Joan Carles Martí
Ver al Valencia entre las cuerdas en Zorrilla, pidiendo la hora para dar por bueno un empate es para frotarse los ojos, aunque no es una pesadilla, es la auténtica realidad. El resto son bufes de pato. Hace tiempo que el equipo de Pizzi estaba pidiendo auxilio, pues había dado señales inequívocas de desasosiego y ayer fue otro partido de esa serie. Algunas ocasiones y nula puntería. Un equipo desorganizado, muy limitado en el juego, incapaz de asociarse y con muy poco crédito en sus posibilidades. Aunque nadie hable, la inestabilidad social y el futuro del club está pasando factura a la plantilla, pero como parece que lo menos importante de esta historia sea la clasificación, ahí está en tierra de nadie, ni carn, ni peix. Hace semanas, casi dos meses, alguien que conoce a la perfección el día a día del Valencia me alertó de la falta de combustible de un equipo demasiado egoísta. Pese a la autoridad de la sentencia, pensé que se trataba de una alarmismo innecesario, pues el preparador argentino parecía que sabía lo que hacía. Pero tras el lamentable partido de Basilea y la soberbia castaña de anoche, su pronóstico fue exacto. Se puede poner como excusa el once de circunstancia que saltó anoche en Pisuerga, pero supongo que nadie tendrá dudas, pues quedó clarísimo, que está es una temporada de transición. Entre la mar de millones de las ofertas para comprar el Valencia, se agradecería una pizca de realismo. Como el jueves se juega la última carta del curso en Mestalla, me temo que asistiremos a una nueva fanfarria de sentiment. El valencianismo no está para bromas y a ver si el remedio es peor que la enfermedad.
Lo mejor que podría hacer el nuevo propietario es un llamamiento general para poner los pies en tierra, porque el equipo necesita más organización que dinero. Y también mucha paciencia. Como si no obra un milagro no habrá competición europea, será difícil convencer a ninguna figura de primer nivel por mucho parné que se le prometa, así que se necesitan futbolistas, en el sentido estricto del oficio. La reconstrucción pasa por dos jugadores por linea, comprometidos y solventes, además de una enorme responsabilidad. Por eso quizás la parte más fundamental del proceso de venta sea la del responsable deportivo. Se necesita un arquitecto con clarividencia y experiencia.
Cuando se descuida el fútbol pasan estas cosas. El Valencia ganó las dos últimas ligas en medio de un cisco social, pero había un buen secretario técnico, un gran entrenador y jugadores con mucha hambre de triunfos. Vamos a dejarnos de comparaciones.
Lo mejor que podría hacer el nuevo propietario es un llamamiento general para poner los pies en tierra, porque el equipo necesita más organización que dinero. Y también mucha paciencia. Como si no obra un milagro no habrá competición europea, será difícil convencer a ninguna figura de primer nivel por mucho parné que se le prometa, así que se necesitan futbolistas, en el sentido estricto del oficio. La reconstrucción pasa por dos jugadores por linea, comprometidos y solventes, además de una enorme responsabilidad. Por eso quizás la parte más fundamental del proceso de venta sea la del responsable deportivo. Se necesita un arquitecto con clarividencia y experiencia.
Cuando se descuida el fútbol pasan estas cosas. El Valencia ganó las dos últimas ligas en medio de un cisco social, pero había un buen secretario técnico, un gran entrenador y jugadores con mucha hambre de triunfos. Vamos a dejarnos de comparaciones.
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