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ORGULLO

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lunes, 24 de junio de 2013

El jeroglífico de Braulio

El director deportivo afronta su verano más incierto. Debe recaudar otros 29 millones con ventas de jugadores y reforzar contrarreloj una plantilla capaz de ajustarse a la ambición de Djukic, Salvo y Rufete




ANTONIO BADILLO | .-


Braulio ha quedado atrapado en la telaraña de las ambiciones. Salvo presagia un equipo competitivo e inspirado en la cantera, Djukic invoca al espíritu campeón que él mismo encarnó y hasta Rufete exhibe discurso arrollador. Tras años de cloroformo, la afición recupera la sensibilidad a través de las ilusiones. Sobre el papel todo es irreprochable, pero para saciar tanta hambre antes deberá el gallego afilar los colmillos del Valencia. Y la avidez no suele combinar bien con la falta de dinero.
Dos cifras encabezan el jeroglífico al que se enfrenta este verano el director deportivo: '24 + 12'. La primera corresponde al dinero que debe ingresar el club en ventas de jugadores para cuadrar un presupuesto sin Champions. La segunda, al plus necesario para cubrir las vacantes con relevos de garantías. La simple suma de ambas genera migrañas.
Los siete kilos iniciales ya están en la cuenta corriente, con la venta de Tino Costa al Spartak. Además, gran parte de ese dinero se cobró a tocateja. Ahora queda el resto. Rami traerá el segundo bocado, siempre que la operación no se tuerza. Ello depende en gran medida del propio futbolista. Con los derechos de representación cedidos a su hermana y la facilidad de ésta para condecer autorizaciones de forma indiscriminada, todo lo relativo al futuro del francés constituye un galimatías capaz de espantar a los clubes interesados. El mejor ejemplo de los riesgos de la duplicidad de agentes lo aporta Iago Aspas, quien afronta una denuncia que puede costarle 3,5 millones y de momento bloquea su aterrizaje en el Liverpool. Rami salpimienta además esta circunstancia con declaraciones que lo devalúan.
El problema para Braulio es que, muy a su pesar, ya cuenta con la venta del zaguero. Y si ésta se trunca (el Valencia ha tensado la cuerda con el Nápoles), no quedaría más remedio que abrir la caja de los intocables. Palabras mayores. Ese 'plan B' lo conforman jugadores clave como Parejo, Jonas o Feghouli. De ahí la importancia de dar salida a Rami por entre diez y doce millones de euros.
Otro de los que deben marcharse sí o sí es Diego Alves, salvo que alguien enloquezca por Guaita, lo que parece improbable una vez descartado de la puja el Barça. La falta de ofertas por el brasileño y sus apetencias complican una venta que ha de reportar cerca de cinco millones. Con Nelson Valdez no se espera excesiva complicación. El delantero está por la labor de hacer las maletas y tiene mercado. De su venta deben llegar otros tres o cuatro kilos.
Ahí acaba lo 'fácil' para Braulio. El cierre de estas tres operaciones, unido al dinero de Tino, daría en torno a 26 millones al club. Pero serían necesarios otros diez para cubrir el exigente objetivo del '24 + 12', combinación de la caja fuerte que entraña dos zancadillas adicionales: la lógica dificultad de vender cuando todos los potenciales compradores conocen tu angustia y la importancia de los tiempos. Si el Valencia tarda demasiado en recaudar, difícilmente encontrará ya en el mercado algo que valga la pena para reforzarse.
Otro pellizco espera conseguirlo Braulio del traspaso de Gago. El problema, como con Alves, son sus exigencias. El centrocampista ha descartado una oferta del fútbol ruso, es también reacio a jugar en Brasil y, si no le abre las puertas algún club importante de Europa, quiere quedarse en Argentina. El Mundial juega ahí a favor del Valencia. En su país cualquier equipo estaría encantado de contar con Gago, aunque de momento nadie paga un peso por él, ya sea en concepto de ficha o traspaso. Sin embargo, el futbolista se muere literalmente por ir con la albiceleste a Brasil el próximo verano. Él debe ser por tanto quien convenza a Vélez para que se rasque el bolsillo. Gago costó 3,5 millones y el Valencia lo vendería por los 2,7 que restan de amortización de fichaje.
