El Valencia más reciente acaba de cerrar una estadística nada habitual: una asamblea cada dos meses. Ahora, la cadencia se interrumpe y no será hasta junio cuando los accionistas vuelvan a tener la oportunidad de hablar cara a cara con los dirigentes. Ese día, con mucha probabilidad, ya se habrá producido un hecho que todos parecen tener asumido: la pérdida de algún crack. Sólo un milagro (la operación del viejo Mestalla) evitará que esos 44 millones de euros previstos por venta de activos lo rellene 'un Villa', o 'dos Silvas', o 'tres Pablos'... El repetitivo mensaje del consejo de que la cosa está pero que muy mal ha calado tanto que el mismo Fernando Gómez, consejero y director deportivo de la entidad, da por sentado que la grada encajará el futuro supuesto: «No sé si al final ocurrirá lo de vender a las estrellas o no pero he vivido y visto situaciones en el Valencia, como la del descenso a Segunda o lo que pasó esta última temporada, donde la gente nunca ha dado la espalda al club. La afición del Valencia está preparada para vivir cualquier tipo de situaciones que se puedan dar, siempre por bien de la propia entidad».
Desde luego el consejo de Manuel Llorente es el primero que asume que la sociedad navega con la luz de alerta encendida, bajo la amenaza del concurso de acreedores. Por si acaso, la directiva ha querido manejar con habilidad la situación y con los números en la mano le ha echado todo el marrón al ex presidente Juan Soler, sin duda el gran perdedor de la junta del sábado, como también sucedió -con Vicente Soriano compartiendo ranking- en las dos anteriores asambleas. Lo ocurrido en la Petxina fue la escenificación de una estudiada puesta en escena donde sólo el tema de la famosa modificación para asistir a las juntas (de 9 a 50) y su posterior anulación se dejó a la improvisación. El peso de la Fundación es tan contundente que el guión se cumple con fidelidad. A pesar, eso sí, de que fue la Asociación del Pequeño Accionista la que cinco días antes de la asamblea daba el primer revés al poner en duda la validez de esos 74 millones de euros en títulos que acumula por ahora la Fundación.
La siguiente voz que distorsionó esa armonía que se pretende imponer surgió precisamente desde la base. Jaume Part, presidente de la Agrupación de Peñas, utilizaba su voz y su voto dentro del patronato para mostrar su oposición a que la Fundación respaldara con su poder la modificación de las acciones necesarias para acudir a las asambleas. También ha sido ésta la primera vez que se agita la Fundación desde su interior. La pretensión del peñista fue aplastada en la votación del patronato pero Llorente y su equipo rectificaban dos días después y le daban gusto al pueblo -manteniendo el requisito de 9 títulos-, a pesar de que internamente lo consideran una medida poco acertada y menos aún funcional. Cuando la Fundación venda títulos a nuevos accionistas se puede crear un problema logístico ya que el número de personas que podrán acceder a una asamblea será mucho mayor que el que existe en la actualidad. El aforo de la Petxina se puede quedar pequeño.
Ha sido este -para unos una simple anécdota- el primer patinazo del consejo, que asume resignado el error de no haber sabido ni explicar ni cautivar el favor de los peñistas, algo que sí trabajó con éxito con la ampliación de capital de este pasado verano. «Parecía que les supo mal que votara en contra en el patronato, pero si voy allí es para dar mi opinión. Al menos se nos hizo caso», reflexiona Part, que no cesa en su empeño de «no parar hasta democratizar el club».
La Fundación sigue parada en cuanto a su cometido inicial de servir únicamente de punto intermedio en la distribución accionarial. La previsión inicial era que hace ya varias semanas se iba a tener autorización para empezar a vender paquetes de acciones (con un mínimo de 50.000 euros) pero la última versión es que la luz verde del protectorado llegará a finales de este mes. Así lo considera Társilo Piles, presidente de la Fundación y uno de los consejeros que de alguna manera se pudieron sentir zarandeados -aunque él asegura no sentirse aludido- por las críticas lanzadas hacia los antiguos gestores. Hay que tener en cuenta que Piles estuvo dos años con Juan Soler.
Desde luego, todos a los que de alguna forma se les implica con el pasado (Soler y Soriano) más reciente suelen sentirse incómodos -con la excepción de García Roig- cuando se les menciona su participación con las gestiones anteriores que ha dejado la herencia actual. Ese punto y el del sueldo que perciben los tres profesionales (presidente, vicepresidente y director deportivo) de este consejo de administración fueron los que movieron de alguna forma esta última junta, la segunda de la historia de la sociedad en la que la Fundación ejerce de máximo accionista (ha quedado demostrado que se descarta la línea de la abstención, pretendida por algunas voces del valencianismo) y la primera vez que la Fundación -antes con un respaldo accionarial infinitamente menor- castiga con su voto la gestión social de un consejo de administración del Valencia. Del anterior, claro.
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Aqui no hay quien se aclare con la situacion del Valencia, todo es marear a la gente y tenernos en vilo con lo que pasara.
ResponderEliminarLo mas preocupante para mi es lo del estadio nuevo si se acabara alguna vez o como dijo un amigo se convertira en un estadio para drogadictos.
Esperemos que no.