Un pasotismo de vacaciones

Cuando se llega a un final de curso con la satisfacción que da cumplir ya con el trabajo encomendado, situaciones como la que se vivió ayer en El Madrigal o como la que probablemente se volverá a vivir el fin de semana que viene contra el Tenerife son tan previsibles como, apurando mucho, hasta aceptables. No es que el Valencia hiciera ayer el ridículo, simplemente es que salió a representar su papel. Sin malas intenciones, y eso es lo que más dolió, sin buen fútbol. Sólo la participación del árbitro en las expulsiones de la segunda parte sirvieron para dar la carga de picante necesaria a un encuentro más soso de lo esperado.

Porque, por mucho relax que hubiera previamente en las filas valencianistas, hora y media de partido puede llegar a dar para algo más de lo que se exhibió ante un equipo que, consciente de lo que se jugaba, calibró sus esfuerzos para salir airoso del penúltimo examen. Uno sólo se jugaba el prestigio mientras que el otro, un billete de segunda en el tren europeo. El campeón de los mortales, como así se le puede llamar descaradamente a este Valencia de Emery, padeció los defectos propios del periodo estival. Sin Villa ni Silva, con Moyá en la portería y con un sistema en el centro del campo con un trivote ineficaz, la puesta en escena resultó tan pobre como lo que luego se vio sobre el terreno de juego.

De hecho, no hubo que esperar mucho tiempo para confirmar la previsión. A los diez minutos Moyà ya había sacado el primer balón de dentro de su portería y ocho después se zampaba uno de esos remates que vuelven a poner en duda la estrategia de mercado del Valencia. Que César ha hecho una temporada magnífica nadie lo pone en duda, el problema es que Moyá no ha hecho méritos suficientes para acallar las dudas que genera cada vez que le toca salir de titular. Por supuesto, el meta no tiene la culpa de que para el 1-0 sus compañeros se pusieron de acuerdo para encadenar una serie de errores de bulto que permitieron a Rossi hacer el remate más fácil de su vida.

No era desde luego el día de la defensa, pese a que aparentemente no pintaba nada mal. Salvo Jordi Alba, los Miguel, David Navarro y Marchena tienen kilómetros suficientes como para no dejarse sorprender tan fácilmente como lo hicieron. No fue esta, ni mucho menos, la única ocasión que quedaron con las vergüenzas al aire ya que en la acción del segundo tanto, pasó casi lo mismo. Fue una repetición más o menos pulcra del del 1-0. Otra vez jugada por la derecha del ataque amarillo, con Jordi Alba desaparecido en combate, Marchena yendo al cruce torpemente y sin que ni Navarro ni Miguel prestaran atención a su propia ubicación. Sólo faltaba para ponerle la guinda a la desgracia, la pifia de Moyá, quien permitió que el balón se le escurriera por debajo de sus manos y de su cuerpo. Como los regalitos de despedida que se entregan a final de curso vamos. Nunca se sabe lo que puede ocurrir pero la reflexión facilona de que con César estas cosas no pasan, vale para la ocasión.

Por su puesto, El Madrigal contento por amarrar los tres puntos y al Valencia comodón no le quedó otro remedio que tragarse su propia inoperancia cada vez que pisaba el área contraria, incluso cuando lo hizo jugando contra nueve.

El partido se podía convertir en un suplicio para los valencianistas si la cosa hubiera seguido como al principio. Por muy buen rollete que entre los profesionales de ambos equipos pudiera haber, ya se sabe que hay veces que el ansia puede mucho más que el colegueo. Recibir un tercer gol hubiera sido un borrón excesivo pese a que la presencia valencianista fue durante muchísimos minutos testimonial.

El porqué no jugó el Chori de salida es algo que vuelve a ser motivo de cierto debate puesto que el argentino, por muy díscolo que pueda llegar a resultar, es a hora y media de que se acabe la temporada, todavía una gran incógnita para la afición. Al menos, por si sirve de consuelo, el argentino esta vez sí salió a entrenarse con el resto de compañeros tras el partido.

A los valencianistas les quedó el consuelo de haber maquillado un poco la imagen en la segunda parte, tras la escabechina del árbitro con las expulsiones. Al menos de eso se libró Marchena que en varias situaciones y siempre como protesta estuvo a punto de provocar una segunda amarilla.

http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2010-05-09/pasotismo-vacaciones-20100509.html