaquín para hacer el primer tanto y Miku le había puesto en bandeja el segundo a Zigic. Con ese arranque, Mestalla se preparaba para la goleada. El Valencia lo estaba haciendo realmente bien, jugando fácil y superando en lo individual al rival. Tan bien que eso acabó siendo su propia perdición. De gustar a la grada a gustarse a sí mismos. Ese fue el primer error de los valencianistas, sobrados en ese momento en todo: marcador y calidad. El primero en meterse de lleno en la trampa fue Miku. El venezolano se creció y el batacazo fue tremendo. Hubo quienes, a su manera, le acompañaron en este camino hacia la nada. Por delante, Zigic se zambullía en el anonimato, por el medio naufragaba Míchel sin que Baraja, tocado en los isquios, aportara remedios, mientras que detrás la peor parte se la llevaba Alexis. El central se cubrió de gloria. Ya había despertado la atención del público con un par de imprecisiones cuando en cuatro minutos se cayó del partido de forma incomprensible. Nunca debió caer en el riesgo de ganarse esa segunda amarilla. Si en Alcoy dejó el partido a la media hora en camilla rumbo al hospital, ayer se fue a la ducha a cuatro minutos para el final del primer tiempo. Justo después de que Víctor Curto pinchara por primera vez a Moyá metiéndole un gran gol que levantó los aplausos.
A Unai se le derrumbó por completo todo el andamiaje, tocado ya al no poder contar con Maduro desde el principio por molestias. Pero no tiene que servir de excusas para lo que vino después. En el descanso, el técnico recompuso como pudo su equipo. Adelantó a Marchena de central a pivote, metió a Dealbert y a Mathieu en el centro de la defensa -el francés ha jugado ya en tres posiciones diferentes- y confió que Miku, Joaquín y Jordi Alba dieran con la tecla del contragolpe. Eso fue otra de las cosas que también fallaron. El Alcoyano empezaba a crecerse y el Valencia a encoger. El mundo al revés. Con lo bien que se había puesto todo y lo mal que empezaba a ponerse la película.
A Mestalla no debió cogerle por sorpresa. Más que una película lo de las remontadas rivales, por inversímiles que parezcan, se han convertido en un serie sudamericana de esas que nunca se acaban. La diferencia es que en la tele los protagonistas suelen ser listos, guapos e inteligentes mientras que sobre el césped de Mestalla lo que se veía y lo que se ha visto en más de una ocasión es un equipo -el que no juega la Liga- de espíritu frágil y capaz de olvidar los recursos que se supone que tiene.
Y si no, que se lo pregunten a Carpio, un interior diestro que le pegó con la izquierda desde fuera del área y se llevó la segunda alegría para los alcoyanistas. Moyá se zampó el gol y a seis minutos para el final, a Mestalla le entró el pánico. Con 2-2 y teniendo en cuenta que Adrià había estrellado mucho antes el balón en el larguero y que Curto había cabeceado un remate que si no entró fue de milagro, la resistencia valencianista se hundió. Fueron minutos de agonía para unos y de euforia para otros. El Valencia sobrevivió contra las cuerdas y el Alcoyano murió crecido. Mestalla, en lugar de castigar al grande, optó por aplaudir al pequeño. Buena lectura.
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