J. V. Aleixandre
Autodescartado Federico Varona para presidir, aunque sea de forma provisional, el Consejo de Administración del VCF, su trabajo se centra ahora en encontrar a la persona que comande el nuevo Consejo de administración que deberá refrendar la asamblea de accionistas del próximo mes. En esos menesteres andan metidos Varona y su gente de la Fundación, una labor que no parece muy ingente ni complicada. Al contrario, lo tienen a güevos. Cogen a Andreu Fajardo, lo agitan un poco, y en lugar de un presidente provisional -cargo al que, al contrario que Varona, no ha osado renunciar- les sale uno para toda la eternidad. Ni inserso, ni nada. ¡Bueno es (d0n) Vicente!
Su trayectoria en el VCF, desde que entró hace tres decenios con Arturo Tuzón -al que luego vendió en terra plana para aliarse con Paco Roig- hasta hoy, ha sido impecable: ha militado en todos los frentes y en sus correspondientes oposiciones, ha traficado con las acciones, ha ostentado la representación accionarial de un conocido intermediario, votando en su nombre en las asambleas del VCF, del que, a la vez, era consejero y, por tanto conocedor de sus interioridades financieras, que afectaban a la negociación de contratos con los futbolistas representados por aquel... Y a cuenta de ambos frentes opuestos, ha viajado y comido por la patilla. Ningún problema.
Se disfrazó de granota, en lugar de renunciar, aunque sólo fuera por estética -ya no digo por ética- a su cargo de administrador concursal del Levante UD, porque lo compatibilizaba con su función de asesor de Llorente en el VCF.
En fin, ¿escribí impecable, al calificar su trayectoria? Me confundí; quería decir impagable. Eso es: un tipo que no tiene precio. Lo suyo es de un valor incalculable. Por ejemplo, como fuente informativa. Durante sus años de jefecillo en el VCF, ha sido un filón inagotable para los periodistas. Doy fe, porque nunca guardó ninguna fidelidad. Al contrario, le cantaba la gallina al primero que marcara su teléfono, traicionando a su presidente de turno. Sin ir más lejos, hace cuatro días estaba desbarrando contra la nueva Fundación y contra el Consell. Tres días después acepta sin ningún reparo el cargo que le proponen de forma provisional. Pero, ¡ojo!: no pondrá objeciones a reafirmarse definitivamente en la poltrona. Al contrario: se lo ha trabajado durante años con admirable tenacidad. Si eso ocurre, yo seré el primero en felicitarle por su pertinaz dedicación a los tejemanejes. De momento, vaya por delante mi enhorabuena. ¡Lo consiguió! Ya es presidente. Ahora, a apechugar.
Sus íntimos dicen de él que es un gran jugador de truc. Llegado el caso -que no creo probable- yo nunca le elegiré de pareja.
Su trayectoria en el VCF, desde que entró hace tres decenios con Arturo Tuzón -al que luego vendió en terra plana para aliarse con Paco Roig- hasta hoy, ha sido impecable: ha militado en todos los frentes y en sus correspondientes oposiciones, ha traficado con las acciones, ha ostentado la representación accionarial de un conocido intermediario, votando en su nombre en las asambleas del VCF, del que, a la vez, era consejero y, por tanto conocedor de sus interioridades financieras, que afectaban a la negociación de contratos con los futbolistas representados por aquel... Y a cuenta de ambos frentes opuestos, ha viajado y comido por la patilla. Ningún problema.
Se disfrazó de granota, en lugar de renunciar, aunque sólo fuera por estética -ya no digo por ética- a su cargo de administrador concursal del Levante UD, porque lo compatibilizaba con su función de asesor de Llorente en el VCF.
En fin, ¿escribí impecable, al calificar su trayectoria? Me confundí; quería decir impagable. Eso es: un tipo que no tiene precio. Lo suyo es de un valor incalculable. Por ejemplo, como fuente informativa. Durante sus años de jefecillo en el VCF, ha sido un filón inagotable para los periodistas. Doy fe, porque nunca guardó ninguna fidelidad. Al contrario, le cantaba la gallina al primero que marcara su teléfono, traicionando a su presidente de turno. Sin ir más lejos, hace cuatro días estaba desbarrando contra la nueva Fundación y contra el Consell. Tres días después acepta sin ningún reparo el cargo que le proponen de forma provisional. Pero, ¡ojo!: no pondrá objeciones a reafirmarse definitivamente en la poltrona. Al contrario: se lo ha trabajado durante años con admirable tenacidad. Si eso ocurre, yo seré el primero en felicitarle por su pertinaz dedicación a los tejemanejes. De momento, vaya por delante mi enhorabuena. ¡Lo consiguió! Ya es presidente. Ahora, a apechugar.
Sus íntimos dicen de él que es un gran jugador de truc. Llegado el caso -que no creo probable- yo nunca le elegiré de pareja.
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