Sin que ni siquiera la hipotética venta del argentino en condiciones favorables al Valencia permita cuadrar las cuentas, y consciente de que con fiascos como Piatti no queda más camino que cederlos en busca de una revalorización, el siguiente problema llegará a la hora de ver qué puede comprar Braulio para tapar las ausencias. Pensar ahora mismo en Giovani dos Santos es una majadería. Aunque el Mallorca pide ocho millones, podría salir por cinco. Pero, ¿tendrá el Valencia ese dinero antes de que Gio firme por otro club?
Algo similar ocurre con el mediocentro que más agrada a Djukic, Abel Aguilar. Si sólo hubiera que negociar con el Hércules no habría más que hablar, pero desde el momento en que ha entrado en liza el Granada, con el respaldo económico del Udinese, la guerra está perdida. Oriol Romeu, convaleciente de una rotura del ligamento cruzado, entraña un riesgo que el Valencia por ejemplo no quiso correr con Isaac Cuenca. Pero en las circunstancias actuales, sin balas en el tambor de su pistola, el director deportivo no haría ascos a un talento como el catalán, aunque no juegue desde diciembre. Así de crudo.
Otra herida a restañar será la del eje de la defensa. Ausente Rami, Mathieu y Ricardo Costa se quedan demasiado solos para afrontar la temporada con garantías, al margen de los refuerzos que puedan llegar de Paterna. En cartera hay varios centrales que se ajustan al nuevo perfil que busca Braulio: jóvenes, con mínima experiencia y, si es posible, que vengan cedidos.
Es el nuevo modelo al que debe acostumbrarse el valencianismo, más próximo al que impera en clubes como el Levante. Se acabó la anticipación como estrategia para conseguir gangas. Fue el camino que permitió fichar a jugadores como Jonas, Rami, Alves, Joao Pereira, Parejo, Guardado... y Javi Fuego, a quien abrieron las puertas de Mestalla informes muy favorables que valoran su profesionalidad, calidad humana o capacidad para dotar al equipo de equilibrio y recuperación.
Ahora ya nada será igual y el punto álgido del mercado se traslada para el Valencia a las dos últimas semanas de agosto. Es ese el momento de que Braulio pacte cesiones, busque su particular Caicedo y cruce los dedos a la espera de que nada se salga de un guión demasiado abierto para lo que acostumbra el club. Cuando se piensa en sustos de última hora, el foco apunta a Soldado. Aunque ni él quiere irse ni el Valencia que lo haga, en privado cada parte recela de la otra, ante el difícil equilibrio económico que se busca. Su marcha sería un palo, sobre todo tras diluirse el fichaje de Aspas, asentado sobre los cimientos de una venta de Soldado que reportaba al menos 15 millones más de lo que costó.
A todas esas dificultades se suman las exigencias de la LFP, que en el caso blanquinegro no permite inscribir jugadores si se rebasa el techo de los 75 millones entre salarios y amortizaciones. Por ejemplo, fichar a Gio restaría tres kilos a esa cifra, dos por la ficha y uno correspondiente al reparto del coste de traspaso entre los años de contrato.
Es la telaraña de la que intenta desembarazarse Braulio: armar sin dinero un equipo que cumpla las expectativas; no perder el fondo de armario (esos 40 millones que Salvo lamenta ver en el banquillo); esperar de Mestalla la paciencia que requiere un proyecto de cantera; confiar en que la vuelta a la Champions evite una situación insostenible el próximo verano... Y suponer que en septiembre, una vez resuelto su jeroglífico, no le pasará factura la maldición que persigue a los vestigios del llorentismo. Fernando, su mentor, sabe lo que es ser despedido tras configurar una plantilla.

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