Joan Carles Martí
El Valencia es su equipo y el Betis le pegó anoche un auténtico baño en la primera parte. Cuatro partidos, tres perdidos, y una imagen preocupante. Los de Djukic parecen perdidos, con errores imperdonables y con una enorme inseguridad defensiva. El cambio de Mathieu por Rami no funcionó, Parejo volvió a ser el de Pellegrino, no el de Valverde. La cara de Romeu era un poema, pues nunca en su corta carrera le pasaban por la derecha e izquierda tan rápido. El juego de Banega fue fugaz, como las palabras del entrenador. El trío de arriba (Pabón, Jonas, Postiga) ni la olió. Entiendo ahora el nerviosismo del técnico serbio el sábado, pues dirige un vestuario inconsistente, donde su trabajo no se nota. Nada se ha avanzado desde el ridículo ante el Espanyol. El problema se antoja estructural, con el problema añadido de que nada se puede hacer. Está la opción de esperar a que el panorama mejore, pero dada la poca paciencia de Mestalla, el curso se complica antes de jugar en Europa, pero igual no importa, porque los gestores actuales han girado la estrategia hacia América: Miami, Los Angeles Galaxy, Nueva York, México, Colombia y empresas campeonas de la cosa global, donde manda lo virtual. Aunque costará al valencianismo convencer de que cambien de continente, pues las gestas europeas se convirtieron en leyenda.
Lo peor del fútbol son sus dirigentes, sostiene el último presidente del Valencia que ha ganado un trofeo, Agustín Morera y la Copa de 2008. Un pronóstico que en Mestalla se cumple al noventa por ciento, y sin síntoma de mejora. Salvo se ha autoproclamado el salvador valencianista, antes de él, las diez plagas bíblicas. Un discurso contradictorio, pues mantiene a los tres ideólogos (deportivo, sociocomercial y financiero) de las etapas de Soriano y Llorente. Mientras Vázquez, Vidagany e Ibáñez estén a su vera, el actual presidente debe abstenerse de izar la bandera de la renovación. Igual ha olvidado que los que pusieron a Soler, Soriano y Llorente y luego los quitaron, pueden hacer lo mismo con él.
Eso sí, la sincronización con el filial ha mejorado mucho. El Mestalleta también lleva tres partidos perdidos de cuatro, aunque en zona de descenso.
Lo peor del fútbol son sus dirigentes, sostiene el último presidente del Valencia que ha ganado un trofeo, Agustín Morera y la Copa de 2008. Un pronóstico que en Mestalla se cumple al noventa por ciento, y sin síntoma de mejora. Salvo se ha autoproclamado el salvador valencianista, antes de él, las diez plagas bíblicas. Un discurso contradictorio, pues mantiene a los tres ideólogos (deportivo, sociocomercial y financiero) de las etapas de Soriano y Llorente. Mientras Vázquez, Vidagany e Ibáñez estén a su vera, el actual presidente debe abstenerse de izar la bandera de la renovación. Igual ha olvidado que los que pusieron a Soler, Soriano y Llorente y luego los quitaron, pueden hacer lo mismo con él.
Eso sí, la sincronización con el filial ha mejorado mucho. El Mestalleta también lleva tres partidos perdidos de cuatro, aunque en zona de descenso.
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