Ribarroja lleva ya siete años esperando la ciudad deportiva del Valencia | Paseantes y ciclistas hacen deporte entre los naranjos abandonados tras el anuncio de un plan azotado por la crisis
MOISÉS RODRÍGUEZ | | RIBARROJA.-
Paco entra en un campo de naranjos, o lo que queda de él. Sin el menor miramiento por una explotación agrícola prácticamente fantasma, aparca su furgoneta entre dos árboles. Se enfunda los guantes y, serrucho en mano, comienza a cortar las ramas y los troncos y a cargarlos en su remolque. «Estoy en el paro, así que vengo a por un poco de leña, para que por lo menos mi mujer y podamos calentarnos cuando nos sentemos esta tarde a charlar en el salón». Porchinos, lo que iba a convertirse en un enjambre de viviendas de lujo y en el cuartel general del Valencia, es de momento un lugar para hacer ciclismo y senderismo... y un emplazamiento para conseguir gratis un poco de madera reseca.
El plan Porchinos salió a la luz en 2005 y formaba parte de una idea de Juan Soler para saldar la deuda del Valencia e incrementar su patrimonio. El proyecto para trasladar la ciudad deportiva de Paterna a Ribarroja incluía construir más de 2.000 viviendas en la partida de Porchinos. El entonces presidente blanquinegro no dudó en tildar de «pelotazo» la operación y el alcalde de la localidad de Camp de Túria, Francisco Tarazona, le pasó factura por ello.
Pidió 20 millones de euros, parte en metálico y el resto, en aportaciones al municipio. El Valencia sigue pagando la cuenta, mes a mes, «religiosamente», como puntualiza el propio Tarazona. «Ellos cumplen, no tengo ninguna queja», comenta el alcalde, que exigió al club las fichas de los jugadores de la primera plantilla como garantía de cobro. Ese ingreso mensual en la cuenta corriente del Ayuntamiento de Ribarroja y algún contacto esporádico son los destellos que mantienen viva la posibilidad de que el club se traslade a Porchinos.
Porque allí, a día de hoy, lejos de verse futbolistas cada cuál con un coche más lujoso, convive la gente de toda la vida. Como Juan y Ramón, unos hombres que recolectan olivas en un campo contiguo a la zona donde iría la ciudad deportiva. «Esta parcela era monte protegido, pero ahí delante, al otro lado del camino, iban a construir. Yo lo veo bien. La mayoría de los que se oponían al proyecto eran gente que no tenían tierras aquí».
Se refiere especialmente al grupo ecologista Salvem Porxinos, que rechazó el proyecto, tanto en el pleno municipal, manifestaciones y en los tribunales. A día de hoy queda una demanda pendiente de fallo, ya que esta formación entiende que el plan urbanístico afecta a los términos de Ribarroja y Vilamarxant y sólo se tramitó en el Ayuntamiento del primero.
El proyecto sigue en pie. Paralizado por la crisis -tanto por la global como por los problemas económicos del Valencia-, pero en pie. La sintonía con el Ayuntamiento de Ribarroja es total: Francisco Tarazona usó el desembarco del club en la localidad como reclamo electoral en 2007. Por ello, ni siquiera el hecho de que en noviembre caducara el plazo legal para impulsar la ciudad deportiva será un problema. Porchinos seguirá estando ahí.
Como siempre. Con sus aficionados al senderismo que a través de esta partida acceden al paraje de Les Rodanes. Con los ciclistas que se entrenan en la zona. Con Julio y María, unos ancianos que residen en un chalé de Vilamarxant, pero separado de Porchinos por los tres metros de ancho de un camino. «Si esto fuera adelante, mejor. Estaríamos más acompañados».
Forman parte de una zona que cambió para siempre con el anuncio de la llegada del Valencia. Un proyecto que sirvió a no pocos para vender sus campos de naranjos por un precio al que nunca hubieran aspirado. Muchos están ahora abandonados, resecos, y ya sólo sirven para que gente como Paco consiga un puñado de leña. Una empresa cobró por los terrenos y a día de hoy, y hasta que se desbloquee el Plan Porchinos, exporta las naranjas que, a falta de fútbol, sigue recolectando en Ribarroja.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2012-12-27/olvido-porchinos-20121227.html
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