J. V. Aleixandre
En el Camp Nou, el Valencia hizo cuanto pudo y no le dio para más. Enfrente, a un Barcelona con empanada mental, le rescató su abundante caudal técnico. En medio, un árbitro, Pérez Lasa, que como ya sucediera en el Bernabéu, le anuló un gol a Víctor Ruiz, por un fuera de juego muy relamido. Suponía el empate en un momento del partido en el que el Barça las estaba pasando canutas.
Entre un equipo que cada año suma más potencial de calidad (Jordi Alba, Song) al que ya posee, y otro que, obligado a vender lo mejor de sus activos (Albiol, Villa, Silva y Mata en tres temporadas), se limita a tapar agujeros no puede, a la larga, haber competencia. Sin embargo, en el choque del domingo, durante un buen rato, el Valencia se le subió a las barbas al líder y a la grada del Camp Nou se los puso por corbata. El Barça andaba aturdido y su rival ambicioso y crecido. Pero hubo dos detalles que reflejaron claramente la diferencia entre ambos equipos. Primero: Xavi, pegado a la raya y acosado por Guardado, se inventa un taconazo para sacar la pelota limpiamente jugada y en ventaja. Segundo: Alexis, sin tocar el balón, con un simple amago de cadera, se quita de encima a Rami. Puro fútbol.
Por contra, ante esa superioridad técnica que le permitía enlazar largos periodos de posesión, el Valencia, cuando se hacía con el balón, lo perdía con exasperante prontitud, víctima de sus imprecisiones en el pase, tanto en largo como en corto. Pérdidas que, como una de Albelda al borde del área, acarreaban peligro inminente. Con este handicap, puntuar en el Camp Nou constituía casi una proeza. Y aún así, tras salvarse del chaparrón del primer tiempo, en el segundo, el Valencia, bien armado por Pellegrino, estuvo a punto de romper con la racha de 10 años sin ganar en el feudo barcelonista. ¡Ay, qué tiempos aquellos!
Entre un equipo que cada año suma más potencial de calidad (Jordi Alba, Song) al que ya posee, y otro que, obligado a vender lo mejor de sus activos (Albiol, Villa, Silva y Mata en tres temporadas), se limita a tapar agujeros no puede, a la larga, haber competencia. Sin embargo, en el choque del domingo, durante un buen rato, el Valencia se le subió a las barbas al líder y a la grada del Camp Nou se los puso por corbata. El Barça andaba aturdido y su rival ambicioso y crecido. Pero hubo dos detalles que reflejaron claramente la diferencia entre ambos equipos. Primero: Xavi, pegado a la raya y acosado por Guardado, se inventa un taconazo para sacar la pelota limpiamente jugada y en ventaja. Segundo: Alexis, sin tocar el balón, con un simple amago de cadera, se quita de encima a Rami. Puro fútbol.
Por contra, ante esa superioridad técnica que le permitía enlazar largos periodos de posesión, el Valencia, cuando se hacía con el balón, lo perdía con exasperante prontitud, víctima de sus imprecisiones en el pase, tanto en largo como en corto. Pérdidas que, como una de Albelda al borde del área, acarreaban peligro inminente. Con este handicap, puntuar en el Camp Nou constituía casi una proeza. Y aún así, tras salvarse del chaparrón del primer tiempo, en el segundo, el Valencia, bien armado por Pellegrino, estuvo a punto de romper con la racha de 10 años sin ganar en el feudo barcelonista. ¡Ay, qué tiempos aquellos!
Al pediatra. «La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa, / que ha perdido la risa, que ha perdido el color». Ahora sabemos que la sonatina de Rubén Darío iba dedicada a Cristiano Ronaldo. Desde que el pasado jueves, en Mónaco, torció el gesto al ver que premiaban a Andrés Iniesta y él se quedaba, de nuevo, sin nada, no ha podido disimular su enfado. Y, al igual que los niños cuando no les hacen caso, se ha puesto a llorar desconsoladamente para llamar la atención. Que papi Mou y mami Floren, le lleven rápidamante a la consulta del pediatra. Este chico tan (auto)mimado, tiene muy mal perder
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