Mestalla despide con silbidos al Valencia, que se complica la vida ante el PSV en los minutos finales después de firmar un partido casi perfecto
VICENT CHILET El Valencia lo tiene todo a favor para pasar a cuartos de final de la Liga Europa. De él mismo depende, en todos los sentidos. Para lograr el objetivo, tendrá que refrendar en Holanda su superioridad, teórica y real sobre un PSV Eindhoven inocente, con una defensa de celofán y con su escudo como único vestigio de su lejana grandeza. La otra parte del trato depende del mismo Valencia, de vigilar su innata capacidad para complicarse la vida. Anoche ensució una velada plácida, aparentemente resuelta con autoridad con cuatro goles de ventaja, con diez minutos finales de distracción fatal que sirvieron para que el conjunto holandés recortara distancias hasta dar una inexplicable emoción a la eliminatoria. De poco sirvió el buen criterio en la dirección de Dani Parejo, por primera vez sin altibajos, o las cabalgadas de Barragán por la derecha, las buenas prestaciones de Piatti y Pablo por las bandas y el esperado reencuentro goleador de Soldado, autor de dos tantos. El festín acabó en «hara-kiri» para desesperación de la grada, que no dudó en despedir a los suyos con silbidos.
Del PSV se sabía que pecaba de intrépido, con un planteamiento arriesgado y la línea de presión defensiva adelantada. Del centro del campo hacia adelante es un conjunto temible, cuando Mertens y Toivonen tienen oportunidad de combinar. Atrás, sin embargo, es un rival dócil, que deja muchos espacios y que ofrece muchas oportunidades de gol al rival. Un regalo para la tripleta de mediapuntas del Valencia, que explotó con ahínco esa vía, sobre todo por la banda derecha, una autopista libre de peaje para los valencianistas. Pablo, muy activo, amagaba hacia el centro arrastrando al lateral Willems y dejaba el carril despejado para que Barragán entrara sin oposición. El lateral andaluz recordó sus mejores tiempos, cuando atrajo la atención del Liverpool de Rafa Benítez. Crecido, se atrevió con todo, también en ataque estático, como en la jugada del segundo tanto, en el que arrancó en seco para dejar atrás a varios defensores rivales y centrar al primer palo donde Roberto Soldado tocó de primeras para marcar y romper su sequía goleadora de casi dos meses. Era el minuto 12 y la eliminatoria estaba encarrilada. Dos escasos minutos antes, el Valencia se adelantaba en un saque de esquina tocado en corto hacia Pablo, que mareó con varios recortes a su par hasta mandar un centro al segundo palo, donde Víctor Ruiz remachó de cabeza a la red.
El Valencia estaba desatado. Parejo, del que se critica su falta de constancia, fue el primero en apuntarse a la fiesta con un magnífico pase al espacio. El fútbol fluía con una facilidad tan pasmosa, tan poco acostumbrada para una grada castigada recientemente con partidos espesos, que hasta Ricardo Costa quiso su parte de protagonismo con una escapada por la banda, digna de un extremo, que le costó un pinchazo en el muslo por el que tuvo que ser retirado. El explosivo frenesí del inicio no podía sostenerse durante todo el encuentro, y el Valencia bajó la intensidad durante la siguiente media hora. No por ello dejó de pisar el área de Isaksson, cayendo también por la banda izquierda, poco explorada con el potosí inagotable que ofrecía el flanco diestro. Piatti y sobre todo Jonas tuvieron de cara el tercero, sobre todo el mediapunta brasileño, que a puerta vacía pero en un escorzo complicado remachó fuera un balón peinado de cabeza por Soldado. De nuevo Jonas aparecería, al filo del descanso, para provocar el penalti que cerraría el partido, tras ser zancadilleado de forma ingenua por Strootman. Soldado, con sangre fría, marcó desde los once metros.
A la fuerza el Valencia iba a acusar cierta relajación, pero ni así el PSV iba a ofrecer mucha más resistencia, ni a creer en la remontada o en maquillar el marcador. Pero aún quedaba partido para que Parejo, necesitado de reivindicarse, redondeara su mejor partido desde que recalara este verano en Mestalla. El centrocampista de Coslada dibujó un fantástico pase bombeado al desmarque de Piatti, que pinchó la pelota con un excelente control para definir con autoridad ante Isaksson.
