Salió disparado del palco de Cornellà, echando chispas, y en contra de lo que viene a ser la costumbre ocurra lo que ocurra en el marcador, esta vez prefirió no bajar al vestuario. Manuel Llorente meditó unos instantes en el mismo estadio del Espanyol y optó por no verse las caras ni con Unai Emery ni con ninguno de los futbolistas. Enfiló directo hacia el autobús que debía trasladarlo a la estación para volver a Valencia, aparcado curiosamente junto al autocar oficial del equipo.
Quiso en la mañana del domingo Llorente dejar enfriar el cabreo pero ayer, casi 24 horas después del ridículo, se puso los galones de presidente y ejerció como tal. A la ciudad deportiva de Paterna se fue acompañado por el responsable deportivo del club, Braulio Vázquez, para cumplir con una visita que por desgracia empieza a ser demasiado necesaria en este último tramo de la temporada. Cuando el presidente asoma por Paterna es porque algo o alguien falla. Y sólo hay que echar un vistazo a la clasificación para darse cuenta de la cándida generosidad con que el Valencia ha ido poco a poco dilapidando toda la ventaja de puntos que tenía.
Al final de la primera vuelta gozaba de cuatro respecto al cuarto y estaba a siete del segundo. Ahora, en lugar de ampliar ese margen va marcha atrás y le aprieta el Málaga a un punto, mientras que por delante el Barcelona se ha disparado hasta 29 de ventaja.
A este ritmo, en lugar de acortar las diferencias con los dos de arriba, que era al fin y al cabo una de las exigencias que se plantearon a Emery tras la renovación, se van a duplicar respecto al curso anterior. El año pasado se acabó a 17 puntos del Real Madrid -segundo- mientras que el Barça lleva camino de multiplicar esa cifra por dos.
A Llorente, como a cualquier aficionado, le quema sentir el aliento del Málaga en la nuca cuando todavía hay quince puntos en juego y una semifinal de la Europa League a pocas horas vista. Optó el dirigente por una 'nueva' estrategia. Sacrifica el momento caliente para hacerlo en frío. En lugar de acercarse al vestuario tras el partido para mantener un cara a cara con el entrenador, optó por sacar algo más de rentabilidad a su visita.
Su sola presencia en la ciudad deportiva, porque se dedicó también a observar el entrenamiento, puede servir de alerta a los jugadores. Es a ellos a los que quiere reactivar para este último y definitivo tirón de temporada. Con ellos se citó a través de los capitanes hace unos días en su propio domicilio y son ellos -el grupo en general- los que convirtieron el partido contra el Espanyol en una auténtica ruina. Sólo se libraron del desastre los cuatro suplentes que no actuaron en Cornellà.
Por eso Llorente y Braulio Vázquez sólo se citaron personalmente con Emery. La conversación, de buen talante, no fue ni más profunda ni más exhaustiva que anteriores encuentros. Pese a su importancia, una más. Tras cuatro años en la casa valencianista, a Emery se le conoce de sobra. «A estas alturas de temporada, todos sabemos ya cómo es cada uno y no hay pócimas milagrosas», expresaba un miembro de la entidad.
Pensando ya en el Atlético
Es el técnico el primero en sentirse molesto cuando su equipo lo hace tan mal como ante el Espanyol, pero también es verdad que por su carácter y filosofía de trabajo Unai 'resetea' su disco duro. Dirigió la conversación con Llorente y Braulio hacia el futuro más inmediato: el Atlético de Madrid.
El técnico fue el primero en admitir que se encontraba molesto con lo que pasó en Cornellà pero empujó al presidente hacia el convencimiento de que este jueves, en el Calderón, estará el Valencia a la altura de las circunstancias.
No hay que olvidar tampoco que en el seno del club no se acabó de entender la forma que escogió Emery para explicar públicamente en la rueda de prensa posterior al partido, con los 'famosos parámetros' , la debacle de su equipo.
Salieron eso sí los protagonistas de la reunión sin decir palabra alguna. Emery se dedicó a entrenar con los jugadores, y Llorente y Braulio a dejarse ver mientras la plantilla trabajaba. No pasó desapercibida ni mucho menos su presencia para el colectivo, otra cosa es el efecto real que pueda causar.
No quiere especialmente el consejo que los jugadores cometan un error de bulto. Algunos futbolistas pueden llegar a pensar egoístamente que para su currículo es más importante luchar por un título como la Europa League que acabar la Liga en la tercera posición. «Hay que ir a por todo», pedían los consejeros en el mismo estadio de Cornellà. No ha pasado desapercibido tampoco el hecho de que cuatro jugadores, de los seis que estaban apercibidos, vieran la cartulina amarilla el domingo. Al no jugar por sanción el próximo partido contra el Betis en Mestalla en Liga, más opciones tienen de hacerlo frente al Atlético de Madrid en la Europa League...
De cualquier forma, una cosa es segura. Quedan tres partidos en Mestalla (ante Betis, Osasuna y Villarreal) y ya se encargará el público valencianista de recordar a los jugadores lo que deben de hacer. Una cosa es alcanzar prestigio por una final europea y otra patinar en la Liga cuando hay tanto dinero (casi 20 millones de euros) como premio.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2012-04-17/llorente-vuelve-apretar-tuercas-20120417.html 
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