J. V. Aleixandre
Ya estamos otra vez. No hay manera de sustraerse a la tentación de confundir a las instituciones con las personas, de arrogarse la representatividad exclusiva de cualquier organización que acoge a miles de ciudadanos de diverso pelaje, sentimientos y maneras de pensar. Igual da que se trate de un territorio patrio, una asociación de chacineros profesionales o, en este caso, un club de fútbol. En cuanto el dirigente de turno se siente justa o injustamente acosado, se envuelve en la bandera de la colectividad y transforma el supuesto ataque a su persona, en una afrenta a todo el grupo. Lo hizo el respetable Jordi Pujol cuando el caso Banca Catalana, desvirtuándolo en una afrenta al pueblo de Catalunya; lo repiten a diario los imputados del PP, intentando implicar a todo el partido; y a ese mismo recurso acaba de acogerse Manolo Llorente. "Pretenden ensuciar el nombre del Valencia", ha denunciado su presidente, generalizando un asunto exclusivamente personal -¡y tan personal!- en un conflicto colectivo, en una agresión a los socios y simpatizantes de la entidad que él dirige.
En todo caso, como el propio presidente viene a reconocer, esta es una colisión entre él y "y algunos resentidos". El club nada tiene que ver en todo esto. La mejor defensa de Llorente sería autorizar de inmediato a los bancos suizos, monegascos o de cualquier otra parte, para que faciliten al fiscal sus números de cuentas personales, si es que las tuviera. Y asunto concluido. Recurrir a supuestas conjuras y a desmentidos retóricos, no sirve de nada. Y el VCF ya tiene suficientes problemas como para enrolarle, encima, en esta embarcada.
Tampoco vale lo contrario. Es decir, subirse al carro atribuyéndose iniciativas ajenas y colgarse supuestas medallas justicieras para vengar el gol de Jonas al Villarreal. Este asunto de Llorente viene de mucho más lejos que el último cabreo de Fernando Roig. Menos lobos.
En todo caso, como el propio presidente viene a reconocer, esta es una colisión entre él y "y algunos resentidos". El club nada tiene que ver en todo esto. La mejor defensa de Llorente sería autorizar de inmediato a los bancos suizos, monegascos o de cualquier otra parte, para que faciliten al fiscal sus números de cuentas personales, si es que las tuviera. Y asunto concluido. Recurrir a supuestas conjuras y a desmentidos retóricos, no sirve de nada. Y el VCF ya tiene suficientes problemas como para enrolarle, encima, en esta embarcada.
Tampoco vale lo contrario. Es decir, subirse al carro atribuyéndose iniciativas ajenas y colgarse supuestas medallas justicieras para vengar el gol de Jonas al Villarreal. Este asunto de Llorente viene de mucho más lejos que el último cabreo de Fernando Roig. Menos lobos.
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