Auto-destructivo final
Parecía que al partido no le quedaban más alicientes que saber si el Valencia todavía engordaría más el marcador o anécdotas banales como que los futbolistas apercibidos de sanción, como Soldado, Víctor Ruiz o Albelda, iban a provocar una amarilla para descansar en la vuelta de una eliminatoria que todo el mundo creía sentenciada. Quedaba el susto final, la bajada de brazos colectiva que el PSV, con gente habilidosa en ataque, se encargaría de no desaprovechar. Primero con el innecesario penalti de Mathieu, transformado por un Toivonen inadvertido hasta el momento. Luego, con el remate sin oposición de Wijnaldum, tras un buen envío de Labyad. Dos goles que por su sabor reincidente enojaron a Mestalla y que deben servir para no despistarse en la vuelta en el Phillips Stadion.
Del PSV se sabía que pecaba de intrépido, con un planteamiento arriesgado y la línea de presión defensiva adelantada. Del centro del campo hacia adelante es un conjunto temible, cuando Mertens y Toivonen tienen oportunidad de combinar. Atrás, sin embargo, es un rival dócil, que deja muchos espacios y que ofrece muchas oportunidades de gol al rival. Un regalo para la tripleta de mediapuntas del Valencia, que explotó con ahínco esa vía, sobre todo por la banda derecha, una autopista libre de peaje para los valencianistas. Pablo, muy activo, amagaba hacia el centro arrastrando al lateral Willems y dejaba el carril despejado para que Barragán entrara sin oposición. El lateral andaluz recordó sus mejores tiempos, cuando atrajo la atención del Liverpool de Rafa Benítez. Crecido, se atrevió con todo, también en ataque estático, como en la jugada del segundo tanto, en el que arrancó en seco para dejar atrás a varios defensores rivales y centrar al primer palo donde Roberto Soldado tocó de primeras para marcar y romper su sequía goleadora de casi dos meses. Era el minuto 12 y la eliminatoria estaba encarrilada. Dos escasos minutos antes, el Valencia se adelantaba en un saque de esquina tocado en corto hacia Pablo, que mareó con varios recortes a su par hasta mandar un centro al segundo palo, donde Víctor Ruiz remachó de cabeza a la red.
El Valencia estaba desatado. Parejo, del que se critica su falta de constancia, fue el primero en apuntarse a la fiesta con un magnífico pase al espacio. El fútbol fluía con una facilidad tan pasmosa, tan poco acostumbrada para una grada castigada recientemente con partidos espesos, que hasta Ricardo Costa quiso su parte de protagonismo con una escapada por la banda, digna de un extremo, que le costó un pinchazo en el muslo por el que tuvo que ser retirado. El explosivo frenesí del inicio no podía sostenerse durante todo el encuentro, y el Valencia bajó la intensidad durante la siguiente media hora. No por ello dejó de pisar el área de Isaksson, cayendo también por la banda izquierda, poco explorada con el potosí inagotable que ofrecía el flanco diestro. Piatti y sobre todo Jonas tuvieron de cara el tercero, sobre todo el mediapunta brasileño, que a puerta vacía pero en un escorzo complicado remachó fuera un balón peinado de cabeza por Soldado. De nuevo Jonas aparecería, al filo del descanso, para provocar el penalti que cerraría el partido, tras ser zancadilleado de forma ingenua por Strootman. Soldado, con sangre fría, marcó desde los once metros.
A la fuerza el Valencia iba a acusar cierta relajación, pero ni así el PSV iba a ofrecer mucha más resistencia, ni a creer en la remontada o en maquillar el marcador. Pero aún quedaba partido para que Parejo, necesitado de reivindicarse, redondeara su mejor partido desde que recalara este verano en Mestalla. El centrocampista de Coslada dibujó un fantástico pase bombeado al desmarque de Piatti, que pinchó la pelota con un excelente control para definir con autoridad ante Isaksson.
Auto-destructivo final
Parecía que al partido no le quedaban más alicientes que saber si el Valencia todavía engordaría más el marcador o anécdotas banales como que los futbolistas apercibidos de sanción, como Soldado, Víctor Ruiz o Albelda, iban a provocar una amarilla para descansar en la vuelta de una eliminatoria que todo el mundo creía sentenciada. Quedaba el susto final, la bajada de brazos colectiva que el PSV, con gente habilidosa en ataque, se encargaría de no desaprovechar. Primero con el innecesario penalti de Mathieu, transformado por un Toivonen inadvertido hasta el momento. Luego, con el remate sin oposición de Wijnaldum, tras un buen envío de Labyad. Dos goles que por su sabor reincidente enojaron a Mestalla y que deben servir para no despistarse en la vuelta en el Phillips Stadion.
http://www.levante-emv.com/deportes/2012/03/09/festin-agridulce/888259.html
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