J. V. Aleixandre
Desde que en el verano de 2010 el Valencia decidió licenciar a don Rubén Baraja no ha habido manera de encontrarle un sucesor digno de ese nombre. Es evidente que el club se precipitó al jubilarle. El Pipo venía marcado desde que en la rebelión propiciada por Ronald Koeman, cuando apartó del equipo a Cañizares, Albelda y Angulo, él permaneció leal a la institución, entonces presidida por Juan B. Soler. Con la destitución de éste y la llegada de Llorente, a Baraja le colgaron encima inmediatamente el sambenito de solerista. Sus días en el Valencia a partir de entonces estaban contados porque el poder reinante era todo lo contrario: antisolerista. Como a los generales fieles a la República que luego fueron pasados por la armas con el triunfo del franquismo, a Baraja le costó cara su honrada legitimidad.
Ahora, para corregir aquel desatino, el VCF hecha mano de Fernando Gago, un argentino aseado, con buen manejo de balón y con criterio para desplazarlo. Falta hace alguien así, a la vista de como ha venido comportándose el equipo en los dos últimos cursos: sin rumbo, por carecer del timonel adecuado. No lo han sido Ever Banega ni Manuel Fernandes, los primeros a los que se fichó, teóricamente, para suceder a Rubén. Tampoco termina de cuajar Parejo; Canales, que se desenvuelve en una posición más adelantada, no ha tenido suerte con las lesiones; Tino Costa no es un organizador y el «Chori« Domínguez no se sabía muy bien de qué demonios jugaba.
Baraja, seguramente el futbolista más parecido al gran Pepe Claramunt de todos los que han pasado luego por Mestalla, defendía, atacaba, remataba córners, orientaba el juego e imprimía personalidad propia al equipo. Tácticamente era muy bueno y además marcaba su decenita anual de goles. Nadie, desde que él se fue, ha asumido esa función de conformar un equipo en torno a su autoridad. Javier Subirats lo fichó para que fuera el eje y, en efecto, él dirigió aquel Valencia triunfal de Rafa Benítez. Faena tiene por delante Gago para hacer olvidar al mejor Baraja. Ojalá.
Ahora, para corregir aquel desatino, el VCF hecha mano de Fernando Gago, un argentino aseado, con buen manejo de balón y con criterio para desplazarlo. Falta hace alguien así, a la vista de como ha venido comportándose el equipo en los dos últimos cursos: sin rumbo, por carecer del timonel adecuado. No lo han sido Ever Banega ni Manuel Fernandes, los primeros a los que se fichó, teóricamente, para suceder a Rubén. Tampoco termina de cuajar Parejo; Canales, que se desenvuelve en una posición más adelantada, no ha tenido suerte con las lesiones; Tino Costa no es un organizador y el «Chori« Domínguez no se sabía muy bien de qué demonios jugaba.
Baraja, seguramente el futbolista más parecido al gran Pepe Claramunt de todos los que han pasado luego por Mestalla, defendía, atacaba, remataba córners, orientaba el juego e imprimía personalidad propia al equipo. Tácticamente era muy bueno y además marcaba su decenita anual de goles. Nadie, desde que él se fue, ha asumido esa función de conformar un equipo en torno a su autoridad. Javier Subirats lo fichó para que fuera el eje y, en efecto, él dirigió aquel Valencia triunfal de Rafa Benítez. Faena tiene por delante Gago para hacer olvidar al mejor Baraja. Ojalá.
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