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ORGULLO

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martes, 18 de febrero de 2014

Huérfanos del número 10

Fernando Gómez y Miguel Ángel Angulo son los jugadores que han ostentado en el Valencia durante mayor tiempo el dorsal más legendario




El fútbol moderno ha desdibujado parte de la mística que tenían las antiguas alineaciones, que iban del 1 al 11 y cuyos dorsales guardaban una directa relación con la demarcación de campo que ocupaban los jugadores. Así se da el caso de Pablo Daniel Piatti, uno de los jugadores sobre los que se ha impulsado la recuperación del Valencia de Juan Antonio Pizzi, que luce el 2, dorsal clásico de los laterales derechos, cuando se desenvuelve como extremo izquierdo.
El número 10 ha sido uno de los más recordados en la historia reciente del Valencia. Durante generaciones ha recaído en jugadores de mucho peso específico y responsabilidades goleadoras, aunque no tenía tampoco un dueño fijo, debido en parte a que la iconografía de los dorsales pareció reservada durante años a las fases finales de torneos de selecciones nacionales y no tuvo incidencia decisiva en los clubes hasta inicios de los 80, cuando las camisetas también empezaron a cotizar en el mercado con los primeros patrocinios y el protagonismo de las grandes firmas deportivas.
Mario Alberto Kempes lució el 10 en sus últimos años en Mestalla. En sus primeras temporadas alternó indistintamente el 10, con el 9 y el 11, dependiendo de quienes eran sus compañeros de ataque. En la final de la Recopa en Heysel contra el Arsenal, por citar un caso célebre, el «Matador» lució el 9 mientras que el día fue para Subirats y el 11 para Pablo.
Realmente, el primero en hacer suyo ese número fue Fernando Gómez Colomer, sobre todo tras erigirse como líder del Valencia que renació del descenso a Segunda división de 1986. En los 553 partidos oficiales que el jugador de San Marcelino disputó con el Valencia, a Fernando le dio tiempo incluso de llegar a lucirlo cuando, a partir de la temporada 95-96, la liga española incorporó la moda, procedente de la Premier League inglesa, de serigrafiar el nombre de cada jugador en un número que ya pasaba a tener oficialmente dueño.
La baja de Fernando a partir de 1998 dejó un gran interrogante. ¿Quién pasaría a tener un dorsal de tanto peso y simbolismo? La responsabilidad recayó en Stefan Schwarz, que no venía con la vitola de estrella y cuyo juego destacaba más por el físico que por los alardes técnicos en ataque. El internacional sueco, que se prodigó en goles de potente pegada desde media distancia, sólo estuvo una campaña en Mestalla.
Al año siguiente el 10 pasó a ser de Miguel Ángel Angulo, que a pesar de su juventud ya era uno de los más veteranos de la plantilla. A pesar de tener que competir con jugadores con más caché como Pablo Aimar, el asturiano se hizo acreedor del número. Superó debates como su particular relación con algunos sectores de la grada, o que su ubicación en el terreno de juego no fuera fija debido a su valiosa polivalencia (desde lateral derecho a delantero centro). Sobrevivió también a que cada temporada partiese como teórico suplente para acabar siendo decisivo titular. El 10 fue suyo hasta que fue traspasado al Sporting de Portugal en 2009 después de 14 años como valencianista.
A partir de aquel año y durante dos temporadas, el número 10 fue de Juan Mata. El asturiano ya se había convertido por derecho propio en uno de los jugadores más desequilibrantes de la liga. Mata fue el último de los grandes ídolos en marchar, tras David Silva y David Villa, y dejó, además de un gran rendimiento deportivo y económico, una grata imagen. Más fría ha sido la despedida del último 10, Ever Banega, cuya incuestionable calidad no acabó de calar por su irregularidad y controversias extradeportivas. Con el 10 en la espalda, eso sí, exhibió su mejor juego, con Valverde en el banquillo, en la segunda vuelta de la temporada pasada. Sin Soldado, el club arriesgó para mantener al rosarino como referencia del proyecto. Sin embargo, Banega volvió a quedar traicionado por su propia apatía y el deficiente nivel global del equipo.

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